Ahora
Odiaba la palabra ¡°completo¡±, ¡°definitivo¡±, y final. Hasta el ¨²ltimo minuto nada con Parra estaba terminado
Mucha gente peregrinaba a la casa de Nicanor Parra en Las Cruces, donde ser¨¢ enterrado este mi¨¦rcoles, pero los amigos, los que ¨¦l llamaba as¨ª al menos los escog¨ªa ¨¦l. Lector apasionado del diario, buscaba sin parar c¨®mplices con que perfeccionar la que llamaba su ¡°mafia¡±. Te mandaba a llamar con algunos de sus variados esp¨ªas y sin saber c¨®mo te encontrabas en el fr¨¢gil sal¨®n de su casa entre m¨¢quinas de escribir y r¨¦plicas de la Venus de Milo, cuadernos escolares llenos a rabiar, botellas vac¨ªas y carteles con que iba perfeccionando sus ¡°trabajos pr¨¢cticos¡± u, ¡°obras p¨²blicas¡±, u ¡°artefactos visuales¡±, como iba llamando seg¨²n las temporadas esas instalaciones con objetos perdidos y frases implacables, que ocupaban la mayor parte de su tiempo tras abandonar la ilusi¨®n de ser parte de la literatura, repitiendo una y otra vez como si fuera un secreto que ¡°con Homero empez¨® la decadencia¡±.
Una vez en su casa te prohib¨ªa que lo llamaras ¡°usted¡± o antepusieras a su nombre un ¡°Don¡±. La ¨²nica relaci¨®n que soportaba era la colaboraci¨®n. Todos ten¨ªamos para Nicanor la misma edad. Todos est¨¢bamos siempre empezando y compitiendo. Perd¨ª mi tiempo dejando en distintas mesas mis libros para que me dijera algo de ellos. ¡°La novela NO VE LA realidad¡±, diagnosticaba de entrada. De los libros ajenos, cuando lo conoc¨ª, solo le interesaban los t¨ªtulos. Como si se trataran de f¨®rmulas matem¨¢ticas rescataba de mil p¨¢ginas una sola frase que segu¨ªa en pie sola. La mayor parte de esas frases la dec¨ªan al pasar okupas, nietos de tres a?os. Gente que habla por necesidad y no por arte. Le importaba saber qu¨¦ ¡°se puede¡± o ¡°no se puede decir ahora¡±. Le interesaba sobre todo el ¡°ahora¡±, del que nosotros, sus j¨®venes amigos nuevos, ¨¦ramos su informante. Los amigos de antes, los de siempre, le resultaban a la hora de indagar ese ¡°ahora¡± que le obsesionaba un estorbo del que se deshac¨ªa con m¨¢s o menos cortes¨ªa en cada caso.
La muerte de sus amigos y enemigos eran en ese sentido una forma de higiene necesaria. Muy de vez en cuando echaba de menos a Enrique Lihn, Luis Oyarz¨²n, su hermana Violeta Parra, pero la hac¨ªa para afirmar una y otra vez que ¨¦l estaba vivo, y ellos no, que segu¨ªa ahora mismo conectado como un pararrayos casi tan in¨¦dito como sus m¨¢s j¨®venes amigos. Para Nicanor yo era un colega de The Clinic, la revista sat¨ªrica con que para ¨¦l se terminaba la cultura occidental. Hablaba del director de la revista, Patricio Fern¨¢ndez, como de ¡°nuestro jefe¡±. ¡°El jefe¡± pasaba a ser luego Mat¨ªas Rivas, el editor de ediciones UDP, cuando se trataba de sus libros, publicados todos los ¨²ltimos en esta edici¨®n. Editar sus libros era a la vez extremadamente f¨¢cil y completamente imposible, cuentan los que tuvieron ese raro privilegio. Dejaba pasar p¨¢ginas y p¨¢ginas sin comentarios, para detenerse en unas palabras, o una silababa que pod¨ªa detener semanas la edici¨®n. Llamaba por tel¨¦fono a los editores reportando cada una de las opiniones sobre la palabra o verso en cuesti¨®n que hab¨ªa largamente recolectaba.
Nicanor nunca daba ning¨²n libro por terminado. Le costaba un mundo firmar contratos, odiaba la palabra ¡°completo¡±, ¡°definitivo¡±, y final. Hasta el ¨²ltimo minuto nada con Parra estaba terminado, y menos que nada su obra completa. Cuidadoso hasta el ¨²ltimo detalle sab¨ªa que a veces el descuido y el azar sabe cosas que nosotros no podemos saber. Nunca lo vi escribir, nunca lo vi hacer otra cosa. Anotaba en su cuaderno todo el tiempo frases que iba perfeccionando en la conversaci¨®n. Pensaba a muchas voces que a veces eran la tuya. Que lo era al menos hasta que la absorb¨ªa, la convert¨ªa en uno de sus artefactos, sus bandejas de pasteles, sus obras visuales varias. Despreciaba las novelas y a los novelistas, pero como ellos viv¨ªa su vida a trav¨¦s de otros. Maldito vampiro, Nicanor, eras como esos p¨¢jaros perfectos que se paran sobre el tendido el¨¦ctrico. Mil voltios en cada pierna sonre¨ªas con esa alegr¨ªa que pod¨ªa ser tantas veces terrible que pens¨¢bamos, que pensaba que ser¨ªa para siempre. ¡°Siempre¡±, justo al otro lado de la palabra ¡°ahora¡±, Nicanor, para siempre, Nicanor.
Rafael Gumucio es escritor chileno y prepara un libro sobre Nicanor Parra para UDP.
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