?Qu¨¦ himno me pongo esta noche?
La ocurrencia de Marta S¨¢nchez reabre el debate de las m¨²sicas patri¨®ticas e identitarias
Marta S¨¢nchez, erigida en la parodia de Mariana Pineda m¨¢s por accidente que por vocaci¨®n, ha conseguido estimular la maquinaria asamblearia de change.org para reunir tantas firmas como requiera la fechor¨ªa de sobreponer la letra que ella escrito a la m¨²sica del himno espa?ol, aunque la ¡°Marcha de granaderos¡± se ha demostrado hasta la fecha totalmente resistente. refractaria, a cualquier iniciativa de intoxicaci¨®n parecida.
No pasa nada. Hay otros himnos sin letra, como el de Kosovo, el de Bosnia o el de San Marino, tengo entendido. Y hay otras opciones disponibles para complacer la comuni¨®n del texto y la m¨²sica. Dir¨ªa, por ejemplo, que el himno del Atleti era una magn¨ªfica demostraci¨®n de maridaje -horrendo, en lo musical, emocionante en lo sentimental-, pero se ha quedado desfasado porque el traslado al desierto del Wanda ha dejado sin sentido el pasaje m¨¢s distintivo con que lleg¨¢bamos al templo: ¡°Yo me voy al Manzanares, al estadio Vicente Calder¨®n...¡±.
?Todos los himnos son iguales? La simplificaci¨®n que implica esta pregunta est¨¢ justificada en el criterio de un m¨²sico amigo m¨ªo que los ha interpretado casi todos. No por devoci¨®n ni por obstinaci¨®n enfermiza, sino porque tocaba en la Filarm¨®nica de Londres y la orquesta que lo empleaba tuvo el cometido de grabar unos 200 himnos con ocasi¨®n de la Olimpiada de Londres en 2012.
Sobrevivieron los profesores a semejante proeza f¨ªsica y psicol¨®gica. Y concluy¨® mi amigo JM que los himnos eran iguales en su ¨¦nfasis castrense y en su ret¨®rica grandilocuente. Podr¨ªan intercambi¨¢rselos las naciones o los estados s¨ª sin necesidad de producirse graves trastornos. Y saldr¨ªamos ganando los espa?oles. Porque lo m¨¢s destacable de nuestro himno es -o era- la letra...
Mejor no tenerla que ser incapaces de comprenderla. Les sucede a los italianos con la suya. Tan herm¨¦tica y ret¨®rica que Berlusconi emprendi¨® en sus tiempos de primer ministro una campa?a de divulgaci¨®n, no ya para arraigarla entre los compatriotas, sino para asimilarla ¨¦l mismo, aunque este ejemplo que les ofrecemos demuestra las limitaciones musicales del Cavaliere. Y contradice incluso lo tiempos en que se empleaba como animador de trasatl¨¢nticos.
El chirigotero himno de Italia es impropio de un pa¨ªs con semejante tradici¨®n y patrimonio musicales. Suena tan impropio como el propio compositor. Que se llamaba Mameli, aunque no se le puedan reprochar a Mameli los pasajes inescrutables del texto: ¡°Italia ha despertado, con el yelmo de Escipi¨®n se ha cubierto la cabeza. ?D¨®nde est¨¢ la Victoria? Ofrezca ¨¦sta la cabellera, que esclava de Roma Dios la cre¨®¡±.
No voy a recrearme en otros momentos inveros¨ªmiles del himno tricolore -dice la letra que los italianos est¨¢n listos... para la muerte-, sobre todo porque ocurre con los himnos lo que le ocurr¨ªa a Javier Krahe con la pena capital. Que es un asunto muy delicado, pues adem¨¢s del condenado, juega el gusto de cada cual.Y mi gusto se resiente de unas cuantas intolerancias. No ya el ¡°lo, lo, lo, lo,...¡± de nuestra marcha patri¨®tica que ahora quiere remediar el anuncio navide?o de Marta S¨¢nchez, tambi¨¦n otros himnos a los que he estado sobreexpuesto. El del Vaticano, por ejemplo, en las antiguas corresponsal¨ªas.? O el de Croacia, que he memorizado sin pretenderlo porque puede escucharlo 200 o 300 veces con ocasi¨®n de los funerales de Franjo Tudjman.
Se emociona uno bastante m¨¢s con el de Estados Unidos, con el de Rusia -no hay guerra fr¨ªa en cuestiones musicales- y m¨¢s todav¨ªa con?La Marsellesa, un himno libertario compuesto en 1792 al que Berlioz otorg¨® luego la versi¨®n can¨®nica. Se ha convertido en una m¨²sica de consenso, de fervor. Y hasta en un exorcismo coral, sentido, contra los ¨²ltimos atentados terroristas.?
No tienen los franceses problemas de identificaci¨®n con los s¨ªmbolos patri¨®ticos ni han desarrollado complejos identitarios. Al contrario, la bandera, el himno, forman parte del consenso republicano. Y no existen discriminaciones entre la izquierda y la derecha. De hecho, no hace falta siquiera ser franc¨¦s para conmoverse con La Marsellesa.
Mi himno favorito tiene trampa. Y es el de Alemania. Lo compuso Haydn sin pensar que fueran a interpretarlo los futbolistas de la mannschaft y los dem¨¢s alemanes tambi¨¦n. Formaba parte de una oda al emperador Francisco II. Y est¨¢ alojado tambi¨¦n en un cuarteto de cuerda cuyo renombre procede precisamente del rango del monarca homenajeado: El emperador.
Babelia
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