Un whisky en la silla el¨¦ctrica
En el tiempo dorado de los a?os ochenta Warhol descubri¨® que la frivolidad era el sentido m¨¢s profundo de la vida
Considero un privilegio haberme sentado en la silla el¨¦ctrica que hab¨ªa achicharrado a famosos criminales en la prisi¨®n de Alcatraz. Uno de los chicos de la tribu de Andy Warhol la hab¨ªa adquirido cuando la c¨¢rcel fue desmantelada y la llev¨® a la famosa Factor¨ªa de la calle 47 y la S¨¦ptima Avenida, donde al cambiar de alma se convirti¨® en un objeto de Pop art. Warhol la reprodujo en muchos cuadros y serigraf¨ªas como alegato contra la pena de muerte y a veces se repantigaba en ella para ver pel¨ªculas de terror. La cantante Nico y el director Roman Polanski comprobaron su eficacia utiliz¨¢ndola como plancha para fre¨ªr un par de filetes, como variante de la nueva cocina. Esta silla el¨¦ctrica de Warhol, fabricada en 1930, fue subastada en Madrid en 1999 y un coleccionista amigo dej¨® que me tomara un whisky sentado en ella, con los pies en su estribo de hierro, atado con correas al respaldo, solo con las manos libres para mantener la copa. En el tiempo dorado de los a?os ochenta del siglo pasado Warhol descubri¨® que la frivolidad era el sentido m¨¢s profundo de la vida. Por un momento cre¨ª que tom¨¢ndome un whisky sentado en esta m¨¢quina infernal podr¨ªa entender la est¨¦tica de la modernidad.
Andy Warhol a los 13 a?os tuvo la enfermedad de Huntington (conocida como baile de San Vito), que le forzaba a mover las cuatro extremidades de forma incontrolada. De hecho, no hizo otra cosa el resto de su vida. Durante el a?o de convalecencia que estuvo de peque?o en la cama se aliment¨® de h¨¦roes del c¨®mic y de prospectos con los rostros de Hollywood, una mitoman¨ªa de la que ya no se recuper¨®. Instalado en 1949 en Nueva York, al principio se dedic¨® a la publicidad, a ilustrar revistas y a dibujar anuncios de zapatos, pero hubo un momento en que ante una botella de coca-cola, un bote de sopa, un billete de d¨®lar y el rostro de Marilyn tuvo una primera revelaci¨®n. Pens¨® que ciertas figuras y productos comerciales eran los verdaderos iconos de la vida americana y hab¨ªa que introducirlos en el territorio sagrado de la cultura y del arte. El Pop Art que acababa de inventar necesitaba un fundamento filos¨®fico y con gran desparpajo lanz¨® al mundo este manifiesto: la coca-cola iguala a todos los humanos. ¡°En Am¨¦rica ning¨²n millonario puede comprar una coca-cola mejor que la que bebe el mendigo en la esquina. Todas las coca-colas son la misma y todas son buenas. Liz Taylor lo sabe, el presidente de los EE UU lo sabe, el mendigo lo sabe y t¨² lo sabes".
De la publicidad extrajo gran parte de la filosof¨ªa que aun nos ampara: tu no eres nada si no eres visible, la esencia de las cosas est¨¢ en el envase, Warhol no ces¨® de ejercitar el baile de San Vito en medio de un cotarro fren¨¦tico de arist¨®cratas exc¨¦ntricos, bohemios, drogadictos, modelos, fot¨®grafos, escritores y otras aves del para¨ªso a los que, como gur¨² de la modernidad desde la Factor¨ªa comenz¨® a otorgar a cada uno los 15 minutos de fama que les correspond¨ªan y por los que algunas de estas criaturas estaban dispuestas a morir y a matar, como as¨ª sucedi¨®. Valerie Solanas, feminista radical, perdida desde los 15 a?os como una mendiga por las calles de Manhattan, que hab¨ªa escrito un guion titulado Up Your Ass (M¨¦telo por el culo), un 3 de junio de 1968, pasada de rosca, entr¨® en La Factor¨ªa dispuesta a que Warhol le devolviera el guion que le hab¨ªa entregado. Fue suficiente saber que lo hab¨ªa extraviado para que Valerie sacara un rev¨®lver, el mismo que el artista hab¨ªa pintado como icono, y le sirviera seis balazos. El esparadrapo sobre su herida en el vientre se convirti¨® en un icono y tambi¨¦n lo fue su peluca plateada que un d¨ªa una admiradora le arrebat¨®, salio huyendo y pocos despu¨¦s apareci¨® en una subasta por la que pagaron 10.000 d¨®lares.
Andy sigui¨® a?adiendo al arte m¨¢s iconos de la vida americana, la silla el¨¦ctrica, el rev¨®lver, las cargas de la polic¨ªa contra los manifestantes de los derechos humanos, los coches, los botes de sopa Campbell, los rostros de las celebridades de Hollywood, mientras a su alrededor se iba condensado un grupo de seres extra?os, que eran mitad cuerpo humano real y el resto ficci¨®n o decoraci¨®n. La ¨²nica forma de existir consist¨ªa en reflejarse en el espejo del otro. Si una coca-cola o un bote de sopa Campbell es un icono americano, ?por qu¨¦ no puedo serlo yo? Warhol sacrament¨® oficialmente la movida madrile?a cuando en 1983, poco antes de morir, vino a exponer en la galer¨ªa de Fernando Vijande su serie Pistolas, Cuchillos y Cruces. Warhol se pase¨® nueve d¨ªas por Madrid como un mu?eco de cart¨®n entre los chicos de la movida. Ahora su obra se expone en CaixaForum. La silla el¨¦ctrica no est¨¢. Aquella locura sigue con otro nombre.
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