Un retrato de Lenin
Su obsesi¨®n no era la justicia social ni la igualdad, sino el poder pol¨ªtico absoluto. Eso lo distingu¨ªa de los dem¨¢s revolucionarios de la ¨¦poca en Rusia

En Estocolmo, en una parada del viaje largo y complicado que lo llevaba de regreso a Rusia, alguno de los acompa?antes de Lenin le sugiri¨® que deber¨ªa comprarse ropa nueva. En Z¨²rich, y antes en Londres y en Par¨ªs, Lenin hab¨ªa llevado una vida austera de exiliado, sosteni¨¦ndose apenas con colaboraciones de prensa y con el dinero que le mandaba desde Rusia su madre. Ven¨ªa adem¨¢s de pasar varios d¨ªas seguidos en el tren sellado en el que cruz¨® Alemania, en un vag¨®n de tercera, en condiciones penosas de alimentaci¨®n y de higiene. Pero ahora estaba a punto de llegar a Rusia, en medio de la revoluci¨®n inesperada que hab¨ªa estallado en su ausencia, dispuesto a salir al escenario convulso de Petrogrado, a reclamar el lugar que le correspond¨ªa en ¨¦l a su partido bolchevique. No pod¨ªa presentarse en la ciudad y subir a las tribunas con el mismo traje usado de siempre, de pantalones demasiados estrechos, deshilachados en las perneras, con unas botas tan viejas que ten¨ªan agujeros en las suelas. De modo que en Estocolmo entr¨® en una tienda de ropa y se compr¨® un traje y un chaleco nuevos. Compr¨® tambi¨¦n un sombrero hongo y, en el ¨²ltimo momento, una gorra de visera.
Al enterarme de ese detalle, en la biograf¨ªa reci¨¦n publicada por Victor Sebestyen, me pregunt¨¦ c¨®mo habr¨ªa sido ¡ªen las fotograf¨ªas, en los cuadros, en los carteles, en las pintadas de las calles, en las banderolas, en las estatuas en m¨¢rmol y en bronce, en los bajorrelieves, en las imaginaciones de los visionarios¡ª un Lenin no con gorra de proletario ficticio sino con sombrero hongo. Al transformarse en iconos universales, en personajes hist¨®ricos, las personas reales desaparecen, y eso hace mucho m¨¢s dif¨ªcil la comprensi¨®n de los hechos en los que participaron; convierte la Historia, con su may¨²scu?la de front¨®n de templo, en una pesada maquinaria de lo inevitable. La Revoluci¨®n de Octubre, o m¨¢s bien el golpe de Estado de los bolcheviques en Rusia, se nos presenta al cabo de un siglo como un acontecimiento de consistencia geol¨®gica. Pero en Petrogrado casi nadie se enter¨® de nada el d¨ªa de la toma del palacio de Invierno, que no tuvo nada de ¨¦pica, porque apenas hab¨ªa defensores. Dice Sebestyen que los extras reclutados en 1928 para la pel¨ªcula Octubre, de Eisenstein, eran mucho m¨¢s numerosos que los revolucionarios armados de 1917. Ese d¨ªa Lenin sali¨® a la calle disfrazado con una peluca y con un pa?uelo anudado bajo la barbilla, como si tuviera un flem¨®n.
Como tantas personas dominadas por intereses abstractos, no prestaba atenci¨®n a la comida ni al aspecto de los lugares en los que viv¨ªa. Se relacionaba mucho mejor con las mujeres que con los hombres
Pero todav¨ªa era un desconocido. Llevaba tanto tiempo exiliado que muchos de sus camaradas no reconoc¨ªan su cara. Ten¨ªa una gran afici¨®n a los gatos y disfrutaba mucho haciendo largas excursiones en bicicleta. Como tantas personas dominadas por intereses abstractos, no prestaba atenci¨®n a la comida ni al aspecto de los lugares en los que viv¨ªa. Se relacionaba mucho mejor con las mujeres que con los hombres. Desde las ciudades de Europa en las que fue viviendo, les escrib¨ªa cartas afectuosas y muy prolijas a su madre y a sus hermanas. Las relaciones m¨¢s intensas y duraderas que tuvo fueron con su mujer, Nadia Kr¨²pskaya, y con una amante m¨¢s joven que se llamaba Inessa Armand y que inmediatamente despu¨¦s de la muerte de Lenin fue borrada de los archivos y de todos los relatos oficiales de su vida. Inessa Armand tiene en las fotograf¨ªas una belleza de hero¨ªna de novela rusa. Era una socialista y una feminista intr¨¦pida que se hab¨ªa desenga?ado del magisterio de Tolst¨®i al encontrarse con ¨¦l y descubrir que solo dec¨ªa vulgaridades sobre las mujeres. Se hab¨ªa casado por amor con un hombre rico, pero cuando ya le hab¨ªa dado cuatro hijos se enamor¨® del hermano de ¨¦l y lo abandon¨®. Su dedicaci¨®n a la causa del bolchevismo fue igual de impetuosa. Conoci¨® a Lenin y se enamor¨® de ¨¦l y de su radicalismo pol¨ªtico. Las cartas que se escrib¨ªan se mantuvieron ocultas hasta despu¨¦s de la ca¨ªda de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. En G¨¦nova, en Z¨²rich, en Londres, en Par¨ªs, Lenin e Inessa Armand fueron amantes con la aquiescencia melanc¨®lica o voluntariosa de Kr¨²pskaya, en un tr¨ªo fraternal que no lleg¨® a deshacerse nunca. El entierro de Armand en 1920 fue la ¨²nica ocasi¨®n en la que se vio a Lenin llorar en p¨²blico. Hasta el final de su vida, Kr¨²pskaya tuvo una foto de Armand encima de su escritorio, junto a la foto de Lenin.
El retrato que dibuja Sebestyen es m¨¢s valioso porque una gran parte del car¨¢cter del partido bolchevique y del r¨¦gimen sovi¨¦tico estuvieron muy determinados por el talante personal de su fundador. La obsesi¨®n de Lenin no era la justicia social ni la igualdad, sino el poder pol¨ªtico absoluto. Era eso lo que lo distingu¨ªa de todos los dem¨¢s revolucionarios que actuaban en aquellos tiempos en Rusia, e incluso de la mayor parte de sus propios camaradas. Nadie como ¨¦l discut¨ªa en las reuniones hasta aniquilar por completo al adversario, hasta desbaratar sus argumentos y reducirlo al escarnio. Nadie aparte de ¨¦l pensaba en su partido que fuera factible dar un golpe de Estado contra el Gobierno provisional de K¨¦renski en el oto?o de 1917, en v¨ªsperas de las primeras elecciones democr¨¢ticas de la historia de Rusia, cuando lo que se esperaba era elegir una Asamblea constitucional. Para conquistar el poder, Lenin estaba dispuesto a hacer cualquier cosa, a pactar con quien fuera, a prometerle todo a todo el mundo. No habr¨ªa llegado a Rusia sin la asistencia directa del Alto Mando alem¨¢n, que organiz¨® su viaje en tren y le dio todo el dinero que necesitaba para la organizaci¨®n y la propaganda. A los campesinos les prometi¨® el reparto de tierras; a los soldados, la retirada inmediata de los frentes; a los obreros, la propiedad de las f¨¢bricas. A las pocas semanas de la toma del poder ya estaba fundada la Cheka, que despu¨¦s ser¨ªa el NKVD y el GPU y el KGB, en ese gran florecimiento de siglas que fue una de las innovaciones culturales del r¨¦gimen sovi¨¦tico. Una vez conquistado el poder, el hombre que al llegar a Petrogrado se puso la gorra y no el sombrero hongo ya no iba a soltarlo. En eso al menos ni ¨¦l ni los suyos enga?aron a nadie. A los bolcheviques no les importaba nada, dijo Trotski, ¡°toda esa palabrer¨ªa kantiana y vegetariana y cu¨¢quera sobre la santidad de la vida humana¡±. Y el propio Lenin lo dej¨® por escrito con la cruda rotundidad de su prosa: ¡°La victoria no es posible sin el m¨¢ximo grado de terror revolucionario¡±.
Lenin the Dictator: An Intimate Portrait. Victor Sebestyen. Weidenfeld & Nicolson. 592 p¨¢ginas
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