Bueno, en el buen sentido
Muere Javier Alfaya, escritor, editor, traductor y presidente de la Fundaci¨®n Scherzo
Javier Alfaya apareci¨® por Madrid en el decenio de los sesenta. Hab¨ªa nacido en Bayona en 1939, justo al t¨¦rmino de la Guerra Civil Espa?ola. Era lo que entonces se conoc¨ªa como "una persona con inquietudes", lector impenitente y hombre muy atento a toda clase de manifestaciones culturales que, como tantos otros venidos de todos los puntos de Espa?a, pon¨ªan en la llegada a la capital de Espa?a toda su esperanza de salir del marasmo intelectual y personal en que se encontraban la mayor¨ªa de los j¨®venes de la ¨¦poca que buscaban un espacio donde se pudiera encontrar un agujero por el que asomar la cabeza para respirar algo diferente al mundo de cuartel y mesa camilla, al agobiante nacionalcatolicismo donde se ahogaban las almas provincianas.
Javier conect¨® enseguida con los grupos o grup¨²sculos de orientaci¨®n izquierdista, sobre todo relacionados con el mundo cultural y acab¨® ejerciendo como periodista en numerosas publicaciones, empezando por Cuadernos para el Di¨¢logo, la ya legendaria publicaci¨®n cr¨ªtica, especialmente cuando acab¨® convertida en semanario, blanco favorito de la Censura de la ¨¦poca. Fueron muchas las revistas que contaron con su firma, como Revista de Occidente o ?nsula y, m¨¢s adelante, Letra Internacional. Tambi¨¦n colabor¨® con peri¨®dicos como EL PA?S, El Mundo o El independiente, todos ellos fundados tras la muerte de Franco. Pero su mayor regularidad en este aspecto fue la pertenencia a la redacci¨®n de un semanario hoy ya m¨ªtico en el recuerdo: Triunfo, el m¨¢s importante de todos los que surgieron a¨²n dentro del franquismo, una bandera de libertad y oposici¨®n al R¨¦gimen en torno al cual fueron reuni¨¦ndose, bien como colaboradores, bien como lectores, la mayor¨ªa de los dem¨®cratas espa?ola en los tiempos dif¨ªciles. Cuando se produjo una dura escisi¨®n en la redacci¨®n del semanario, buena parte de los colaboradores se fueron al reci¨¦n fundado La Calle, Javier Alfaya entre ellos.
Javier era un hombre de izquierdas, un compa?ero fiable, un amigo de ley que nunca destac¨® como l¨ªder ni encabez¨® ning¨²n movimiento, pero estuvo ah¨ª donde hab¨ªa que dar el callo siempre y sin vacilar. En la historia reciente de Espa?a ha habido muchos Javieres, nada protagonistas, pero cuyo trabajo solidario contribuy¨® a expandir ideas y cultura porque cre¨ªa en ello; era un hombre con una dedicaci¨®n honesta y voluntaria y un hombre de principios que nunca reclam¨® la atenci¨®n hacia s¨ª mismo y siempre estuvo al lado de los que pensaban como ¨¦l. Casado con Babara MacShane, siempre cercano y cordial ¨¦l, siempre t¨ªmida y cercana ella, dedicaron una parte importante de su trabajo a la traducci¨®n de obras que han enriquecido los cat¨¢logos de varias de las editoriales m¨¢s exigentes y punteras y satisfecho el af¨¢n de lectura de tantos espa?oles. Entre los autores traducidos por ambos figuran nombres tan prestigiosos como Joseph Conrad, Graham Greene, Angus Wilson, Nadine Gordimer, Iris Murdoch, Gerald Durrell, Isak Dinesen Isaac Asimov o George Steiner, nombre que dan idea cabal de la importancia de su contribuci¨®n al conocimiento de la literatura extranjera en nuestro pa¨ªs.
Javier era adem¨¢s un gran mel¨®mano, al que personalmente debo mucha informaci¨®n y una parte del gusto musical adquirido, sobre todo en lo que respecta a la m¨²sica contempor¨¢nea. Fue director, y creo que fundador, de la estupenda revista Scherzo, una gu¨ªa imprescindible para la orientaci¨®n del aficionado, y actualmente era director de la Fundaci¨®n Scherzo. Desde la revista luch¨® por el reconocimiento en Espa?a de autores dif¨ªciles como Hans Werner Henze, por los que apost¨® decididamente desde las p¨¢ginas de la revista.
Yo conoc¨ª a Javier a trav¨¦s Cuadernos para el di¨¢logo y nunca dejamos de vernos, aunque dej¨¢semos estos encuentros a la casualidad que nos acercaba a uno y otro lado del Retiro hasta hace bien poco. Y siempre sigui¨® siendo el buen amigo, el buen compa?ero, el hombre tranquilo, cordial y cachazudo que nunca tuvo un mal gesto o una mala palabra, ni -algo a lo que habr¨ªa tenido derecho por su propia enjundia y peso intelectual- envidia alguna. Era, como dec¨ªa Antonio Machado, "en el buen sentido de la palabra, bueno". Por edad, le correspondi¨® soportar treinta y seis a?os de dictadura y cuarenta y pico de democracia, todos ellos vividos con dignidad y coherencia. Descanse en paz.
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