Erotismo, ?el ¡®ismo¡¯ m¨¢s perfecto?
El libro 'The Art of the Erotic' ofrece un recorrido de 2.500 a?os por las im¨¢genes del erotismo en la historia del arte oriental y occidental
En 1886, Gustave Courbet pint¨® El origen del mundo, un peque?o cuadro que reproduc¨ªa un desnudo recostado de mujer desde la mitad de los muslos hasta el pecho. Se lo encarg¨® un bon vivant turco llamado Khalil Bey y dos a?os m¨¢s tarde fue adquirido en subasta por el anticuario Antoine de la Narde. Tras la Segunda Guerra Mundial, la pintura acab¨® oculta en la casa campestre del psicoanalista Jacques Lacan, en Guitrancourt.
Es bastante seguro que Marcel Duchamp conociera en vida aquel cuadro ¡ªque pas¨® a formar parte del patrimonio franc¨¦s en 1981¡ª aunque nunca lo consigui¨® ver al natural, sino en reproducciones. Courbet siempre hab¨ªa rondado los pensamientos de Duchamp, un artista para quien lo retiniano era el fundamento del concepto (la cosa mentale de Leonardo). As¨ª que traslad¨® aquella idea a su obra p¨®stuma, ?tant donn¨¦s, una instalaci¨®n visible a trav¨¦s de una doble mirilla que descubre una escena cuidadosamente iluminada donde se ve el cuerpo de una mujer tumbado boca arriba sobe un mont¨®n de ramas. La figura est¨¢ abierta de piernas y muestra su sexo rasurado al espectador. En ?tant Donn¨¦s, la apariencia y la aparici¨®n, la mente y el cuerpo, se funden en el erotismo, el ¨²nico ismo en el que Duchamp cre¨ªa de verdad. Picasso tampoco se qued¨® corto. Para ¨¦l, ¡°sexo y arte son la misma cosa¡±.
La ¨²ltima novedad editorial de la prol¨ªfica Phaidon, The Art of the Erotic, es un recorrido de 2.500 a?os por las im¨¢genes del erotismo en la historia del arte oriental y occidental, desde los mosaicos de Pompeya hasta Miguel ?ngel, Rembrandt y Picasso, las instalaciones de Bruce Nauman, las performances de Carolee Schneemann, los trabajos en v¨ªdeo de Pipilotti Rist o las fotograf¨ªas de Nan Goldin y Robert Mapplethorpe. El periodista cultural Rowan Pelling firma los textos explicativos bajo la premisa de que el erotismo no tiene por qu¨¦ ser sucio o banal. Muy de acuerdo. Sobre todo porque la barrera entre erotismo y pornograf¨ªa lleva construy¨¦ndose desde hace algunos lustros sobre el terreno de la econom¨ªa del arte. El mercado es en realidad esa habitaci¨®n oscura, tan pornogr¨¢fica.
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