Regreso a Asturias
'El se?or presidente' tard¨® 10 a?os en escribirse y al publicarse en 1947 represent¨® un salto a la modernidad de la narrativa latinoamericana
Manuel Estrada Cabrera, el tirano de El se?or presidente, de Miguel ?ngel Asturias, no era ning¨²n pr¨®cer ilustrado como el doctor Gaspar Rodr¨ªguez de Francia, recreado por Augusto Roa Bastos en Yo el Supremo. Ni siquiera fue militar, requisito esencial de los caudillos que reinaron en Guatemala en la segunda mitad del siglo XIX, el m¨¢s conspicuo de ellos el general Justo Rufino Barrios, cabeza de la revoluci¨®n liberal de 1871. Estrada Cabrera era un abogado de segunda, del partido liberal tambi¨¦n, quien se col¨® en el poder al producirse el asesinato del general Reina Barrios en 1898 y, entre ma?as, fraudes y sobre todo terror, logr¨® mantenerse en el mando hasta su derrocamiento en 1920.
Rafael Ar¨¦valo Mart¨ªnez, el m¨¢s joven de los modernistas centroamericanos, retrata la satrap¨ªa del Insustituible, como lo llamaban sus corifeos, en?Ecce Pericles!, publicado en 1945, apenas dos a?os antes que El se?or presidente. Es una cr¨®nica o reportaje intensivo que puede leerse como una novela pre?ada de im¨¢genes alucinantes, y bastar¨¢ con evocar una. Cuando la residencia presidencial de La Palma es bombardeada en el alzamiento que derrumba al tirano, lo acompa?a hasta el ¨²ltimo momento Jos¨¦ Santos Chocano. Un mecan¨®grafo teclea, apresurado, entre el humo y la destrucci¨®n, un decreto de concesi¨®n de minas que el dictador deber¨¢ firmar a favor del poeta antes de que sea demasiado tarde. Es cuando a la poes¨ªa le salen garras.
Tampoco M¨¢s all¨¢ del golfo de M¨¦xico, de Aldous Huxley, publicado en 1934, es una novela, sino un libro de cr¨®nicas de viaje. Pero, otra vez, cunden las im¨¢genes que nos ense?an los relieves fantasmales y a la vez de puro kitsch tropical de lo que fue aquella dictadura. Desde el tren bananero en marcha, Huxley ve ¡°junto a un grupo de chozas especialmente t¨¦tricas un gran templo griego construido de cemento y calamina que dominaba el paisaje kil¨®metros a la redonda. Templos de Minerva los llaman¡ Fueron construidos por mandato dictatorial y son la contribuci¨®n a la cultura nacional del difunto presidente [Estrada] Cabrera¡¡±.
El escritor guatemalteco recibi¨® en 1967, ahora hace medio siglo, el Premio Nobel de Literatura, antes que su ¨ªntimo amigo Pablo Neruda
Pero todo ese universo estrafalario y cruel donde se condensa con maestr¨ªa es en El se?or presidente, una novela construida de manera cin¨¦tica, cuadro tras cuadro, que retrata el miedo y la degradaci¨®n, la represi¨®n y el servilismo, el sometimiento y la adulaci¨®n, una manera de representar la figura del dictador, que nunca aparece en la novela o lo hace apenas.
El enfoque se centra en el peso que su presencia siniestra tiene sobre la sociedad y sus individuos, terror y corrupci¨®n, m¨¢s que en su figura misma y sus excentricidades. El Licenciado est¨¢ en todas partes y no est¨¢ en ninguna, pero nada se mueve sin que ¨¦l lo mande o lo sepa, todo en su pu?o a la usanza del doctor Francia. Asturias empez¨® a componer esta novela tan temprano como en 1923, cuando era estudiante de Derecho y actuaba de secretario del juzgado a cargo de la causa contra el dictador que ten¨ªa su casa por c¨¢rcel. ¡°Usted hizo muy pocos amigos en el Gobierno¡±, le coment¨® una vez, viendo que nadie lo visitaba. Y ¨¦l le respondi¨®: ¡°Usted no entiende lo que es el poder. Yo en el Gobierno no hice amigos. Lo que tuve fueron c¨®mplices¡±.
Graduado ya de abogado, Asturias se fue a Par¨ªs en 1923 y estudi¨® Antropolog¨ªa en la Sorbona con el profesor Reynaud, especialista en cultura maya, y all¨¢ descubri¨® dos cosas: las ra¨ªces del universo ind¨ªgena de Guatemala, que plasmar¨ªa luego en Hombres de ma¨ªz (1949), su otra novela capital, y el surrealismo, que influenci¨® la escritura de El se?or presidente, entonces en proceso de escritura. Ambas est¨¢n escritas en clave de lo que se ha dado en llamar ¡°real maravilloso¡±, que hace entrar en la escritura la sustancia alucinada de la tradici¨®n an¨®nima, las verdades incre¨ªbles de la textura del mundo centroamericano compuesto de tres dimensiones revueltas: no solo lo ind¨ªgena, sino tambi¨¦n lo espa?ol y lo africano. Ese mismo aprendizaje lo har¨ªa tambi¨¦n en Par¨ªs por los mismos a?os Alejo Carpentier, que entra tambi¨¦n a trav¨¦s del surrealismo en lo real maravilloso a la lumbre del Caribe insular.
El se?or presidente tard¨® 10 a?os en escribirse y cuando se public¨® en 1947 represent¨® un salto a la modernidad de la narrativa latinoamericana. Rompi¨® los viejos c¨¢nones del realismo vern¨¢culo edificado sobre el habla regional. La estructura narrativa y el lenguaje experimental introspectivo son evidencias de esa modernidad. Y vi¨¦ndola como novela de dictador, es la primera que puede tomarse como tal, con un antecedente valioso que es Tirano Banderas, de Valle-Incl¨¢n (1926), no solo en el tiempo, pues ambas son novelas esperp¨¦nticas. Las dem¨¢s de ese ciclo tardar¨¢n en llegar para presentarse casi juntas: Yo el Supremo (1974), de Roa Bastos; El recurso del m¨¦todo (1974), del propio Carpentier; El oto?o del patriarca, de Garc¨ªa M¨¢rquez (1975), y bastante m¨¢s tarde La fiesta del chivo (2000), de Vargas Llosa.
Asturias recibi¨® en 1967, ahora hace medio siglo, el Premio Nobel de Literatura, antes que su amigo ¨ªntimo Pablo Neruda. Es un cl¨¢sico que no merece el olvido.
Sergio Ram¨ªrez, escritor nicarag¨¹ense, es Premio Cervantes 2017
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