Recordando con ira
De chica sab¨ªa que algunos hombres se iniciaban con la mucama. Todav¨ªa hoy Human Rights Watch denuncia agresiones a empleadas dom¨¦sticas
Cuando yo era chica, sab¨ªa, como muchas de mis compa?eras de colegio, que algunos de sus hermanos se iniciaban con la mucama de la casa. No se hablaba del asunto, que parec¨ªa formar parte de las tareas dom¨¦sticas de esas muchachas pobres de provincia. Esa ofensiva explotaci¨®n era invisible incluso para las se?oras de la casa; y las mucamas de hogares respetables, cristianos y ordenados aceptaban el silencio porque, si hablaban, seguramente pod¨ªan perder su trabajo y terminar en una situaci¨®n todav¨ªa peor: la de prostituta o, en el mejor de los casos, la de mentirosa.
Human Rights Watch proporciona la siguiente enumeraci¨®n de ofensas perpetradas, todav¨ªa hoy, sobre empleadas dom¨¦sticas: ¡°Jornadas excesivas sin descanso, falta de pago de salarios, imposibilidad de salir del lugar de trabajo, abuso sexual y f¨ªsico, trabajo forzado y trata de personas¡±. Se han detectado estas transgresiones en Estados Unidos, El Salvador, Guatemala, Indonesia, Malasia, Marruecos, Filipinas, Arabia Saud¨ª, Singapur, Emiratos ?rabes. Detr¨¢s del mandil, apropiado t¨ªtulo para un estudio publicado en Per¨² en 2007, asegura que entre 100 servidoras dom¨¦sticas entrevistadas durante un a?o, 4 sufrieron violaci¨®n y casi el 30%, acoso sexual permanente. Mujeres ofendidas y humilladas, junto a ellas debi¨® andar la Mar¨ªa del poema de Juan Gelman: ¡°Se llamaba Mar¨ªa todo el tiempo de sus diecisiete a?os,?/ era capaz de tener alma y sonre¨ªr con pajaritos,?/ pero lo importante fue que en la valija le encontraron?/ un ni?o muerto de tres d¨ªas envuelto en diarios de la casa¡±.
Naturalmente, esas mujeres no conocieron a Harvey Weinstein ni saben qui¨¦n es Polanski, y por lo tanto sus historias de vida son parte de una encuesta sociol¨®gica, no tema para un plano de televisi¨®n prime time. Adem¨¢s, esas Mar¨ªas callan tambi¨¦n pensando en sus familias de peque?os pueblos provincianos y mestizos; en la verg¨¹enza de sus madres; en la posible c¨®lera de alg¨²n hermano que viviera como ellas en la ciudad donde fueron usadas. Hicieran lo que hicieran, las cosas siempre resultar¨ªan peor. No solo ser¨ªan abusadas, sino que seguir¨ªan en el barro y la oscuridad.
Esas mujeres callan pensando en sus familias de pueblos provincianos; en la verg¨¹enza de sus madres; en la posible c¨®lera de alg¨²n hermano...
Primas de esas mujeres eran las obreras que conoc¨ª en una gran f¨¢brica electromec¨¢nica de los alrededores de Buenos Aires. Tan bravas que a¨²n hoy no me parece f¨¢cil que se atrevieran con ellas. Eran militantes pol¨ªticas o sindicales, altivas, desafiantes y dispuestas a correr riesgos. No hab¨ªa medios de comunicaci¨®n que las representara si alguna de ellas sufr¨ªa el acoso masculino; tampoco la f¨¢brica ten¨ªa un manual de procedimientos para tales casos. Pod¨ªan perder el trabajo, pero no vacilaban en pegarle dos patadas a un var¨®n que se atreviera. Y si se trataba del capataz, mejor todav¨ªa. Eran inteligentes y feroces; ten¨ªan una autonom¨ªa sostenida por el orgullo. Pod¨ªan perder la vida, como tantos en la larga historia del sindicalismo y de las luchas de las minor¨ªas raciales, de modo que lo dem¨¢s se cre¨ªan en condiciones de enfrentarlo.
Ni qu¨¦ hablar, a finales de los a?os setenta, de las mujeres que salieron solas a denunciar la desaparici¨®n o el asesinato de sus hijos. Tampoco las acompa?¨® la televisi¨®n local, mientras daban vueltas por la plaza. No calcularon que les conven¨ªa esperar 5 o 10 a?os para hacer la denuncia del crimen. Salieron sobre caliente, arriesg¨¢ndose sin medida. Eran protagonistas de una tragedia y decidieron actuar en el momento mismo de los hechos, no cuando esos hechos pueden convertirse en guion para una serie de Netflix. Como Ant¨ªgona, esas mujeres no quer¨ªan que los cad¨¢veres quedaran insepultos.
Podr¨ªa mencionar otros hechos honrosos, aunque no heroicos. En 1966 y tambi¨¦n en 1976, la universidad argentina fue intervenida por dictaduras militares. Centenares de profesores abandonaron sus puestos, porque no estaban dispuestos a trabajar ni un minuto m¨¢s en condiciones de violencia. Decidieron que, finalmente, una carrera no vale tanto. A algunos la vida les dio revancha, a otros no se la dio. Pero todos, en el momento de elegir, hicieron un acto libre, donde el c¨¢lculo sobre su camino acad¨¦mico pes¨® poco. Familias enteras partieron al exilio y fueron las mujeres quienes tomaron a su cargo la doble tarea de trabajar en tierra extranjera e instalar all¨ª a sus hijos.
El poema de Gelman sobre Mar¨ªa, la sirvienta, describe con deliberada crudeza una biograf¨ªa social, cuyos l¨ªmites no permiten una acci¨®n libre. Mar¨ªa no puede elegir porque no puede imaginar otra salida. Las condiciones sociales ya han elegido por Mar¨ªa, que est¨¢ presa en su c¨¢rcel de pobreza, ignorancia y destituci¨®n. Mar¨ªa no calcula qu¨¦ le conviene hacer para su futuro ni c¨®mo le conviene manejar su presente. Las operaciones del c¨¢lculo son para quienes disponen de tiempo y de la posibilidad de administrarlo. Es decir, para quienes viven en condiciones de libertad recibida, heredada o ganada por la propia lucha. Una historia de las mujeres incluye estos cap¨ªtulos bien diferentes.
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