Los cuentos navide?os de Dickens
Un libro de Chesterton in¨¦dito en espa?ol, publicado por Espuela de Plata, analiza la Navidad desde el punto de vista literario, religioso y pol¨ªtico
La literatura ha fracasado casi siempre cuando ha intentado describir la felicidad como un estado. La tradici¨®n, la costumbre y el folclore (aunque mucho m¨¢s verdaderas y fiables que la literatura, por regla general) pocas veces han acertado con los s¨ªmbolos de un aut¨¦ntico ambiente de camarader¨ªa y gozo. Pero aqu¨ª y all¨¢ se produce de pronto la vibraci¨®n de la vox humana. En la tradici¨®n, esa nota se ha producido sobre todo en las antiguas celebraciones de la Navidad. En literatura, se ha producido sobre todo en los cuentos navide?os de Dickens.
En la celebraci¨®n hist¨®rica de la Navidad, tal y como se conserva desde los tiempos cat¨®licos en ciertos pa¨ªses n¨®rdicos (y recordemos que en los tiempos cat¨®licos los pa¨ªses n¨®rdicos eran m¨¢s cat¨®licos que ninguno), existen tres cualidades que explican, a mi entender, su influencia sobre el sentido humano de la felicidad, especialmente en hombres como Dickens. Existen tres notas de la Navidad, digamos, que tambi¨¦n son notas de la felicidad, y que olvidan los paganos y los utopianos. Cuando digamos cu¨¢les son en el caso de la Navidad, quedar¨¢ claro lo importantes que son en el caso de Dickens.
La primera cualidad es, en mi opini¨®n, eso que podr¨ªamos llamar la cualidad dram¨¢tica. La felicidad en este caso no es un estado: es una crisis. El instinto humano crea todas las antiguas costumbres que rodean la celebraci¨®n del nacimiento de Cristo de manera que insistan una y otra vez sobre esta cualidad crucial. Todo est¨¢ pensado para que la familia entera sienta, si es posible, la misma sensaci¨®n que tiene cuando realmente nace un ni?o en su seno. Se trata de una vigilia, una vigilia con unos l¨ªmites definidos. Todos velan hasta que oyen campanas. O intentan dormir, para ver sus regalos por la ma?ana temprano. Hay limitaciones por doquier, restricciones: en un momento determinado la puerta est¨¢ cerrada, y al momento siguiente ya est¨¢ abierta. Ha llegado la hora, o no ha llegado; los paquetes se abren, o no se abren: los regalos de Navidad no evolucionan. Esta n¨ªtida y teatral cualidad de la alegr¨ªa, con que el instinto del ser humano y el ingenio natural del mundo han dotado tan sabiamente las celebraciones populares de la Navidad, es tambi¨¦n cualidad esencial de la literatura rom¨¢ntica de Dickens. En la literatura rom¨¢ntica (es decir, en la literatura perdurable), los protagonistas tienen que ser felices, desde luego, pero adem¨¢s tienen que ser felices inesperadamente. Este es el primer v¨ªnculo entre la literatura y la antigua fiesta religiosa; es el primer v¨ªnculo entre Dickens y la Navidad.
Dickens entendi¨® que la felicidad se expresa mejor mediante figuras feas
El segundo elemento que se encuentra en todas estas fiestas y en toda esta literatura lo representa de manera ¨®ptima el simple hecho de que la Navidad se celebre en invierno. Es el elemento no solo del contraste, sino incluso del antagonismo. Conserva todo lo mejor de la versi¨®n meramente primitiva o pagana de esas ceremonias, esos banquetes. Estamos de jarana, pero somos guerreros de jarana. Colgamos por encima de nuestras cabezas, por as¨ª decirlo, los escudos y las hachas de guerra con que hemos de batallar contra los gigantes de la nieve y el granizo. El hombre elige para estar m¨¢s alegre el momento preciso en que todo el universo material est¨¢ m¨¢s triste. Este contraste, este desaf¨ªo m¨ªstico es lo que da su cualidad de virilidad y realidad a las antiguas fiestas invernales, cualidad que no es propia de la soleada felicidad del Para¨ªso terrenal. Y este curioso elemento se extiende incluso a todas las bromas y tareas triviales que siempre han rodeado las ocasiones como esta. El objetivo de las costumbres joviales no era el de facilitarlo todo artificialmente; por el contrario, era m¨¢s bien el de hacerlo todo m¨¢s dif¨ªcil. El principio fundamental del idealismo no solo se expresa disparando una flecha a las estrellas; tambi¨¦n se expresa colocando un jam¨®n en lo alto de un palo engrasado. En todas estas observancias hay una cualidad que solamente se puede definir como la cualidad de la obstrucci¨®n divina. Por ejemplo, el juego del snapdragon1, admirable pasatiempo, se basa en la idea es que las pasas est¨¢n mucho m¨¢s ricas si pensamos que son hierros que sacamos del fuego. En torno a todas las cosas navide?as hay algo un poco m¨¢s noble, aunque solo sea m¨¢s noble en cuanto a forma y teor¨ªa, que el mero bienestar. Incluso el acebo pincha.
No es dif¨ªcil comprender la relaci¨®n entre esta clase de instinto hist¨®rico y un escritor rom¨¢ntico como Dickens. El novelista sano ha de jugar siempre al snapdragon con sus protagonistas; siempre tiene que estar sacando del fuego al h¨¦roe y a su dama como si de pasas se trataran. Y aunque la tercera cualidad de la Navidad es menos evidentemente f¨¢cil de explicar en relaci¨®n con Dickens, si se explicase ser¨ªa igualmente impecable. El tercer gran elemento navide?o es el elemento de lo grotesco. Lo grotesco es la expresi¨®n natural de la alegr¨ªa; y las nuevas utop¨ªas y los nuevos? edenes de los poetas no consiguen transmitir una aut¨¦ntica impresi¨®n de disfrute, sobre todo porque omiten lo grotesco. En las utop¨ªas modernas, el hombre no puede ser feliz porque es? demasiado circunspecto. En el Para¨ªso terrenal de Morris, el hombre no puede estar realmente pas¨¢ndolo bien; es demasiado decorativo. Los seres humanos de verdad, cuando experimentan el aut¨¦ntico deleite, tienden a expresarlo mediante lo grotesco; casi dir¨ªa mediante trasgos. En Nochebuena se puede hablar de fantasmas, si son fantasmas hechos con calabazas. No es permisible (o as¨ª lo espero, trat¨¢ndose de familias decentes) hablar en Nochebuena de los cuerpos astrales. La cabeza de jabal¨ª de las Navidades de anta?o3 era tan grotesca como la cabeza de burro de Bottom el tejedor. Pero solamente existe un grupo de trasgos capaces de expresar la fiera benevolencia de la Navidad. Son los personajes de Dickens.
Tenemos la impresi¨®n, sin saber c¨®mo, de que Scrooge es todav¨ªa m¨¢s feo cuando es bueno que cuando era cruel
Los poetas y pintores arc¨¢dicos han intentado expresar la felicidad mediante hermosas figuras. Dickens entendi¨® que la felicidad se expresa mejor mediante figuras feas. Tal vez haya en la belleza algo que se hermana con la pena; sin duda que hay algo parecido al gozo en lo grotesco, incluso en lo zafio. Hay algo misteriosamente asociado a la felicidad no solo en la corpulencia de Falstaff y la de Tony Weller, sino incluso en la nariz roja de Bardolph o la de Stiggins. Lo hermoso inspira siempre; es objeto de meditaci¨®n eterna. Lo feo es, en sentido estricto, motivo de alegr¨ªa eterna.
Todos estos rasgos son caracter¨ªsticos de las obras de Dickens en general, precisamente porque el ambiente navide?o es caracter¨ªstico de todas ellas. Todos sus libros son libros de Navidad. Pero son muy especialmente t¨ªpicos de los ?libros navide?os? propiamente dichos: Cuento de Navidad, Las campanas y El grillo del hogar. De los tres, Cuento de Navidad es sin comparaci¨®n el mejor, adem¨¢s del m¨¢s popular. En efecto, Dickens es popular en un sentido tan hondo y espiritual que, a diferencia de la mayor¨ªa, sus mejores obras suelen ser tambi¨¦n las m¨¢s populares. Se le conoce sobre todo por Pickwick; en conjunto, por Pickwick merece sobre todo ser conocido. En cualquier caso, la calidad de Cuento de Navidad nos sirve para tomarlo como ejemplo de las generalizaciones que ya hemos hecho. Si estudiamos el ambiente tan realista de alegr¨ªa y de caridad desenfrenada en Cuento de Navidad, veremos que son inequ¨ªvocamente visibles las tres caracter¨ªsticas que he mencionado. Cuento de Navidad es primero un relato alegre, porque describe un cambio abrupto y dram¨¢tico. No es solo la historia de una conversi¨®n, sino de una conversi¨®n repentina, tan repentina como la conversi¨®n de uno que asiste a una reuni¨®n del Ej¨¦rcito de Salvaci¨®n. La religi¨®n popular tiene raz¨®n al insistir en el hecho de una crisis en la mayor¨ªa de las cosas. Es verdad que el hombre de la reuni¨®n del Ej¨¦rcito de Salvaci¨®n se convertir¨¢ para abandonar el alcohol, mientras que Scrooge se convierte m¨¢s bien para abrazarlo. Eso solamente quiere decir que Scrooge y Dickens representan un cristianismo m¨¢s elevado y m¨¢s hist¨®rico. Pero en ambos casos, la felicidad se valora con justicia porque sigue dram¨¢ticamente a la infelicidad; la felicidad se valora porque es ?salvaci¨®n?, algo que se salva del naufragio.
Cuento de Navidad debe gran parte de su hilaridad a nuestra segunda caracter¨ªstica: el hecho de ser un cuento de invierno, y de un invierno muy invernal. En la historia se habla mucho del? bienestar; pero el bienestar en ning¨²n caso es enervante, gracias al ambiente acerbo y tonificante. Por ¨²ltimo, la historia ejemplifica en todo momento el poder del tercer principio, la relaci¨®n entre la alegr¨ªa y lo grotesco. Todos son felices porque nadie es circunspecto. Tenemos la impresi¨®n, sin saber c¨®mo, de que Scrooge es todav¨ªa m¨¢s feo cuando es bueno que cuando era cruel. El pavo que compra Scrooge es tan gordo, seg¨²n Dickens, que es imposible que jam¨¢s se sostuviera de pie. Ese pavo desequilibrado y monstruoso sirve de s¨ªmbolo de la felicidad desequilibrada de los relatos.
1. Antiqu¨ªsimo juego que consiste en colocar pasas en un plato, cubrirlas de brandy y encenderlo, y entonces sacar las pasas del fuego con los dedos y comerlas, procurando no quemarnos.
Traducci¨®n de Aurora Rice
El esp¨ªritu de la Navidad. Gilbert. K. Chesterton. Pr¨®logo de Jos¨¦ Julio Cabanillas. Traducci¨®n de Aurora Rice. Ediciones Espuela de Plata. 224 p¨¢ginas.
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