Solomillos de lujo
Javier F¨®rcola retoma y traduce 'Panam¨¢ Al Brown', una estupenda y emocionante biograf¨ªa-homenaje de Eduardo Arroyo al boxeador Alfonso Te¨®filo Brown
1. Regeneraci¨®n
Pertenezco a una generaci¨®n que, en general, no ha mostrado hasta hace bien poco lo que podr¨ªamos llamar ¡°conciencia animalista¡±. Nunca le¨ª entero ¡ªni siquiera de primera mano¡ª Liberaci¨®n animal (Trotta), de Peter Singer, un libro fundacional de hace 40 a?os que aqu¨ª se public¨® un cuarto de siglo despu¨¦s, lo que ya es un dato sobre el nulo inter¨¦s que entre nosotros suscitaba el asunto. Y recuerdo con rubor no haberme tomado demasiado en serio a mi admirado Jorge Riechmann cuando intentaba explicarme ¡ªhace ya dos d¨¦cadas¡ª de qu¨¦ iba la nueva ¨¦tica animalista; incluso quiero recordar (y a¨²n me sonrojo) haber empleado como defensa dial¨¦ctica ante sus argumentos una frase-mantra de Sartre (de Las palabras) en la que, a prop¨®sito del cari?o que alguien profesaba a alguna mascota, el fil¨®sofo al que m¨¢s he admirado y que m¨¢s veces se equivoc¨® pontificaba que cuando se ama demasiado a los animales, se los ama contra las personas. Peor a¨²n (si se me permite una peque?a frivolidad autobiogr¨¢fica): me gustan tanto las hamburguesas a la parrilla que cuando las saboreo me resulta dif¨ªcil caer en la cuenta de que me estoy zampando carne de un animal ¡ªcomo yo¡ª que ha experimentado un largo proceso de maltrato y sufrimiento hasta llegar a mi est¨®mago. Viene esto a cuento de que el otro d¨ªa pas¨¦ por delante de una de esas modernas y lujosas carnicer¨ªas en las que las piezas de carne sacrificada ¡ªcabezas, cuartos traseros, jugosos costillares¡ª cuelgan art¨ªsticamente y en diversas fases de maduraci¨®n en el interior de escaparates frigor¨ªficos, como si se tratara de una colecci¨®n de ropa de invierno preparada para que alg¨²n miembro de la familia Casiraghi, pongo por caso, elija una prenda para lucirla en su refugio invernal de Gstaad. De repente, experiment¨¦ como un peque?o satori o iluminaci¨®n, y me vi all¨ª dentro, desollado y colgando despiezado ¡ªtronco, muslos, abdomen¡ª como si fuera un modelo para un ecorch¨¦ de Andrea Vesalio. La carne yendo a la carne, me dije con un punto de repugnancia canibalesca (se calcula que matamos a m¨¢s de 56.000 millones de animales al a?o). Bueno, no s¨¦ cu¨¢nto tiempo me durar¨¢ la abstinencia de carne (la m¨ªa es d¨¦bil), pero les aseguro que llevo desde entonces evit¨¢ndola concienzudamente, quiz¨¢ porque nunca me hab¨ªa sentido tan pr¨®ximo a un can¨ªbal. Reconozco que a ello me ayuda bastante la lectura del muy militante y audaz Zo¨®polis, una revoluci¨®n animalista (Errata Naturae), de los fil¨®sofos Sue Donaldson y Will Kymlicka, pero no s¨®lo. Mucho m¨¢s cercanos a nuestra cotidianidad alimenticia son, por ejemplo, algunos de los libros del cat¨¢logo de Diente de Le¨®n, cuya directora, Ana Azc¨¢rate, est¨¢ empe?ada en la limpieza y regeneraci¨®n del organismo. Les recomiendo, por ejemplo, Esto no es normal, de Joel Salatin, un compendio de sabidur¨ªa y sentido com¨²n a cargo de un granjero que sabe de lo que habla.
2. Estudios
La primera vez que entr¨¦ en el estudio de un pintor fue en el de mi t¨ªo, Juan Guillermo (1916-1968), joven miembro de la llamada Escuela de Madrid, hoy menos conocido de lo que debiera. Me sent¨ªa tan a gusto en aquel ¨¢mbito que durante un verano de mi adolescencia decid¨ª montarme uno por mi cuenta y emborronar docenas de cartones y lienzos con efigies planas y expresionistas al acr¨ªlico, que copiaba de lo que entonces hac¨ªa Modest Cuixart, cuya pintura admiraba. Nunca volv¨ª a pintar, pero he seguido visitando estudios de pintores siempre que se me presenta la ocasi¨®n. El m¨¢s bello, ordenado y envidiable ¡ªall¨ª me quedar¨ªa a vivir para siempre¡ª es el de Eduardo Arroyo, en un piso interminable y arom¨¢tico de la Costanilla de los ?ngeles. Parte de su luminosa hermosura se debe, supongo, a que, adem¨¢s de lienzos y toda clase de tubos, pinceles y ¡°recados de pintar¡±, el espacio est¨¢ lleno de libros. Arroyo pinta, lee y ama los libros. Y es propietario de varias bibliotecas tem¨¢ticas en las que vuelca y sublima sus mitoman¨ªas. Una de ellas es el boxeo, un deporte/arte del que colecciona todo lo que encuentra. Arroyo es adem¨¢s un estupendo escritor: intuitivo y apasionado, con ojo para el detalle (que es donde se refugia casi todo lo que impulsa un gran cuadro/libro). Ahora Javier F¨®rcola, un editor atento al aire del tiempo, retoma y traduce ¡ªampliado¡ª Panam¨¢ Al Brown, una estupenda, emocionante biograf¨ªa-homenaje de Alfonso Te¨®filo Brown (1902-1951), que Arroyo compuso a mayor gloria de aquel peso gallo que surgi¨® de la sordidez y la miseria, revolucion¨® el boxeo, conquist¨® el mundo, disfrut¨® de la opulencia y el capricho con esa furia fren¨¦tica que solo proporciona la venganza, y muri¨® enfermo y abandonado de todos. En el fondo, (otra) historia inmortal.
3. Mao¨ªstas
M¨¢s all¨¢ de la cr¨®nica apasionante/espeluznante La cuarta espada (Debate, 2007), de Santiago Roncagliolo, y de novelas (del propio Roncagliolo, de Vargas Llosa, de Alonso Cueto) que tratan directa u oblicuamente el conflicto que desgarr¨® al Per¨² de los ochenta (y m¨¢s all¨¢), Breve historia de Sendero Luminoso (Catarata), de Jer¨®nimo R¨ªos y Mart¨¦ S¨¢nchez, constituye una eficaz s¨ªntesis de los or¨ªgenes, la evoluci¨®n ideol¨®gica y t¨¢ctica y la derrota final (hasta su posterior marginalizaci¨®n narcoguerrillera) de la ¨²nica organizaci¨®n revolucionaria de car¨¢cter mao¨ªsta (y no foquista o guevarista) que lleg¨® a tener influencia en Am¨¦rica Latina. Una historia terrible (casi 70.000 muertos) punteada por la crueldad y la barbarie sin l¨ªmite (matanzas, asesinatos, torturas) desatadas tanto por la organizaci¨®n de Abimael Guzm¨¢n ¡ªun potencial Pol Pot andino¡ª como por las fuerzas (legales o no) encargadas de su represi¨®n, y que culminaron durante el mandato de la corrupta cleptocracia Fujimori/Montesinos. Un relato atroz que ni siquiera admite el consuelo de la suspensi¨®n de la incredulidad.
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