El ¨¢guila en el madro?o
Un rastreo de las huellas de creadores mexicanos por la capital espa?ola
Dicen que el oso del escudo de Madrid se yergue ante el ¨¢rbol del madro?o para marearse ligeramente con sus frutillos rojos, y ahora que la Villa y Corte es invitada de honor en la FIL de Guadalajara habr¨¢ que brindarle con caballitos de tequila en correspondencia a su generosa hospitalidad: ciudad plural y polifac¨¦tica, Madrid abre continuamente los brazos como madre y madrastra de lugare?os y visitantes, viajeros e inquilinos de ya varias generaciones, y en particu?lar no pocos escritores mexicanos que han posado all¨ª sus alas ya para alzar en vuelos m¨¢s elevados o devorar en silencio las serpientes del exilio.
Aqu¨ª, donde Agust¨ªn Lara promete alfombrar la Gran V¨ªa y ba?arnos con vinillo de Jerez, el agasajo postinero de la ronda de las generaciones ha logrado en el bar Chicote una tertulia transgeneracional que va del dramaturgo Juan Ruiz de Alarc¨®n en el siglo XVI al reci¨¦n llegado poeta que se desvive en alguna buhardilla por cuajar unos versos posmodernos, pasando por fray Servando Teresa de Mier, que se quejaba de todo Madrid en su cuadernillo de 1803, y por el historiador Luis Gonz¨¢lez y Gonz¨¢lez, que vivi¨® un tiempo dentro del laberinto del Archivo Hist¨®rico Nacional como gambusino de papeles amarillentos para todos sus viejos maestros exiliados en M¨¦xico que ya no pod¨ªan consultar esos fondos.
En 1951 dec¨ªa Carlos Gonz¨¢lez Pe?a que en Madrid, ¡°oc¨¦ano de por medio, esta casa no viene a ser sino prolongaci¨®n de la otra casa: de las casas todas que forman el prodigioso mundo hisp¨¢nico¡±, y quiz¨¢ por ello la sombra de Alfonso Reyes sigue campeando por la calle del General Pardi?as en un recorrido fantasmal que mantiene vigentes sus p¨¢rrafos, breves cartones que a la manera de los pintores retratan las voces de las mujeres que van por agua a las fuentes y los chismes de un idioma besugo que enreda retru¨¦canos y greguer¨ªas hasta el d¨ªa de hoy en todas las tascas, fondas y cafeter¨ªas.
Por all¨¢ se le une el espectro de Mart¨ªn Luis Guzm¨¢n, que fue, como Reyes, activo participante del mundillo literario, figurando mano a mano en carteles donde se supone s¨®lo reinaban como figuras los monstruos peninsulares. A tal grado llega la calurosa hospitalidad de esta ciudad con caf¨¦s de mesas de l¨¢pida y terciopelos en los bares que Francisco A. de Icaza acu?¨® un elogio a Granada (que se qued¨® como lema a la entrada de La Alhambra) como si fuera frase de un andaluz, y por aqu¨ª escribieron como colaboradores vecinos Enrique Gonz¨¢lez Mart¨ªnez, Mar¨ªa Enriqueta Camarillo o Luis G. Urbina en peri¨®dicos de Madrid como si fuesen reporteros o cronistas nacidos en Lavapi¨¦s; lo mismo Vasconcelos que Torres Bodet, ambos de nombre Jos¨¦, que deambulaban en prosa por la vida de Madrid so?ando de lejos un M¨¦xico mejor al tiempo que registraban los sabores y facciones de una ciudad que siempre ha sido multicultural y polifac¨¦tica.
Madrid de todos los acentos del idioma espa?ol y recelosa pronunciadora de la lengua castellana donde no pocos escritores mexicanos han ceceado mal en el intento por integrarse a la zarzuela diaria de sus corralas o publicar en el milagroso laberinto de sus p¨¢ginas. Aqu¨ª escribi¨® no pocas p¨¢ginas de una utop¨ªa diplom¨¢tica Genaro Estrada, y en la larga madrugada en que muri¨® su musa, Amado Nervo escribi¨® hasta el amanecer su dolido homenaje a La amada inm¨®vil en un balc¨®n de velas sobre la calle de Bail¨¦n, frente al Palacio de Oriente.
Aqu¨ª escribi¨® Alfonso Reyes no pocas cr¨®nicas de cinemat¨®grafo, rese?as de novedades universales, la mejor traducci¨®n de la prosa de Chesterton y la Visi¨®n de An¨¢huac, donde el ¨¢guila evoca lo que fuera su regi¨®n m¨¢s transparente del aire. Aqu¨ª se paseaba Agust¨ªn Lara y su l¨ªrica prostibularia para confirmar que muchos de sus boleros, como los himnos a Granada y Valencia o el chotis de Madrid, hab¨ªan sido so?ados incluso antes de conocer en persona las calles estrechas, de tejados ocres y recios muros de una ciudad con varias inmensas puertas abiertas. Fue aqu¨ª que Jos¨¦ Fuentes Mares degust¨® cada una de las delicias variadas que se sirven en las mesas de Madrid, esta ciudad donde en cualquier lado se come bien, y por ende publicar su Nueva gu¨ªa de descarriados como si fuera un cicer¨®n para paladares selectos y el embrujo ha pasado estafeta de generaci¨®n en generaci¨®n, pues consta que los bachilleres Jorge Volpi e Ignacio Padilla ven¨ªan de sus respectivos doctorados en Salamanca para compartir pan y sal con los paisanos que naufragaban cerca de Moncloa o en los bares de Malasa?a. Este mural no quedar¨ªa completo si no mencionara la quijotesca haza?a de Juan Garc¨ªa de Oteyza, ¨²nico editor entre muchos aspirantes que lleg¨® a dirigir una importante nao de libros, y Pablo Raphael, actual agregado cultural, que se suma a la luenga y distinguida cadena de novelistas, ensayistas, poetas y cronistas que funcionan como funcionarios de la inquebrantable y ejemplar diplomacia cultural entre Madrid y M¨¦xico.
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