Dibujar para no pensar
Trazar garabatos es algo natural para los ni?os. Retomar ese sencillo acto como adultos abre un excelente camino para la meditaci¨®n
Como personas modernas de sociedades industrializadas y altamente tecnol¨®gicas no existe duda de que nuestra mente est¨¢ expuesta a la hiperactividad: salta de una cosa a otra, estimulada de forma constante (incluso sobreestimulada) por una lluvia torrencial formada por los medios de comunicaci¨®n, las redes sociales, la televisi¨®n, Internet, el tr¨¢fico, aglomeraciones, el trabajo y las activas vidas sociales y familiares.
La verdad es que para la mayor¨ªa, a no ser que hagamos un esfuerzo extra, hay muy pocos momentos de silencio, tranquilidad o paz en el d¨ªa a d¨ªa. Es m¨¢s dif¨ªcil que nunca encontrar un espacio en el que calmar y acallar la mente, para ser sin m¨¢s; y, sin embargo, quiz¨¢ tengamos m¨¢s necesidad de lograrlo que en ning¨²n otro momento anterior de la historia.
Mih¨¢ly Cs¨ªkszentmih¨¢lyi, un catedr¨¢tico h¨²ngaro de Psicolog¨ªa conocido por sus trabajos sobre la creatividad y la felicidad, propuso por primera vez la idea del fluir (que a veces se llama zona) hace m¨¢s de 20 a?os, y lleva mucho tiempo investig¨¢ndolo y escribiendo sobre ello. Pero el concepto de Cs¨ªkszentmih¨¢lyi de ser uno (estar completamente absorto en una actividad) es algo que los artistas y quienes practican la meditaci¨®n conocen desde hace muchos cientos e incluso miles de a?os. Y la atenci¨®n plena en el dibujo ha sido la actividad meditativa que a m¨ª personalmente me permite acceder a este estado de la manera m¨¢s f¨¢cil. Cuando estoy en ese fluir no habito ya mi mente que piensa; de hecho, en gran medida pierdo mi sentido del yo. Me descubro, en cambio, abri¨¦ndome a la sencillez de solo ser, de solo dibujar.
?Qu¨¦ es lo que pasa cuando dibujamos? ?Y c¨®mo y por qu¨¦ tiene el sencillo acto de dibujar tanto impacto sobre nosotros? Durante mucho tiempo no obtuve respuestas, ni tampoco las busqu¨¦ especialmente. Me satisfac¨ªa tan solo ser creativa y disfrutar de dejar trazos sobre el papel; pero en la veintena, tras varios a?os dibujando, e incluso despu¨¦s de trabajar un breve periodo de tiempo como ilustradora, descubr¨ª la meditaci¨®n y el mindfulness, y poco a poco lo que hab¨ªa sido un misterio se fue aclarando.
Nuestra mente est¨¢ expuesta a la hiperactividad. Quiz¨¢ tengamos m¨¢s necesidad que nunca de encontrar un espacio en el que calmarla
Lo que descubr¨ª fue que la pr¨¢ctica de la meditaci¨®n con atenci¨®n plena evocaba en m¨ª las mismas respuestas que dibujar. El estado mental en el que entraba durante la meditaci¨®n no difer¨ªa en nada, desde un punto de vista cualitativo, del estado en el que me encontraba cuando estaba absorta en el dibujo.
La pr¨¢ctica de la atenci¨®n plena y de la meditaci¨®n, como muchas otras tradiciones meditativas, proporciona a los meditadores un punto de atenci¨®n donde concentrar la mente. En la pr¨¢ctica de atenci¨®n plena este centro lo suelen constituir las sensaciones corporales y el movimiento de la respiraci¨®n que fluye hacia dentro y hacia fuera. En otras tradiciones meditativas tal vez usen un mantra, la llama de una vela o una imagen. Lo que hacen todos estos puntos de atenci¨®n es darle a nuestra atareada mente pensante algo sobre lo que posarse, un espacio que habitar, algo a lo que volver cuando el flujo de pensamientos, recuerdos, fantas¨ªas, asuntos del futuro o del pasado, emociones, atracciones, aversiones o deseos amenace con llevarnos lejos del aqu¨ª y el ahora.
Ser creativo y dibujar es algo que nos resulta natural a todos. Sin condicionamientos ni instrucciones, en cuanto somos capaces de sostener una cera, empezamos a explorar el trazar l¨ªneas, queremos expresarnos y disfrutar del acto de dibujar. No hay ni que pens¨¢rselo. El problema aparece cuando interviene la mente que piensa.
En el budismo zen existe un t¨¦rmino, shoshin, que se traduce como ¡°mente de principiante¡±. Cuando practicamos esta mente de principiante vivimos siempre la experiencia como si fuera la primera vez. Cuando dibujamos con mente de principiante podemos permitir que el proceso de dibujo sea nuestro amigo, nuestra gu¨ªa, nuestro compa?ero de juegos. Cuando dibujamos con mente de principiante no tenemos la expectativa de ser competentes, de ser un Miguel ?ngel o un Leonardo da Vinci; no somos m¨¢s que principiantes; solo estamos dibujando. La mente de principiante nos permite centrarnos en el proceso de dibujar y dejar de preocuparnos por el resultado final. Cuando digo ¡°resultado¡± me refiero a algo terminado. Me refiero a esos dibujos que se supone que han de compararse favorablemente con otros que hayamos hecho, o que cualquiera que haya en la sala haya hecho, o incluso que cualquier persona del mundo haya hecho nunca. El resultado: ?qui¨¦n lo necesita? Cu¨¢nta presi¨®n del todo innecesaria y absolutamente falta de alegr¨ªa.
Los pensamientos no son m¨¢s que h¨¢bitos. Los pensamientos habituales crean caminos neuronales en el cerebro. Los pensamientos que pensamos con frecuencia son como grandes autopistas. Si tienes un cr¨ªtico interior fuerte, los pensamientos asociados con ¨¦l recorren esos caminos de tu cerebro a toda velocidad, como si fueran autov¨ªas de cuatro carriles. Pero, gracias a algo que los cient¨ªficos llaman neuroplasticidad, podemos, de forma literal, cambiar de ideas.
Cuando estamos dibujando con atenci¨®n plena, nos estamos encontrando con el mundo de una forma que resulta muy ¨ªntima
Si nuestra pr¨¢ctica se extiende en el tiempo, la atenci¨®n plena nos permitir¨¢ interrumpir el flujo habitual de pensamientos negativos de tal forma que vayamos abandonando poco a poco esas autopistas mentales hasta que, por el poco uso, se degraden, se vayan convirtiendo en senderos campestres llenos de maleza de un solo carril y finalmente, esperemos, en pleno campo. Y si mientras todo esto ocurre, mientras permitimos que esos pensamientos cr¨ªticos se disuelvan hasta la nada, seguimos dibujando, estaremos desarrollando nuevas habilidades, permiti¨¦ndonos a nosotros mismos descubrir que en realidad dibujar est¨¢ bien, y que est¨¢ bien tener atenci¨®n plena y conectar de esta manera. Cambiaremos.
En su hermoso libro La magia de los sentidos, el fil¨®sofo y fenomen¨®logo David Abram escribe sobre la reciprocidad como algo del cuerpo, de la mano y del ojo, y no solo del cerebro. ¡°Mi mano¡±, escribe, ¡°es capaz de tocar cosas solo porque mi mano es en s¨ª misma una cosa tocable. De manera parecida, los ojos, con los que veo las cosas, son en s¨ª mismos visibles¡±.
Cuando estamos dibujando y viendo con atenci¨®n plena, pues, nos estamos encontrando con el mundo de una forma ¨ªntima que tal vez nunca experimentemos en ning¨²n otro sitio, o de la misma manera. La conexi¨®n que formamos con lo que estamos viendo, lo que estamos dibujando y d¨®nde lo estamos dibujando va m¨¢s all¨¢ de lo intelectual, m¨¢s all¨¢ de las palabras y el lenguaje, o incluso de las marcas. Va m¨¢s all¨¢ incluso de la mente pensante. Es la relaci¨®n de dos cuerpos en el espacio, una relaci¨®n intuitiva del esp¨ªritu, en la que empezamos a percibir la naturaleza de las cosas, su mismidad, su ser. Y cuando esto ocurre podemos, sencillamente, ser con ellas en nuestra propia finitud.
Wendy Ann Greenhalgh es escritora, artista y profesora de meditaci¨®n. Este extracto est¨¢ tomado de ¡®La meditaci¨®n y el arte de dibujar¡¯, que ser¨¢ publicado por la editorial Siruela el 15 de enero.
Traducci¨®n de Eva Cruz Garc¨ªa.
Babelia
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