El triunfo de Siri Hustvedt
Siento curiosidad e inter¨¦s por los escritores que no logran ver como competidoras a las escritoras
?Por qu¨¦ contar una historia y no otra? La pregunta abre uno de los ensayos que ha reunido Siri Hustvedt en su ¨²ltimo libro, y en realidad es una pregunta que tiene fama de t¨®pica y tonta, porque una variante de la misma es muy utilizada en las entrevistas a novelistas. Pero Hustvedt sabe hacernos ver que ¡°la temida pregunta, propia de necios, es realmente profunda: ?de d¨®nde saca el escritor sus ideas?¡±.
?D¨®nde se originan las historias de ficci¨®n y qu¨¦ gu¨ªa su creaci¨®n? Las ideas, con independencia de cu¨¢les sean, necesariamente deben corporeizarse en la realidad material de una persona. As¨ª que preguntarle a un escritor de d¨®nde las saca puede ser una gran pregunta; un asunto distinto es que los narradores no sepan contestarla. Sin embargo, dice Hustvedt, hay procesos claramente inconscientes que preceden a la idea, y fondear en ellos puede ser tarea apasionante.
Normalmente, una novela nace de una imagen determinada (me acuerdo de que Peter Handke, por ejemplo, escribi¨® La mujer zurda al ver en M¨²nich a una mujer aburrida en la ventana de un bungal¨®). Pero para Paul Auster, en cambio, un libro empieza, antes que con las palabras, con una cadencia o un tono. Albert Einstein dec¨ªa que su trabajo no proven¨ªa de signos, sino que era visual, muscular, emocional, y que solo m¨¢s tarde lo traduc¨ªa a signos. El misterio, dice Hustvedt, est¨¢ en c¨®mo una historia va tomando forma partiendo de esa nada.
Este art¨ªculo comenz¨® a tomar forma el d¨ªa en que, hablando de su nuevo libro, le o¨ª decir a Hustvedt que en uno de sus ensayos estudiaba a un tipo de hombres que, al escribir, solo se sent¨ªan importantes ante la mirada de otro hombre. Era el caso, dijo, de Karl Ove Knausg?rd, al que le dedicaba unas cuantas p¨¢ginas, porque en Oslo, en una entrevista ante el p¨²blico, le hab¨ªa dicho que en el terreno literario no ve¨ªa a las mujeres como competencia.
Esa frase de Knausg?rd llam¨® mi atenci¨®n porque record¨¦ que en mi juventud hab¨ªa dicho yo algo parecido al final de una noche terrible ¡ªdije que para m¨ª competir literariamente significaba medirme con otros hombres¡ª y hab¨ªa arrastrado luego durante mucho tiempo el remordimiento por esas palabras ¡ªser¨¦ ben¨¦volo¡ª tan desenfocadas. Tanto llam¨® mi atenci¨®n la frase de Knausg?rd que esta me llev¨® a buscar el libro de Hustvedt, La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres (Seix Barral), donde acab¨¦ encontr¨¢ndome con algo que no esperaba, con la pregunta que propone investigar el origen de las ideas de los novelistas y que es el origen de este art¨ªculo.
Una pregunta en la que nunca habr¨ªa reparado de no haber sentido tanta curiosidad por el femenino ¡ªa decir de Hustvedt¡ª ¡°mundo hogare?o¡± de Knausg?rd y ya no digamos tanto inter¨¦s por los escritores que no logran ver como competidoras a las escritoras. Esa curiosidad es, curiosamente, la que en los ¨²ltimos d¨ªas ha terminado por arrojarme como lector a los brazos de Hustvedt, la gran triunfadora de esta historia, aguda ensayista y creo que rival ya para siempre, no como el inofensivo y dom¨¦stico, delicado Knausg?rd.
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