¡°Busco la puerta que conduce a la realidad porque estamos en el delirio¡±
Juan Jos¨¦ Millas publica la novela ¡®Que nadie duerma'
Juan Jos¨¦ Mill¨¢s se vuelve p¨¢jaro en su ¨²ltima novela. Ha sido ahogado, hombre escondido en un armario, habitante furtivo de los bajos de una cama. Y ahora es p¨¢jaro, una mente alojada en el fondo del cerebro de una taxista que busca sin freno por Madrid a un actor que la sedujo desde la casa de al lado poniendo a todo volumen Nessun dorma, de la Turandot de Puccini cantada por Pavarotti. La novela es un drama que Mill¨¢s, de 72 a?os, envuelve en el ingenio. De modo que el viaje al alma destruida de las personas se convierte en aventuras que parecen llevar a la vez al abismo y a las carcajadas. Le propusimos hablar de Que nadie duerma (Alfaguara) en uno de los sitios de su propia vida, el Ateneo de Madrid, donde escribi¨® algunas de sus novelas. Y la entidad republicana nos dej¨® el despacho que all¨ª tuvo Manuel Aza?a. El despacho sigue intacto. Mill¨¢s no quiso sentarse en el sill¨®n del presidente de la Rep¨²blica. Un respeto.
Pregunta. Esta es una novela de lugares. ?Qu¨¦ relaci¨®n tiene usted con este lugar, el Ateneo?
Respuesta. Es una importante memoria sentimental. Me lo descubri¨® Carmen Mart¨ªn Gaite. Le gustaba ir a bibliotecas de recogimiento a escribir. Y la biblioteca del Ateneo tiene pupitres, cada uno con su lamparita, para aislarte, con las paredes hasta arriba de libros. Aparte del edificio y de su historia ¡ªf¨ªjate: ahora estamos en el despacho de Aza?a, pone los pelos de punta¡ª, la biblioteca tiene mucha madera, con lomos de libros muy bien encuadernados. Representa el mundo de todos los ingenuos que hemos cre¨ªdo que la salvaci¨®n est¨¢ en la cultura.
P. ?C¨®mo era escribir aqu¨ª?
R. Aqu¨ª escrib¨ª tres novelas. Sal¨ªa de casa con el coche, aparcaba en el Congreso. Y a veces lo pasaba mal: a la entrada hab¨ªa un guardia que te hac¨ªa abrir el maletero y siempre pens¨¦ que iban a encontrar un cad¨¢ver. Y me ven¨ªa a la biblioteca. Se permit¨ªa fumar. Cuando lo prohibieron me fui a la pecera, que me gustaba porque ten¨ªa forma de cerebro. Escrib¨ª Volver a casa, La soledad era esto y creo que El jard¨ªn vac¨ªo. Por estas bibliotecas parece que no pueden pasar ni la guerra: son burbujas en las que est¨¢s a salvo porque dentro de la cultura ¡ªtengo yo esa impresi¨®n¡ª estamos a salvo.
P. El libro pasa justamente por esta calle.
R. He callejeado mucho esta zona. Y mi personaje pasa por aqu¨ª, claro. Para m¨ª este trayecto es como recorrer una parte de la burgues¨ªa ilustrada, de la cultura madrile?a y espa?ola. El Ritz, el Palace, el Jard¨ªn Bot¨¢nico. Un cogollo que representa una aspiraci¨®n cultural gigantesca.
P. Y aqu¨ª sufri¨® usted una lipotimia que le cambi¨® la vida.
R. Fue cenando con unos amigos, en una ¨¦poca de los noventa en que yo no estaba muy bien. Me dieron dos o tres lipotimias. En esa que citas me sacaron fuera, el aire y la humedad me despejaron y cuando despert¨¦ exclam¨¦ ¡°?ya est¨¢!¡± como si hubiera llegado a otro sitio de mi vida. Aquella lipotimia marc¨® un antes y un despu¨¦s. Volver de una lipotimia es como volver de la muerte: te fulmina. La ves llegar y te da verg¨¹enza. Pero una micra de segundo antes de que desaparezcas hay una especie de liberaci¨®n en la que tambi¨¦n te dices ¡®?que le den por el culo a la realidad!¡¯. Despu¨¦s vuelves con la impresi¨®n de que estrenas realidad, es como una segunda oportunidad para vivir.
P. En su novela se dice. ¡°?Sacrificar¨ªas la vida por la realidad?¡±
R. S¨ª. Creemos que vivimos en la realidad, pero esto que estamos viviendo no puede ser la realidad. Hay muchos escritores que buscan la puerta que conduce a lo fant¨¢stico. Yo busco la puerta que conduce a la realidad porque en lo fant¨¢stico ya estamos, en lo fant¨¢stico malo, en el delirio malo. La funci¨®n del escritor no es buscar la puerta al delirio sino la que conduce a la realidad porque no sabemos d¨®nde estamos. Pero esto no puede ser la realidad.
P. Todo lo que cita en el libro, los lugares, los trayectos, existe, pero usted lo convierte todo en un movimiento perpetuo de locura, una mujer que es a la vez la sustancia de un p¨¢jaro.
R. Es un delirio dentro del delirio. La mujer protagonista de la novela se hace taxista por amor; se enamora de un hombre al que ha visto una sola vez, y cree que haci¨¦ndose taxista alguna vez ¨¦l la parar¨¢ desde una esquina.
Mientras ocurre, ella est¨¢ segura de que ocurrir¨¢, se dedica a recorrer la ciudad imaginando que unas veces est¨¢ en Madrid, otras en Pek¨ªn, haciendo el bien. Es una especie de Quijote femenino que en lugar de andar sobre un burro va en un taxi pensando siempre en su Dulcinea. Siempre pens¨¦ que en las ciudades se inventaron las calles no s¨®lo para llegar de un sitio a otro sitio sino para llegar de un sitio a otro de uno mismo.
Los que tenemos cierta edad podr¨ªamos hacer un viaje por la vida en direcci¨®n contraria, como hace el salm¨®n, remontando el r¨ªo por los libros que nos han marcado. Cuando lees un libro te mueves como si fueras un fantasma. Desde que he descubierto esta dimensi¨®n de la lectura, el lector como fantasma, cuando releo cosas antiguas me reencuentro con el fantasma que fui y es un encuentro muy curioso, porque te permite dialogar contigo mismo.
P. Y usted est¨¢ dentro de este libro.
R. Claro. Lo que le ocurre al personaje de mi novela, que s¨®lo puede escuchar ¨®pera cuando la pone su vecino, es absolutamente autobiogr¨¢fico. Tengo un vecino aficionado a la ¨®pera y cuando la pone yo la escucho a trav¨¦s del tabique. Me pone los pelos de punta. ?Y si la pongo yo me pone nervioso! Esa relaci¨®n es extra?a: es como si yo me tomara un ibuprofeno y le quitara el dolor de cabeza a mi vecino. ?La m¨²sica me tiene que pillar a traici¨®n!
P. Cerca de EL PA?S su personaje padece una escena de miedo. Y el miedo que usted describe puede identificarse con el miedo del Mill¨¢s¡
R. Es muy probable. Te dejas mucho de ti en los personajes. ?F¨ªjate lo que se dej¨® Flaubert, lo que traslad¨® a Madame Bovary de sus cartas! Luego lo filtras a trav¨¦s del narrador, la metamorfoseas e introduces una operaci¨®n casi de orden qu¨ªmico. Naturalmente que el autor est¨¢ muy presente en los personajes de sus novelas.
P. ?Podr¨ªamos decir entonces que, como el personaje de la novela, en cierto modo Mill¨¢s se ha vuelto p¨¢jaro?
R. S¨ª, porque la novela en parte es producto tambi¨¦n de un momento en el que empec¨¦ a leer cosas sobre p¨¢jaros; me qued¨¦ fascinado por ese mundo tan poco conocido, de su inteligencia, y supe que hay gente rara que son observadores de p¨¢jaros, que viajan, emigran con los p¨¢jaros buscando comportamientos. En cierto modo me he convertido en p¨¢jaro escribiendo esta novela.
P. ?Qu¨¦ tiene de p¨¢jaro?
R. De p¨¢jaro tengo la nostalgia de no haber sido p¨¢jaro. Tengo un cuento, quiz¨¢ real, en el que digo que un d¨ªa me llev¨® mi padre a la sierra de Madrid. Volvimos al atardecer, par¨® en un sitio, nos quedamos mirando en ese momento en que la tarde parece que se detiene, un poco en penumbra. Y mi padre dijo: ¡°Cuando yo no est¨¦, te pares en un sitio como ¨¦ste y veas un p¨¢jaro, ese p¨¢jaro ser¨¦ yo¡±.
P. ?O sea que este libro es sobre usted y sobre su padre?
R. En gran medida, s¨ª.
El atardecer en que el novelista visit¨® el otro mundo
Atardecer. Oscuro. ?ltimos asientos. Calle Echegaray. Los comensales discuten sobre alcohol, tapas. El autor est¨¢ p¨¢lido, el pelo negro, largo. Es un hombre flaco, est¨¢ triste. Un falso flaco. La luz cenicienta empalidece su cara. La palidez es de luna pobre. Su serenidad va cambiando de aire y ahora se ve c¨®mo se desprende de su rostro el labio inferior, la mirada se desv¨ªa de la mesa, est¨¢ mudo y as¨ª pide auxilio. Est¨¢ sentado y en el aire a la vez. No levita, pero no pesa sobre el suelo. Por un instante no es ¨¦l, se evapor¨® en la nube ajena, nadie percibe que sea tan grave su ausencia. Y no est¨¢. Hasta que empieza a caer sobre s¨ª mismo. Y se cae, es lo definitivo de un cuerpo, cuando cae solo, nadie lo ha empujado sino el aire interior, la delgadez p¨¢lida de su tristeza. Entre cuatro lo llevan con urgencia a la calle, ¨¦l ya no est¨¢, est¨¢ y¨¦ndose. Es oto?o, 1994, o cerca. Sobre la calle llovizna. Un compa?ero, otro escritor, trae una silla, la deposita en la calzada y sobre ella el autor ido cae como un peso delgado y quiz¨¢ triste, ausente. El aire de pronto le rejuvenece la cara, se est¨¢ despertando. El escritor despierta, Es cuando exclama: ¡°?Ya est¨¢!¡± Desde entonces Juan Jos¨¦ Mill¨¢s es otro. Es este de ahora al que tantos conocen y aman. Un p¨¢jaro resucitado y vivo.
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Autor: Juan Jos¨¦ Mill¨¢s.
Editorial: Alfaguara (2018).
Formato: versi¨®n kindle y tapa blanda (216 p¨¢ginas)
Babelia
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