La excelencia en el fracaso
La definici¨®n de buena pel¨ªcula es tan inestable como la de normalidad. Lo mismo sucede con el consenso en torno a lo que debe ser considerado una pel¨ªcula mala
La definici¨®n de buena pel¨ªcula es tan inestable como la de normalidad. Lo mismo sucede con el consenso en torno a lo que debe ser considerado una pel¨ªcula mala. ?Merece encajar en tal categor¨ªa Plan Nine from Outer Space (1959) de Ed Wood, en cuyo metraje se acumulan tantos errores gramaticales y con una intensidad tan particular que la mala escritura visual traspasa al otro lado para convertirse deconstrucci¨®n o vanguardia azarosa? ?Lo merece Glen or Glenda (1953), cuyo autor convirti¨® en valiente manifiesto de su sexualidad contracorriente? El destino justo de la mediocridad es el olvido, pero toda manifestaci¨®n extrema de la diferencia obliga a que se acordone, por as¨ª decirlo, la supuesta zona de cat¨¢strofe para valorar la naturaleza del impacto. As¨ª sucede con The Room (2003), dirigida por el enigm¨¢tico Tommy Wiseau que, am¨¦n de convertirse en candidata al t¨ªtulo de peor pel¨ªcula de todos los tiempos, gener¨® un fen¨®meno de culto que tiene su culminaci¨®n en The Disaster Artist de James Franco, que, partiendo del libro hom¨®nimo que escribi¨® el actor Greg Sestero junto al periodista Tom Bissell, se centra en la g¨¦nesis de la obra.
THE DISASTER ARTIST
Direcci¨®n: James Franco.
Int¨¦rpretes: James Franco, Dave Franco, Seth Rogen, Ari Graynor.
G¨¦nero: comedia. Estados Unidos, 2017
Duraci¨®n: 104 minutos.
Burlarse de The Room al modo Nelson, el ni?o mat¨®n de Los Simpson, es la reacci¨®n m¨¢s inmediata y visceral. Tambi¨¦n la menos interesante. Mucho m¨¢s complicado es lo que ha hecho Franco: preguntarse qu¨¦ demonios hab¨ªa en la cabeza de Wiseau para engendrar un trabajo tan disfuncional. The Room parece el resultado de una indigesti¨®n de Tennessee Williams y el m¨¦todo Stanislavski sufrida por un tipo ante el que las convenciones del lenguaje cinematogr¨¢fico se alzan como la imponente barrera idiom¨¢tica que separar¨ªa a un marciano de las formas m¨¢s cerradas del dialecto murciano. Inevitable acordarse del brillant¨ªsimo Ed Wood (1994) de Tim Burton, pero The Disaster Artist tiene sus particularidades.
Es importante entender que cuando, en el pr¨®logo, Adam Scott manifiesta su deseo de viajar en el tiempo hasta el rodaje de The Room no est¨¢ activado el dispositivo de la iron¨ªa. Franco intenta resolver un enigma mimetizando la gestualidad de un Wiseau revelado como un narcisista patol¨®gico condenado a la percepci¨®n paranoica del entorno. Burton puso el punto y final donde Franco decide no ponerlo. El viacrucis de un fracaso que, sobre el terreno, se convertir¨¢ en una retorcida forma de ¨¦xito ocupa el cl¨ªmax de una pel¨ªcula m¨¢s regida por la generosidad que por la sorna.
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