La sopa de pollo sigue calentando
Ferran Utzet adapta y dirige el cl¨¢sico de Wesker en Barcelona con grandes interpretaciones
Ferran Utzet ha dirigido cinco espect¨¢culos memorables en la Biblioteca de Catalu?a (su ¡°casa madre¡±). A excepci¨®n de Un ob¨²s al cor, de Wajdi Mouawad, la temporada anterior, los otros cuatro manifiestan una singular devoci¨®n por el teatro brit¨¢nico e irland¨¦s: debut¨® en 2012 con La presa, de Conor McPherson, sigui¨® con dos textos de Brian Friel ¡ªTraduccions en 2014 y Dan?a d¡¯agost en 2016¡ª y acaba de montar Sopa de pollastre amb ordi (¡°sopa de pollo con cebada¡±), de Arnold Wesker, que no se ve¨ªa en Espa?a desde 2005, cuando Carme Portaceli la mont¨® en Valencia. Chicken Soup with Barley (1958) narra la crisis humana e ideol¨®gica de los Kahn, una familia jud¨ªa y comunista del East End londinense, y es uno de los m¨¢s rotundos ejemplos de lo que dar¨ªa en llamarse state-of-the-nation play, las obras que pretenden tomar el pulso social y pol¨ªtico de un pa¨ªs, en la l¨ªnea iniciada, quiz¨¢s, por Cavalcade (1933), de Coward, o Llama un inspector (1946), de Priestley, ambas de distinto signo ideol¨®gico y semejante fervor civil.
Los anteriores montajes anglosajones de Utzet eran rigurosamente naturalistas, pero la ¨¦poca retratada por Wesker es extensa, desde 1936 hasta 1956, entre dos significativos hechos hist¨®ricos: se abre con la esperanzada ¡°batalla de Cable Street¡±, el levantamiento de la izquierda ante la marcha de los fascistas de Oswald Mosley, y se cierra con la amargura y el desencanto por la invasi¨®n sovi¨¦tica en Hungr¨ªa. Como no era f¨¢cil plasmar ese ventenio tan cambiante, Utzet recurre a un vestuario de Annita Ribera un tanto atemporal, y un decorado casi minimalista de Josep Iglesias, arriesg¨¢ndose a reducir la utiler¨ªa para mimar buena parte de las acciones dom¨¦sticas. No estoy seguro de que sea una buena idea, pero a los pocos minutos est¨¢s atrapado por los di¨¢logos y la verdad de las interpretaciones. Ferran Utzet y Ll¨¤tzer Garc¨ªa firman una traducci¨®n notable, con fragmentos de Ra¨ªces (1979), la segunda entrega de la trilog¨ªa de Wesker, que se complet¨® con Estoy hablando de Jerusal¨¦n (1960).
Wesker dibuja con afecto pero sin complacencia a unos personajes a los que parece conocer de cerca. Los padres no pueden ser m¨¢s distintos. Sarah (soberbia M¨¤rcia Cister¨®) es combativa, llena de fuerza; Llu¨ªs Villanueva sirve un personaje tan dif¨ªcil como Harry, d¨¦bil y cobarde, pero conmovedor en sus progresivas mermas. Tuve la impresi¨®n literal de ver crecer a los hijos. Maria Rodr¨ªguez irradia luz en el rol de la idealista Ada, y luego se empozar¨¢ en la tristeza cuando Dave (Josep Sobrevals), su novio, vuelva de combatir en Espa?a y en la Segunda Guerra Mundial con una visi¨®n no muy distinta a la de George Orwell. Pol L¨®pez (Ronnie) comienza siendo un cr¨ªo, luego un febril aspirante a escritor (con un aire mod a lo Malcolm McDowell) y despu¨¦s un desencantado no menos ardiente. M¨ªriam Alamany dibuja con claridad los trazos esenciales de la t¨ªa Cissie, empecinada sindicalista, y borda la dolorosa escena de la partida de cartas. Ricard Farr¨¦ traza sutilmente la evoluci¨®n de Monty, vecino y compa?ero de partido. Hay dos canciones muy bien elegidas para anticipar el cambio de ¨¦poca: Time Is on My Side, popularizada por los Stones, y la sard¨®nica Complainte du progr¨¨s, de Boris Vian, ambas interpretadas por Pol L¨®pez, respaldado en la primera por toda la compa?¨ªa.
Tan emotiva como l¨²cida, la obra fue acusada en su d¨ªa de pesimista, pero su esencia dial¨¦ctica y su latido se concentran en la gran escena final
Tan emotiva como l¨²cida, Sopa de pollastre amb ordi fue acusada en su d¨ªa de pesimista, pero su esencia dial¨¦ctica y su latido se concentran en la formidable escena final, el careo entre la madre, cada vez m¨¢s sola, y el hijo que vuelve de trabajar como cocinero en Par¨ªs (al igual que el propio Wesker), con sus ideales demolidos por el peso de la invasi¨®n sovi¨¦tica. Y una pregunta capital: ¡°?Qu¨¦ pas¨®, madre? ?Nos enga?aron o nos enga?amos?¡±. Todo mi respeto por el valor de Wesker: no debi¨® ser cosa f¨¢cil para un dramaturgo de izquierdas plantear esa cuesti¨®n con los tanques todav¨ªa humeantes. Sarah sigue defendiendo los principios de su ideolog¨ªa con un axioma muy discutible (¡°?si se han fundido los plomos dejar¨¦ de creer en la electricidad?¡±), pero da en el clavo, a mi juicio, cuando compara su creencia con la sopa de pollo con cebada que los aliment¨® en tiempos de escasez. Y es muy certero su modo de combatir el nihilismo del hijo: ¡°Debes preocuparte por las cosas, Ronnie, o acabar¨¢s muriendo¡±. Michael Billington acert¨® tambi¨¦n al escribir: ¡°Intelectualmente, Wesker est¨¢ con Ronnie; emocionalmente, con Sarah: ah¨ª radica la fuerza de la escena¡±. M¨¤rcia Cister¨® y Pol L¨®pez est¨¢n descomunales, dirigidos frase a frase y gesto a gesto por Utzet, en un espacio estremecedoramente vac¨ªo. Y el montaje culmina con una muestra de extrema sutileza: M¨¤rcia Cister¨® rompe a cantar, a capela, los primeros versos de You¡¯ll Never Walk Alone, de Rodgers & Hammerstein, que en boca de Sarah suenan como una mezcla de nana reconciliadora, de himno, de conjuro vital para seguir adelante.
Sopa de pollastre amb ordi, de Arnold Wesker. Teatre Biblioteca de Catalunya (Barcelona). Director: Ferran Utzet. Int¨¦rpretes: M¨¤rcia Cister¨®, Pol L¨®pez, Maria Rodr¨ªguez, Llu¨ªs Villanueva, M¨ªriam Alamany, Josep Sobrevals, Ricard Farr¨¦. Hasta el 8 de abril.
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