Timidez: historia de un malentendido (con modestas soluciones)
El anecdotario del apuro no es tan conocido como el de la audacia, pero su inter¨¦s es mayor que nunca en esta ¨¦poca de intimidad retransmitida a todas horas
La palabra latina solitudo significa soledad, pero tambi¨¦n desierto. El explorador brit¨¢nico Alexander Kinglake estuvo vagando por el Sina¨ª durante d¨ªas hasta que se cruz¨® con otro explorador, tambi¨¦n ingl¨¦s. S¨®lo se tocaron un momento los sombreros. Nadie en su pa¨ªs, sin embargo, se habr¨ªa sorprendido demasiado ante una escena tan escueta. La introversi¨®n brit¨¢nica celebr¨® la inauguraci¨®n, algunos a?os despu¨¦s, en 1840, de la era de la privacidad postal. No hab¨ªa hasta entonces sellos, sobres cerrados ni buzones en las ?calles. El postmaster de cada pueblo dej¨® de ser la fuente oficial de cotilleos y la timidez encontr¨® por fin su desahogo epistolar.
Es un reto seguir la pista de la introversi¨®n en la historia. Deja escaso rastro y sus estragos suelen esconderse bajo todo tipo de malentendidos. El futbolista norirland¨¦s George Best, por ejemplo, figura como modelo de deportista disoluto en los a?os sesenta y setenta, pero detr¨¢s de sus vicios y sus espantadas (una vez no se present¨® en la concentraci¨®n de Irlanda de Norte y se escap¨® a Marbella, donde le dijo a un periodista que ya se hab¨ªa retirado), Best escond¨ªa una timidez atroz que le imped¨ªa, si no llevaba una copa encima, llamar para reservar mesa en un restaurante. "Nunca he superado mi timidez", dijo a?os despu¨¦s en su autobiograf¨ªa. En el campo nunca fue un problema.
Joe Moran, historiador cultural detr¨¢s del libro Shrinking Violets (violetas que se encogen, por la forma cohibida de erguirse de estas flores), rastrea el origen y el desarrollo de la timidez en la historia de los pueblos y pa¨ªses y en biograf¨ªas grandes y peque?as. El recorrido es apasionante: desde actores que sobrevivieron a las playas de Normand¨ªa, pero se rindieron al p¨¢nico esc¨¦nico, hasta el extra?o caso del carisma del g¨¦lido Charles de Gaulle. A Charles Darwin, padre del naturalismo moderno, no le pas¨® en absoluto inadvertido este "extra?o estado mental, la rara capacidad de autoatenci¨®n" o de autopensarse del sapiens sapiens. ?Qu¨¦ sentido evolutivo pod¨ªa tener una forma compulsiva de vacilaci¨®n?
Los bi¨®logos hablan de una selecci¨®n natural fluctuante entre ejemplares t¨ªmidos y extrovertidos. Entre salamandras, por ejemplo, las valientes tuvieron m¨¢s posibilidades de imponerse a los depredadores, pero los espec¨ªmenes m¨¢s observadores y menos impulsivos se expusieron a menores riesgos. La introversi¨®n y la extroversi¨®n son, por tanto, un cierto c¨®digo binario evolutivo, los ceros y unos que han jalonado el desarrollo zigzagueante de las especies. Tambi¨¦n la de los humanos.
Advi¨¦rtase que las pinturas rupestres, en su mayor¨ªa, se encuentran en lugares profundos de las cuevas. Apuesta la zo¨®loga autista Temple Grandin que el arte nace, posiblemente, de hom¨ªnidos aburridos de estar alrededor del fuego y de o¨ªr presumir sobre caza a los machos alfa. Imagina Grandin que algunos antepasados algo diferentes debieron levantarse en alg¨²n momento y aislarse de la tribu, "aspergers sentados en el fondo de una cueva". Joe Moran lo llama el momento de la "explosi¨®n creativa". Miles de a?os despu¨¦s, algunas sociedades han visto sedimentar esa tibieza social como parte reconocible de su idiosincrasia.
La primera vez que se us¨® en ingl¨¦s la palabra timidez (shyness) fue en el siglo XIII para referirse a caballos que se asustaban f¨¢cilmente. Seiscientos a?os despu¨¦s, los cocheros anglosajones eran conocidos por una pr¨¢ctica que chocaba a los extranjeros: no dirigir la palabra a sus equinos. Por su parte, en Suecia, Ingmar Bergman no entend¨ªa de ni?o por qu¨¦ nadie lloraba en los funerales, hasta que por fin muchos lo hicieron a moco tendido (sobre todo inmigrantes de primera generaci¨®n, no tanto nativos) cuando asesinaron a balazos al primer ministro Olof Palme.
Para los psic¨®logos, un factor distingue al simple introvertido del t¨ªmido: el sufrimiento. Un sufrimiento derivado del miedo al rechazo y al rid¨ªculo. "Sentirte horriblemente invisible la mayor parte del tiempo y horriblemente visible el resto", dice el autor de Shrinking Violets. La psic¨®loga y divulgadora en radio y televisi¨®n Pilar Varela, que public¨® en 2008 T¨ªmida-mente, lo resume con sencillez: "El introvertido no habla porque no quiere y el t¨ªmido no lo hace porque no puede". El doctor Henry J. Heimlich, en la descripci¨®n de su famosa maniobra de emergencia, aseguraba que "a veces, una v¨ªctima de atragantamiento siente verg¨¹enza por lo que le est¨¢ pasando y se va del sitio sin que nadie se d¨¦ cuenta. En un lugar cercano perder¨¢ el conocimiento y, si nadie le encuentra, podr¨¢ morir o sufrir da?os cerebrales irreversibles".
La timidez como desorden emocional no fue materia posible para las aseguradoras m¨¦dicas estadounidenses hasta que apareci¨® en el llamado Manual diagn¨®stico y estad¨ªstico de des¨®rdenes mentales. En su tercera edici¨®n (1980), la cuesti¨®n ocupaba apenas unos p¨¢rrafos; en la quinta (2013), siete p¨¢ginas completas. Hoy el asunto llena estanter¨ªas enteras y da trabajo a terapeutas de todo el mundo. Seg¨²n un estudio de 2011 del National Institute of Mental Health estadounidense, casi uno de cado ocho adolescentes de EE UU presenta el cuadro caracter¨ªstico de la denominada fobia social.
Desvitualizar el mundo
Cabe preguntarse si, como advirti¨® el investigador Philip Zimbardo (responsable del famoso experimento de la c¨¢rcel de Stanford), las nuevas tecnolog¨ªas pueden abocarnos a una "edad de hielo de la no-comunicaci¨®n". Paradojas como el alone together (conectados pero solos) de la soci¨®loga best seller Sherry Turkle encarnan la contradicci¨®n de una sociedad que se expone m¨¢s que nunca, pero que lo hace con termostato. Regulamos nuestras relaciones en funci¨®n de diferentes estrategias y elegimos, por ejemplo, un e-mail en lugar de una llamada de tel¨¦fono, o un simple whatsapp antes que una respuesta en persona. "Lo que est¨¢ claro es que las relaciones personales son insustituibles", responde Pilar Varela al ser preguntada por el riesgo de que las nuevas generaciones sufran, al empezar a desvirtualizar su mundo. Por ejemplo, cuando inician su vida laboral.
Ya sean j¨®venes o mayores, alguien con problemas de timidez se hace la misma pregunta que un paciente de psoriasis o uno con v¨¦rtigo: ?tiene remedio? No hay una respuesta tajante. "Si la timidez no es solucionable, s¨ª es, al menos, muy manejable", asegura Varela, que advierte de que, en realidad, todos tenemos algunas conductas de timidez: la clave reside en conseguir, mediante diagn¨®stico y entrenamiento, no convertirlas en conductas incapacitantes. Por su parte, Joe Moran tiene una frase contra milagreros: "Todas las personas sobre las que he escrito en este libro eran t¨ªmidas tanto al principio como al final de sus vidas". De Bobby Charlton a Oliver Sacks. De Alan Turing a Nick Drake.
Lo ilustra bien una an¨¦cdota de Agatha Christie. En la cresta de su ¨¦xito editorial y teatral, Christie acudi¨® feliz a una gran fiesta en su honor en el hotel Savoy de Londres. Pas¨®, sin embargo, m¨¢s de una hora sin atreverse a cruzar el umbral de la puerta. El portero no la hab¨ªa reconocido y le neg¨® el paso. Ella no se atrevi¨® a identificarse. "A¨²n tengo la sensaci¨®n de que pretendo ser escritora", dijo en su autobiograf¨ªa 20 a?os despu¨¦s.
Carlos Zumer es periodista y autor de 'Nairo la construcci¨®n del nuevo escarabajo'
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