Cien a?os despu¨¦s
Daniel Barenboim homenajea a Claude Debussy cuando se cumple un siglo de su muerte
Justamente cien a?os antes de este recital de Daniel Barenboim, el 8 de enero de 1918, Claude Debussy escrib¨ªa a l¨¢piz una nota casi indescifrable dirigida a Emma, su mujer. Postrado en la cama, en la recta final de una penosa agon¨ªa, acariciaba a¨²n muchos ¡°hermosos proyectos¡±, como hab¨ªa confesado a su editor Jacques Durand en su ¨²ltima carta conocida, fechada el 1 de noviembre de 1917, pero una ¡°mala salud que se exacerba ante la menor conmoci¨®n, con el menor cambio de tiempo¡± le imped¨ªa trasladar al pentagrama una sola idea. En aquella nota, tambi¨¦n la ¨²ltima que conservamos, transmite a Emma su deseo de pasar juntos ¡°a?os nuevos m¨¢s radiantes¡±, animado sin duda por lo que le hab¨ªa garabateado en otra breve nota inconclusa el 31 de diciembre: ¡°Estoy tristemente atado y no tengo m¨¢s que estos medios tristemente limitados de expresarte mi amor. Pero hay acuerdo en que el amor es m¨¢s fuerte que la muerte¡±. Tras el fallecimiento del genio el 25 de marzo, Emma recibi¨® un aluvi¨®n de condolencias, como el conciso telegrama que le envi¨® Manuel de Falla desde Madrid cuatro d¨ªas despu¨¦s: ¡°Lloro con usted al maestro de todos nosotros, al glorioso creador de la nueva m¨²sica¡±. Imposible decir m¨¢s con menos.
Obras de Claude Debussy. Daniel Barenboim (piano). Auditorio Nacional, 8 de enero.
Daniel Barenboim pas¨® una parte importante de su vida profesional como director titular de la Orquesta de Par¨ªs. Fue entonces cuando se imbuy¨® del esp¨ªritu franc¨¦s y cuando grab¨® toda la producci¨®n orquestal de Debussy. En el curso de aquel per¨ªodo debut¨® tambi¨¦n en el Festival de Bayreuth con Trist¨¢n e Isolda de Wagner, la obra que, seg¨²n confesi¨®n propia, dej¨® una huella indeleble en su aproximaci¨®n a cualesquiera otras m¨²sicas. Su condici¨®n de int¨¦rprete voraz, como pianista y como director, sit¨²a al argentino en una posici¨®n de privilegio para acercarse a la radical modernidad de Debussy, ya que conoce a fondo tanto sus antecedentes (Chopin, Liszt, Wagner) como sus consecuentes (Messiaen, Dutilleux, Boulez, Carter), y puede permitirse el lujo, como har¨¢ en los pr¨®ximos meses, tanto de tocar sus piezas pian¨ªsticas como de dirigir sus obras orquestales y vocales (La damoiselle ¨¦lue o Pell¨¦as et M¨¦lisande).
Este mes, con ¨²ltima -y doble- parada en su Berl¨ªn de adopci¨®n, Barenboim llevar¨¢ a varias ciudades europeas un programa pian¨ªstico valiente y nada popular que coincide con el de su ¨²ltima grabaci¨®n discogr¨¢fica. Le vendr¨ªa bien quiz¨¢s un cambio de orden porque, despu¨¦s del primer libro de Preludios, salvo que se toque el segundo, es dif¨ªcil poder seguir volando a semejante altura. El mejor Barenboim asom¨® en los preludios m¨¢s lentos, aquellos que requieren menos destreza digital y m¨¢s una gran sabidur¨ªa musical para construir formas compactas, planificar timbres, dibujar armon¨ªas. En los Preludios el t¨ªtulo figura, curiosamente, entre par¨¦ntesis al final de cada pieza, casi como un posludio previamente innecesario en m¨²sica que quiere crear la ilusi¨®n de poder ver, oler o tocar cualquier cosa por medio de la m¨²sica, pero sin ataduras previas. Es justo lo que logr¨® el ilusionista Barenboim, de manera sobresaliente en Danseuses de Delphes, Des pas sur la neige, una personal¨ªsima S¨¦r¨¦nade interrompue o, claro, en La cath¨¦drale engloutie, un prodigio arquitect¨®nico en sus manos.
Aunque con frecuentes destellos de genio, en la segunda parte raramente se alcanz¨® el nivel y la concentraci¨®n de la primera, algo perceptible en p¨²blico y pianista por igual. Pero s¨ª se mantuvo la apolog¨ªa y el af¨¢n reivindicativo de un m¨²sico tan moderno hoy como hace cien a?os. A Claude Debussy llevamos un siglo ech¨¢ndolo de menos, pero seguimos disfrutando del raro privilegio de ser contempor¨¢neos de Daniel Barenboim.
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