Nona Fern¨¢ndez: ¡°No quiero que el lector pase un buen rato¡±
La escritora chilena muestra en su libro ¡®La dimensi¨®n desconocida¡¯ las emociones de toda una naci¨®n
Hay dos constantes en la obra literaria de Nona Fern¨¢ndez (Santiago de Chile, 1971). Una es la memoria de la dictadura chilena; la otra, la FIL. En 2011, la feria de Guadalajara celebr¨® su primer cuarto de siglo con un programa titulado Los 25 secretos mejor guardados de Am¨¦rica Latina y destinado a presentar el trabajo de narradores consolidados en sus respectivos pa¨ªses pero poco conocidos fuera de ellos. Junto a nombres como Emiliano Monge, Fernanda Garc¨ªa Lao o Fabi¨¢n Casas estaba Nona Fern¨¢ndez, que por entonces hab¨ªa publicado el libro de relatos El cielo y las novelas Mapocho y Av. 10 de Julio Huamachuco. Luego vendr¨ªan Fuenzalida, Space Invaders y dos obras de teatro estrenadas por la compa?¨ªa La Pieza Oscura, de la que es actriz.
Derrotada por el vuelo nocturno y la huelga de pilotos en Ciudad de M¨¦xico, Fern¨¢ndez retras¨® cuanto pudo su llegada a la capital de Jalisco porque ten¨ªa funci¨®n en Santiago. Su presencia en la FIL es uno de los momentos estelares de la feria de las estrellas: de Paul Auster a Fernando Savater pasando por Emmanuel Carr¨¨re, al que la escritora chilena se siente ¡°muy cercana¡± no solo porque ¨¦l haya recibido el galard¨®n de la FIL a toda una trayectoria y ella el premio Sor Juan In¨¦s de la Cruz al mejor libro publicado por una mujer, sino porque, reconoce, comparte con el autor franc¨¦s muchos de los recursos de la narrativa de no ficci¨®n y ¡°la pasi¨®n por Truman Capote¡±.
Un t¨¦ con Pinochet
El 17 de diciembre Chile celebrar¨¢ la segunda vuelta de unas elecciones que el pasado 19 de noviembre se encontr¨® con una sorpresa: el 7,93% de los votos (unos 520.000 sufragios) fueron a parar al ultraconservador Jos¨¦ Antonio Kast, que reivindica a Pinochet hasta el punto de afirmar que le habr¨ªa gustado tomarse ¡°un tecito¡± con ¨¦l en La Moneda. ¡°A nadie se le ocurrir¨ªa decir eso de los milicos en Argentina ni de los nazis en Austria¡±, dice con amargura Nona Fern¨¢ndez. ¡°Pero en nosotros tuvimos al dictador en el Senado. Se nos dijo qu¨¦ recordar y qu¨¦ no. El Museo de la Memoria de Santiago es fruto de eso. Lo construyeron los mismos que acudieron a Pinochet a pedirle el golpe de 1973. Mantenemos la Constituci¨®n que redactaron los militares y el sistema neoliberal que ellos implantaron usando el pa¨ªs como laboratorio econ¨®mico. La transici¨®n fue una transacci¨®n que ahora impugnan, con raz¨®n, los j¨®venes¡±.
Los argumentos con los que un jurado suele justificar un premio no acostumbran a trascender la ret¨®rica de repertorio, pero los empleados para describir La dimensi¨®n desconocida (Literatura Random House) explican bien una obra sobrecogedora llamada a convertirse en un cl¨¢sico de las letras latinoamericanas: ¡°A medio camino entre el periodismo, la literatura y la memoria personal, Nona Fern¨¢ndez consigue mostrar las emociones de toda una naci¨®n con respecto a un pasado negro y acaso vergonzoso¡±. El libro arranca con la llegada a las oficinas de una revista opositora de Andr¨¦s Antonio Valenzuela Morales, miembro del servicio secreto de la Fuerza A¨¦rea. Era agosto de 1984, la dictadura de Pinochet ten¨ªa todav¨ªa seis a?os por delante y el soldado relat¨® a una periodista en qu¨¦ consist¨ªa su ¡°trabajo¡±. El reportaje se titul¨® escuetamente: Yo tortur¨¦. La dimensi¨®n desconocida es un puzle de casos de secuestros, picanas, tiros en la cabeza y amputaci¨®n de dedos para evitar la identificaci¨®n de los cad¨¢veres arrojados al r¨ªo. Tambi¨¦n de vida cotidiana, remordimientos, confesiones, represalias y huidas.
El testimonio del soldado le oblig¨® a abandonar Chile en una huida digna del nazismo o la Guerra Fr¨ªa. ¡°Mi primera intenci¨®n¡±, explica Nona Fern¨¢ndez, ¡°era escribir un relato de esp¨ªas a lo John Le Carr¨¦, pero los libros se escriben a pesar de uno. Haciendo entrevistas e investigando en archivos encontr¨¦ un material tan delicado que no podr¨ªa usar la ficci¨®n¡±.
?En torno al toque de queda
La alternativa era usarse a s¨ª misma, su memoria de ni?a de la dictadura y sus pesquisas para reconstruir la historia. ¡°La ni?ez es un momento fundacional para cualquiera, y la m¨ªa, dentro de una familia de izquierdas no muy politizada, estuvo marcada por los helic¨®pteros sobrevolando la ciudad y por los apagones, las conversaciones en voz baja, los velorios de tantos muertos¡ Los ni?os no entend¨ªamos bien lo que ocurr¨ªa, pero nuestra vida se organizada en torno al toque de queda¡±. Por eso cuenta que el relato se fue ¡°enfocando a los hijos¡± para hablar tambi¨¦n de ¡°la orfandad de mi generaci¨®n¡±.
A sus propios recuerdos ¡ª¡°son siempre mi materia prima¡±¡ª se sum¨® la evidencia de que los represores eran gente normal. De hecho, fue la imposibilidad de besar a su mujer y a su hijo al regresar a casa despu¨¦s de deshacerse de un cad¨¢ver lo que hizo estallar al ¡°hombre que torturaba¡±. Esa es la f¨®rmula que utiliza la narradora para tomar distancia de ¡°alguien convertido en un monstruo pero que conserv¨® siempre un rastro de humanidad. En sus v¨ªctimas y, por eso, en s¨ª mismo: al contrario que muchos de sus jefes y de sus compa?eros, no consigui¨® asimilar la crueldad como algo natural e inevitable¡±. Adem¨¢s de la famosa serie de televisi¨®n que marc¨® la infancia de la autora, la dimensi¨®n desconocida es ¡°esa zona de grises donde el horror convive con la vida diaria¡±. El secuestro de los opositores a la luz del d¨ªa, la presencia de c¨¢rceles clandestinas en barrios residenciales o el hecho de que una compa?era del colegio fuera la hija de un represor lleva a Nona Fern¨¢ndez a concluir que ¡°la realidad dom¨¦stica tiene siempre una grieta que lleva a un lugar fantasmag¨®rico¡±.
La pasividad del ciudadano de a pie plantea una pregunta que recorre el libro y lo ancla en el presente: ?qu¨¦ habr¨ªa hecho yo? ¡°Aunque no seamos culpables, somos responsables. De callar por mantener el puesto de trabajo, de no decir ¡®esto es un crimen¡¯¡ No juzgo, pero no quiero recordar por recordar. Este libro me llen¨® de pena y trat¨¦ a las v¨ªctimas con toda la delicadeza, pero no escribo para que el lector pase un buen rato¡±. Nona Fern¨¢ndez no lleg¨® a conocer a su protagonista, que vive discretamente en Francia desde que huy¨® de sus compa?eros de armas: ¡°Pens¨¦ terminar el libro tipo Carr¨¨re, conmigo llamando a su puerta, pero me pareci¨® un acto de soberbia. Aunque me intriga saber qu¨¦ pensar¨ªa si lo leyera¡±.
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Uno que se acuesta con olor a muerto
La dimensi¨®n desconocida est¨¢ jalonada con varios de los casos de detenciones, torturas y desapariciones en los que particip¨® el protagonista del libro. Uno de los m¨¢s conmovedores es tal vez el que m¨¢s marc¨® al torturador: el caso del Quila Leo, un prisionero llamado Miguel Rodr¨ªguez Gallardo al que su captor, dice, lleg¨® a admirar. "De repente dej¨¦ de ser el que era", dice. "Podr¨ªa echarles la culpa la mi jefes. Pero uno siempre tiene que ver con lo que le pasa. Lo s¨¦ porque he visto gente que no se traiciona. Gente que puede estar con la mierda al cogote y no se quiebra. El Quila Leo, por ejemplo".
El Quila era tornero, ten¨ªa tres hijos peque?os. Le aplicaron corriente, le pegaron, lo colgaron, lo encerraron y no habl¨®. ¡°Inventaba formas para mantener la cabeza clara y no quebrarse¡±. Escuchaba los sonidos con detalle, se fijaba en los olores, en las temperaturas y en el color de lo que alcanzaba a ver cuando no estaba vendado. Sab¨ªa d¨®nde estaba encerrado por el ruido de la calle. Conoc¨ªa bien Santiago. Cuando lo met¨ªan en el armario que usaban de celda de aislamiento buscaba dibujos en la madera para inventarse cuentos. ¡°Nos reconoc¨ªa por los pasos, nos llamaba por el nombre¡¡± Un d¨ªa le dieron al ¡°hombre que torturaba¡± una lista con los detenidos a los que iban a ejecutar. Uno era el Quila. ¡°Te van a dejar en libertad, le ment¨ª mientras le vendaba los ojos. S¨ª, me dijo. Me voy a la libertad, pero no me voy a mi casa. Antes de que lo amarrara me dio la mano. Me hizo un cari?o. Yo le di un cigarrillo que ¨¦l agradeci¨®. Me puse a llorar mientras lo amarraba. Lloraba callado, tratando de que ¨¦l no se diera cuenta, pero los dos sab¨ªamos lo que iba a pasar¡±.
Un d¨ªa, pasado el tiempo, ¡°el hombre que torturaba¡± vio un atropello en la calle, otro muerto. Se acord¨® del Quila. Lo imagin¨® antes de que lo acribillaran. ¡°Estamos en Peldehue, debe de haber adivinado bajo la venda¡±. Pens¨® en cu¨¢nto llor¨® cuando lo mataron. Volvi¨® a llorar. Luego dej¨® de hacerlo. ¡°Me acostumbre. Al final ya no sent¨ªa nada. Me hab¨ªa convertido en otro. En uno que se levanta y se acuesta con olor a muerto¡±.
Autor: Nona Fernandez.
Editorial:?Literatura Random House (2017).
Formato:?tapa blanda (240 p¨¢ginas).
Babelia
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