Muere el escritor, cr¨ªtico y editor Javier Alfaya
Presidente de la Fundaci¨®n Scherzo, form¨® parte de redacciones m¨ªticas como ¡®Triunfo¡¯ o ¡®Cuadernos para el Di¨¢logo¡¯
Javier Alfaya fue muchas cosas, pero sobre todo una: un tipo ¨ªntegro. Y esa integridad la basaba en una constante beligerancia cr¨ªtica respecto a la realidad. Le preced¨ªa su amplio ment¨®n. La sonrisa representaba en ¨¦l un pr¨®logo travieso, dispuesto a la sana controversia. Disfrutaba de la m¨²sica y ejerc¨ªa paciente y apasionadamente, seg¨²n el caso, de mel¨®mano. Si se te antojaba consultarle algo, sab¨ªas positivamente que lo pod¨ªas hacer en el hall del Auditorio Nacional o en el descanso de cualquier concierto en varios puntos de Espa?a. Supo vivir, pero al final, con esa clarividencia que marca a los grandes, tambi¨¦n supo morir.
As¨ª ha sido este lunes, en Madrid. Lejos de esa Galicia a la que nunca dej¨® de pertenecer desde que naciera en Bayona (Pontevedra), un 6 de agosto de 1939. En esa alejada Espa?a ba?ada por el Atl¨¢ntico y marcada por la posguerra, forj¨® su mirada cr¨ªtica y comprometida con los perdedores. Lleg¨® a Madrid en esa olla a presi¨®n contestataria de los sesenta. La pol¨ªtica lo marc¨® y milit¨® en la izquierda con la acci¨®n y el pensamiento centrados en una urgencia colectiva: derrotar el franquismo.
Se empe?¨® en ello desde el periodismo. Form¨® parte de redacciones legendarias. Escribi¨® para Mundo obrero, La calle, Triunfo, Cuadernos del Di¨¢logo, Revista de Occidente¡ Colabor¨® con EL PA?S, El Mundo, El Independiente. Firm¨® fuera de Espa?a en publicaciones como Le Monde Diplomatique.
Pero sus inquietudes no quedaban reducidas al periodismo diario o semanario ni al articulismo. Se adentr¨® en la poes¨ªa, el ensayo y la novela. Dentro de esos g¨¦neros aparecieron sus poemarios Transici¨®n o La libertad, la memoria. Junto a Nicol¨¢s Sartorius public¨® La memoria insumisa y m¨¢s adelante, en solitario, Cr¨®nica de los a?os perdidos. Como novelista produjo Eminencia o la memoria finjida, Inquietud y desorden en la casa abacial y Leyenda o el viaje sentimental.
Fue la m¨²sica, sin embargo, a la que se entreg¨® en las d¨¦cadas finales de su vida. Como cr¨ªtico, como dinamizador, como editor"
No fue suficiente para una especie de avidez cong¨¦nita. Su ind¨®mita receta como forma de estar en el mundo y una inquebrantable curiosidad intelectual lo llevaron junto a su mujer, la serena y formidable, Barbara McShane y su hijo Patrick ¨Ca quien inocul¨® su pasi¨®n por la m¨²sica y la literatura- a traducir obra grande. Destacaron sus incursiones en autores como Joseph Conrad, Graham Greene, Hemingway, Iris Murdoch, George Steiner o Salman Rushdie, entre otros.
Fue la m¨²sica, sin embargo, a la que se entreg¨® en las d¨¦cadas finales de su vida. Como cr¨ªtico, como dinamizador, como editor. Dirigi¨® la colecci¨®n Alianza M¨²sica en la ¨²ltima etapa junto a Valeria Ciompi. Lanz¨® obra musical y biograf¨ªas de compositores desde sus funciones como presidente de la Fundaci¨®n Scherzo con sellos como Antonio Machado Libros. Tambi¨¦n, dentro de ese ¨¢mbito, fund¨® la revista mensual Scherzo e impuls¨® junto a dicho c¨ªrculo los ciclos musicales que dependen de la fundaci¨®n.
Explor¨® y aun¨® el arte musical con la letra impresa sin descanso. Gracias a ello fund¨ªa sus dos grandes pasiones. Pero sobre todo contribu¨ªa a engrandecer y ensanchar la sabidur¨ªa de varias generaciones. Lo hizo lejos de renunciar a la auto exigencia y sin saltarse campos minoritarios como editor concienzudo. En este sentido se arriesg¨® con la m¨²sica contempor¨¢nea apostando por vol¨²menes dedicados a Hans Werner-Henze, por ejemplo, o en la reivindicaci¨®n de autores espa?oles difuminados por la di¨¢spora, caso de Roberto Gerard, de quien lanz¨® una fundamental biograf¨ªa escrita por Leticia S¨¢nchez de Andr¨¦s. Su obsesi¨®n se centr¨® en un constante esfuerzo por formar p¨²blicos m¨¢s sabios, seres humanos mejores. Costar¨¢ saldar la deuda de su ingente legado.
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