Mal pintado
Durante el siglo XIX las restricciones para convertirse en artista eran tantas que la primera batalla era tratar de conseguir cierta libertad, como hizo Rosario Weiss
En la d¨¦cada de 1880, Maria Bashkirtseff, joven artista y escritora rusa, part¨ªa hacia Par¨ªs con la intenci¨®n de formarse como pintora, misi¨®n nada sencilla para las mujeres entonces. Las alumnas llegaban de todas partes a la capital francesa para concentrarse en los estudios m¨¢s famosos, entre ellos el de Rodolphe Julian, del cual habla Bashkirtseff. La exclusi¨®n de las mujeres en las Academias potenciaba cierta nueva industria muy rentable: los profesores aparec¨ªan una vez por semana, daban sus opiniones apresuradas y el aprendizaje resultaba complicado por la multitud de personas reunidas en el mismo cuarto; s¨®lo las privilegiadas pod¨ªan recibir clases particulares.
La imposibilidad de una formaci¨®n s¨®lida no era un tema balad¨ª. Frente a los g¨¦neros mejor considerados, pintura religiosa, de historia o retratos, el mundo de las aspirantes a pintoras de finales del XIX ¡ªy hasta entrado del XX¡ª se circunscrib¨ªa a lo que las artistas ve¨ªan, incluso en el caso de pintoras tan radicales como las impresionistas. Era lo cotidiano, las cosas peque?as, lo que conformaba el universo de su mirada. ?C¨®mo alcanzar el ¨¦xito pintando flores y frutas o, a lo m¨¢s, una anciana cosiendo, una madre con su hijo? La propia Bashkirtseff escrib¨ªa en su diario anticip¨¢ndose a Virginia Woolf: ¡°Lo que envidio es la libertad de pasear sola, de ir y venir, de sentarse en los bancos de las Tuller¨ªas. Esa es la libertad sin la cual no es posible convertirse en artista¡±.
En efecto, durante el siglo XIX las restricciones para convertirse en artista o escritora eran tantas que la primera batalla era tratar de conseguir cierta dosis de libertad, como hicieron algunas creadoras de aquel momento, entre ellas Rosario Weiss, una de las pocas artistas ligadas a la Academia cuya obra ha sobrevivido.
Muchas lo intentaron; pocas lo consiguieron, atrapadas en su mundo de bodegones y menudencias; de cuadros mal pintados, al margen del canon. Queda s¨®lo ahora por plantear una pregunta inc¨®moda y esencial para el arte hecho por mujeres, en particular en el XIX: qui¨¦n establece el canon y desde d¨®nde. Tal vez ha llegado el momento de volver a mirar esa pintura ¡°mal pintada¡± que conforma el relato visual del XIX y tratar de revisarla sin restricciones del canon.
Babelia
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