La verdad y la raz¨®n

¡°Es un gozo ver que (¡­) una novela pueda levantar unas pol¨¦micas profundas, animadversi¨®n, ira, rencores y amenazas (¡­) Creo que es el ¨²nico pa¨ªs del mundo y, obviamente, es el pa¨ªs m¨¢s bello precisamente por eso¡±, afirmaba Romain Gary en el espacio televisivo Lectures pour tous, a prop¨®sito de la controversia generada por su novela Las ra¨ªces del cielo, galardonada con el Goncourt en 1956. Sus declaraciones aparecen en el montaje de archivo que abre Una raz¨®n brillante. Junto a las palabras de Gary, una reflexi¨®n eleg¨ªaca de Claude Levi-Strauss, una insolencia de Serge Gainsbourg y la definici¨®n de Jacques Brel de la estupidez como el estado de conformidad de quien ya no siente curiosidad por nada. Todos los fragmentos sirven al mismo prop¨®sito: ofrecer una imagen de la cultura francesa como territorio ilustrado, donde toda disidencia y disensi¨®n puede ser razonada y argumentada. Una raz¨®n brillante no es la comedia francesa al uso para quien va a la sala de cine como quien va al sal¨®n de t¨¦. Con todo, algo traiciona la ambici¨®n de sus prop¨®sitos.

En la pel¨ªcula, una estudiante universitaria de origen argelino (vital, estupenda Cam¨¦lia Jordana) es humillada por un arrogante profesor (Daniel Auteuil, entre lo odioso y lo desvalido) en el primer d¨ªa de clase. La direcci¨®n de la universidad decidir¨¢ unirles para su participaci¨®n en un concurso de oratoria. Yvan Attal se planta, as¨ª, en un estimulante territorio, af¨ªn al teatro de ideas, donde la correcci¨®n pol¨ªtica y el lenguaje ofensivo y excluyente podr¨ªan batirse en apasionante duelo. L¨¢stima que, finalmente, prevalezca la plantilla de la comedia de contrarios que, obligados a un objetivo com¨²n, aprender¨¢n a comprenderse. Una raz¨®n brillante es una pel¨ªcula supuestamente ebria de alta cultura que sucumbe a las f¨®rmulas de la cultura de multisalas. Y al chovinismo.