Trenes de cercan¨ªas, largos recorridos
'Vania', la versi¨®n libre de la obra de Ch¨¦jov que firma ?lex Rigola, es pura orfebrer¨ªa
Qu¨¦ funci¨®n tan extraordinaria el Vania de ?lex Rigola y su cuarteto. Qu¨¦ pureza, qu¨¦ emoci¨®n, qu¨¦ chute de intensidad en vena. Luis Bermejo, Gonzalo Cunill, Irene Escolar, Ariadna Gil, con sus talentos en incandescencia, logran el prodigio de conseguir que parezca f¨¢cil de lo m¨¢s ligero a lo m¨¢s profundo. Un ins¨®lito puente se tendi¨® en mi cabeza: el Layton de los primeros setenta en el Peque?o Teatro Magallanes de Madrid, el Vas¨ªliev de finales de los ochenta en el vest¨ªbulo del Mercat en Barcelona. Y, desde luego, la aparente sencillez de Vania en la calle 42 de Louis Malle. Formas de intimidad, desnudas y refulgentes.
Rigola nos abre la puerta de una dacha de seis metros de ancho por ocho de largo. Sesenta asientos. Sin techo: no teman a la claustrofobia. La caja es peque?a, pero el eco es enorme. Su reto es condensar la atm¨®sfera chejoviana, siempre tensa, nunca l¨¢nguida, ni de un solo color. Veronese abri¨® y sigue cultivando ese patio trasero, ese naturalismo reconcentrado. Sobre dramaturgia de Lola Blasco, Rigola ha destilado los conflictos esenciales y nos ha acercado el perfume. Su madurez no brota de la noche a la ma?ana: la orfebrer¨ªa es siempre un largo camino, un despojamiento.
Quiz¨¢s comenz¨® con Maridos y mujeres, en La Abad¨ªa, y luego en la Villarroel, en catal¨¢n: en sus grandes momentos, Woody Allen es un Ch¨¦jov americano que narra historias de amor con la persona equivocada. Recuerdo a todos muy cerca, casi integrados en la acci¨®n, y Bermejo ya estaba all¨ª, por cierto, y el modo en que los actores, sin apenas levantar la voz, nos met¨ªan en un pu?o. Otras piedras blancas de ese r¨ªo fueron El polic¨ªa de las ratas, de Bola?o, y el Iv¨¤nov de la pasada primavera, en el Lliure, donde los actores ya se llamaban por su nombre, y vest¨ªan de calle, y el texto tambi¨¦n iba al hueso. Y el Who Is Me: Pasolini, que se vio en el ¨²ltimo Grec, con Gonzalo Cunill (primera caja, primer tren de cercan¨ªas, primer impacto), y se ver¨¢ de nuevo en el Canal madrile?o, en marzo.
Aunque se llamen por sus nombres, les recuerdo aqu¨ª que Bermejo es Vania, Escolar es Sonia, Cu?nill es Astrov y Gil es Elena. No hay cambios de luz. No hay maquillaje: a pelo. Pasiones y paisajes parecen brotar con un chasquido de dedos, como en la famosa ¡°escena de los mapas¡±, cuando Astrov/Cunill nos hace ver ¨¢rboles y r¨ªos en los nudos y serpenteos de la madera.
Este director de teatro ha hecho muchas cosas grandes, pero esta es una cumbre. Ahora est¨¢ en el madrile?o Teatro del Canal. Imprescindible
Hay algo inquietante en el Vania de Bermejo. Quiz¨¢s vuelva un trasluz del Bermejo de El momento del clown (a otro no le creer¨ªamos cuando devora las flores): el brillo en los ojos, la campechan¨ªa, hasta que se advierte que debajo late el deseo furioso de atrapar unas briznas de felicidad ¨²ltima, imposible. Se ve tan claro que Vania se enga?a y lo sabe, que necesita esas dosis de amor y humor para no quitarse de en medio, hasta que llega el estallido.
La Sonia de Irene Escolar es una santa laica, que exhala una gran belleza espiritual, una sublimidad casi aristocr¨¢tica. Una muchacha apasionada, siempre con la verdad y la bondad por delante: el amor constante que no encuentra destinatario. No es menos desgraciada que Vania, pero lucha y luchar¨¢ por salir adelante. Precioso personaje, quiz¨¢s el m¨¢s puro que escribi¨® Ch¨¦jov. Escolar le entrega toda su luminosidad. Y de golpe sus l¨¢grimas, y de nuevo el retorno de la luz.
Ariadna Gil: la sonrisa de Elena, hasta que se rompe como un espejo. Vemos la frialdad, la lucidez, la dureza, la desesperanza. Una dama consciente de su vaciedad, que se siente ¡°un personaje epis¨®dico¡±. Mitad maga, mitad depredadora: as¨ª la ve Astrov y as¨ª nos la sirve la actriz.
El Astrov de Gonzalo Cunill es la inteligencia ba?ada en alcohol y cansancio. Puede perder la cabeza por una mujer, pero ese amor no parece duradero. La voz honda de Cunill. La guitarra y la canci¨®n, entre Leonardo Favio y Cad¨ªcamo. Y el eco, en mi cabeza, de aquella frase tanguer¨ªsima de Rodrigo Garc¨ªa: ¡°A las siete se apagan las farolas.?/ Qu¨¦ pena todo en general¡±.
Entre todos estos trenes de cercan¨ªas (y largos recorridos), Serebriakov se ha quedado en el and¨¦n, por as¨ª decirlo. Mejor: le tomaban por un genio, trabajaron para ¨¦l, y era un fraude. Ellas y ellos nos cuentan lo que necesitamos saber. Quedar¨¢ su acta casi notarial, servida por Elena, y un ir¨®nico dibujo del Tornasol de Herg¨¦, y en otra pared una sentencia: el profesor se est¨¢ muriendo. Solo echo de menos un encuentro: la intimidad con Elena, el miedo a la noche, derrumbado a su lado.
Cuatro personajes a los que se les ha escapado la vida. Cuatro int¨¦rpretes que hablan entre ellos, miran y escuchan en todo momento, y tambi¨¦n nos miran a los ojos, nos interpelan, con extrema verdad y elegancia, y parecen inventar el texto a cada frase, a cada gesto. Rigola ha hecho muchas cosas grandes, pero esta es una cumbre. Vi Vania en Salt/Temporada Alta, y ahora est¨¢ en el madrile?o Teatro del Canal. Absolutamente imprescindible.
¡®Vania¡¯, de Ant¨®n Ch¨¦jov. Teatros del Canal (Madrid). Director: ?lex Rigola. Int¨¦rpretes: Luis Bermejo, Gonzalo Cunill, Irene Escolar, Ariadna Gil. Hasta el 7 de enero de 2018.
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