Circularidad matem¨¢tica en nueva versi¨®n
Anne Teresa de Keersmaeker recupera una coreograf¨ªa de hace tres lustros salvando contra el tiempo su propio repertorio
La bailarina y core¨®grafa belga Anne Teresa de Keersmaeker (Malinas, 1960) tiene en Steve Reich su compositor fetiche. Tengo muy presente la velada veneciana de junio de 2015 donde ella, acompa?ada de Tale Dolven, bailaban el magn¨¦tico d¨²o?Fase con m¨²sica de Reich (que hab¨ªa sido estrenado el 18 de marzo de 1982 en el Beursschouwburg bruselense, es decir: ?33 a?os antes!). La primera vez que Reich vio una coreograf¨ªa de Keersmaeker (Rosas danst Rosas precisamente) fue en el BAM New Wave Festival de Nueva York en 1986, y seg¨²n el testimonio de la propia Anne Teresa qued¨® muy impresionado. La belga le hizo una carta admirativa, el compositor nunca la respondi¨®. Reich no vio en vivo?Fase hasta 10 a?os despu¨¦s, en septiembre de 1998 tambi¨¦n en el BAM, momento en que se termina de tender el s¨®lido puente cor¨¦utico-musical entre m¨²sico y core¨®grafa, sonido y baile, que tiene su monumento en?Rain, estrenada en 2001 en el Teatro de La Moneda (la ¨®pera oficial de la capital belga), y remontada en 2016, de nuevo coproducida por dicho ente l¨ªrico.?Fase es el dec¨¢logo pl¨¢stico de la artista y el punto de partida donde se asienta lo que despu¨¦s fue?Rain, su base est¨¦tica.
A las obras ya consagradas por la historiograf¨ªa y la cr¨ªtica modernas no hay quien las chista, se las ha aceptado y puesto en un nicho influyente: este es el caso de?Rain. Poco recuerdan estos bailarines de 2017 a los de 2001 en La Moneda. Pretendidamente hacen lo mismo; o¨®lo han pasado tres lustros, pero el efecto pl¨¢stico y din¨¢mico es muy diferente. Habr¨ªa que estudiar el por qu¨¦, algo que por evidente no resulta obvio. Cuando Anne Teresa y Tale Dolven bailaban?Fase no se palpaba tal distancia, tal desfase. En el?Rain actual el tratamiento estructural se ve afectado por la interpretaci¨®n de una plantilla cosmopolita y abierta, con bailarines en general solventes y bien entrenados, que han aprendido la pieza con exactitud y en las sutiles variantes introducidas hoy por la creadora; ellos se muestran optimistas, felices de haberse conocido, pero Reich les recuerda insistentemente, como un metr¨®nomo cruel que compulsara el tiempo real sobre el tiempo art¨ªstico, un obsesivo circular. En ese contraste fluye el material coreogr¨¢fico, regulando el accidente, ratificando una gr¨¢fica de fuerza donde habitan las influencias de Brown, Paxton, Rayner, Cunningham. Los bailarines son correctos, pero falta furia. Quien crea que el estilo de Keersmaeker es lo que cabe en esa formal perif¨¦rica de fingida espontaneidad, se equivoca. Cuando se la conoce a trav¨¦s de su obra descubrimos un ser vulnerable a la vez que tir¨¢nico, con un aparato creativo dominante. En su escudo (ella es baronesa) podr¨ªa figurar un l¨¢tigo rampante.
La asociaci¨®n mec¨¢nica del minimalismo musical americano a lo distante, lo fr¨ªo y repetitivo puede llamar a enga?o, tal como se abusa hoy indiscriminadamente de la palabra ¡°deconstrucci¨®n¡±, y as¨ª abunda en la cr¨ªtica literaria, musical, de arquitectura; la coreograf¨ªa de Keersmaeker desmiente el lugar com¨²n, y la propuesta del escen¨®grafo Jan Versweyveld de un espacio circular, circense, recuerda en primera instancia el Cirque Royal de Bruselas, y el suelo con marcas, por su parte, evoca al suelo bejartiano de la?Novena de Beethoven. B¨¦jart est¨¢ en la vida de la core¨®grafa, pues se form¨® inicialmente en Mudra antes de partir a Am¨¦rica. Es la matem¨¢tica inherente al ballet, reapareciendo, imponi¨¦ndose. Y all¨ª est¨¢ el conteo cifrado, el esquema que ya es obsesi¨®n en esta artista, desde hace a?os empe?ada en la conservaci¨®n trascendente de su patrimonio cor¨¦utico (lo ha editado cuidadosamente, despu¨¦s de haber probado con el sistema de notaci¨®n Benesh).
Las luces actuales son agresivas y muy coloreadas, y el vestuario, firmado por Dries Van Noten, se basa en anticolores a la moda (grises neutros, maquillaje) y el color (rosa, violeta) aparece en el ecuador de la obra para desaparecer y dar lugar al l¨²rex (brillos). En el elenco hay belgas, franceses, suecos griegos, japoneses, italianos y un serbio y un croata. Destacan el franc¨¦s Frank Gzycki y sobre todo la francesa de origen malgache Soa Ratsifandrihana con su baile vital y comunicativo. La japonesa Yuika Hashimoto nos regala su salto, precisi¨®n y gusto.
Rain podr¨¢ verse de nuevo en la sala roja de los Teatros del Canal hoy d¨ªa 25.
Babelia
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