En la m¨²sica est¨¢ la vida
A ?lvaro le diagnosticaron un c¨¢ncer en estadio III a los 26 a?os y, tras dos trasplantes de m¨¦dula, decidi¨® dejar su trabajo y dedicarse a la m¨²sica. Despu¨¦s de a?os de romper pron¨®sticos m¨¦dicos desde que toca, saca su primer disco
Acababa de reaparecer abruptamente el c¨¢ncer en su vida tras el segundo trasplante de m¨¦dula cuando ?lvaro se levant¨® de la silla en mitad de una reuni¨®n de empresa, se despidi¨® sin dar explicaciones, dej¨® su trabajo, se fue a casa y se puso a tocar su guitarra durante 10 horas seguidas. Si iba a morirse, pens¨® definitivamente, que le pillase haciendo lo que le hac¨ªa sentirse m¨¢s vivo. Que le pillase tocando m¨²sica. ¡°Estaba en una oficina en Carabanchel, en una empresa que se llamaba Matrix, rodeado de tres tipos enfadados por el curro y me levant¨¦ y les dej¨¦ ah¨ª¡±, recuerda. ¡°Me quit¨¦ la corbata y romp¨ª los papeles que llevaba en el malet¨ªn. Estaba tan jodido de la vida que dije: ¡®Todo a tomar por culo, menos la guitarra¡±.
?lvaro Barb¨®n (Madrid, 1985) ten¨ªa 28 a?os. Dos a?os antes, justo dos d¨ªas antes de su cumplea?os, le hab¨ªan diagnosticado c¨¢ncer linf¨¢tico en estadio III, muy avanzado. Hab¨ªa recibido tratamientos de quimioterapia y vivido en el hospital casi desde entonces. Con el segundo trasplante de m¨¦dula, donada por su hermano menor Javier, pens¨® en volver a hacer una vida normal como jefe de una importante delegaci¨®n inform¨¢tica en Madrid tras haber pasado antes de la enfermedad por SAP, una multinacional inform¨¢tica en la que hab¨ªa destacado como el consultor m¨¢s joven de su promoci¨®n. Pero a los tres meses, y justo cuando tambi¨¦n terminaba una relaci¨®n de cinco a?os con su novia, volvieron a llegar las malas noticias: el c¨¢ncer no ced¨ªa. El trasplante no era suficiente y hab¨ªa que volver a otro duro tratamiento para remitirlo. ¡°Estaba hundido. Mi cabeza no funcionaba. Fui a varios psiquiatras y me medicaron para poder dormir. Y ni con esas dorm¨ªa. Se me hac¨ªa un mundo hasta coger un tel¨¦fono para hablar con mi madre¡±, cuenta.
Estaba hundido, pero entonces lleg¨® el d¨ªa de furia. El d¨ªa de furia con el c¨¢ncer, con la muerte, con la vida. ¡°En esas diez horas en mi habitaci¨®n con la guitarra, compuse dos canciones: Vas por la calle y Tranquila, que tiene la frase: ¡®Vas caminando por la vida con la vida a cuestas¡±, dice. Ambas composiciones forman parte de su primer disco, Nunca paro de re¨ªr, recientemente publicado con su banda Barbonautas tras una campa?a de crowfunding. Es un ¨¢lbum de pop-rock luminoso con aires de rumba, pero es especialmente una ¡°filosof¨ªa vital¡±, el resumen perfecto de lo que sucedi¨® a partir de ese d¨ªa de 2014 en el que ?lvaro dej¨® su trabajo y decidi¨® dedicarse a tiempo completo, con toda su alma, a la m¨²sica, aun sabiendo que el calendario no estaba de su parte. ¡°La vida o la vives o esperas a morir. Cambi¨¦ el chip. Estaba esperando a morir. No estaba viviendo¡±, explica, acompa?ado de una cerveza, sentado en un bar del madrile?o barrio de Alonso Mart¨ªnez.
?lvaro es corpulento. Su barba rubicunda contrasta con su cabeza sin pelo a causa del actual tratamiento, uno experimental al que s¨®lo se someten 16 personas en el mundo. Su mirada c¨¢lida acompa?a a cada una de sus risas contagiosas y francas. Bastan 10 minutos de charla para ver que hace honor a la premisa de su disco: nunca para de re¨ªr. ¡°Re¨ªr, re¨ªr y volver a re¨ªr¡±, dice. Esa es tambi¨¦n la frase que lleva tatuada en su brazo derecho. Una frase que es una especie de c¨®digo con sus hermanos. En el otro brazo lleva otro tatuaje en el que se lee: Relax & Enjoy. ¡°Lo que m¨¢s me ha jodido de mi enfermedad es tener que joder a los dem¨¢s. Por ejemplo, ver a mi madre sufriendo¡±, confiesa. ¡°Cuando me diagnosticaron el c¨¢ncer, me acojon¨¦, como todo el mundo. Pero ya estoy acostumbrado a vivir con la incertidumbre. La enfermedad forma parte de mi vida¡±, a?ade.
Su risa ilustra su ¨¦tica contra el desamparo y el desahucio emocionales que por decreto llega con el c¨¢ncer. Una risa que naci¨® en el mismo momento en que decidi¨® dedicarse a la m¨²sica, aunque su familia al principio no entendiese que dejase su brillante carrera profesional como inform¨¢tico. ¡°Lo que me hace feliz es tocar y componer¡±, cuenta. ¡°No pretendo ser un m¨²sico profesional. Solo aspiro a tocar todos los d¨ªas¡±. Fue algo que empez¨® a necesitar ya en los largos ingresos en el hospital entre trasplante y trasplante, cuando convenci¨® a los m¨¦dicos para que le dejasen meter en la habitaci¨®n una guitarra y un ukelele que toc¨® ¡°a saco¡±. ¡°He visto salir a t¨ªos de mi habitaci¨®n dentro de la bolsa. Qu¨¦ iba a hacer. Prefer¨ªa tocar que ver la televisi¨®n¡±, dice. Se puede afirmar que tocar supone todo un desaf¨ªo a la muerte. Desde que solo vive por y para la m¨²sica ha ido tumbando todos los pron¨®sticos m¨¦dicos. No hay estudios cient¨ªficos que lo puedan comprobar, pero, como ese Walter White de Breaking Bad que gana una y otra vez batallas al fundido en negro viviendo cada d¨ªa al l¨ªmite, ?lvaro asegura sin titubeos que la m¨²sica le hace sentir tan vivo que le da pr¨®rrogas impensables: ¡°Es un salvavidas. Es lo que ha conseguido que no me vuelva completamente loco ni me hunda en la depresi¨®n¡±.
Ahora sabe tocar la guitarra, el bajo, el ukelele, la bater¨ªa, el caj¨®n y la percusi¨®n, rompiendo as¨ª tambi¨¦n las previsiones de alg¨²n m¨¦dico que le dijo que, debido al fuerte tratamiento, no podr¨ªa volver a tocar ning¨²n instrumento. No deja de hacerlo ni aun cuando siente que se le ¡°derriten los dedos¡± por la neuropat¨ªa que le causa la quimioterapia. Tampoco se est¨¢ quieto. Su agenda echa humo. Aparte de los conciertos con su banda Barbonautas, toca los fines de semana en el restaurante Santo Bar¨®n, da clases particulares de guitarra a ni?os y visita hospitales con la fundaci¨®n M¨²sica en vena donde toca y canta para enfermos de trasplantes y todo aquel que le quiera escuchar. ¡°El otro d¨ªa en el hospital Puerta de Hierro se me acerc¨® un hombre y me dijo: ¡®Gracias por hacerme sentir¡¯¡±, cuenta. ¡°Esa es la clave¡±, sentencia elevando su voz.
Desde que era adolescente y su padre le pon¨ªa en el coche cintas de Miguel R¨ªos, Antonio Vega o Los Secretos, ?lvaro no ha dejado de sentir la m¨²sica, pero solo cuando supo que la muerte le esperaba al otro lado de la puerta, cuando conoci¨® su verdadera existencia, le ha dado unas fuerzas sobrehumanas. ¡°Todo lo que depende de m¨ª lo hago. No voy a dejar de vivir ni a estrujarme la mente por nada, ni por el c¨¢ncer¡±, afirma. ¡°Un d¨ªa sin re¨ªr es un d¨ªa perdido. Y un d¨ªa sin m¨²sica es tambi¨¦n un d¨ªa perdido¡±, sentencia. Mientras pide otra cerveza y comenta la versi¨®n que su banda ha hecho de la canci¨®n Salitre de Quique Gonz¨¢lez, se constata de forma tan meridiana que ?lvaro lleva tantos d¨ªas ganados que muchos, incluso aqu¨¦llos que no est¨¢n enfermos de nada, bien podr¨ªan fijarse en c¨®mo lo hace. ¡°A tomar por culo¡±, dice. ¡°Ese fue mi primer paso. Luego cog¨ª la guitarra y hasta hoy¡±.
Babelia
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