La ¨²nica protesta estudiantil que termin¨® en masacre
En v¨ªsperas de los Juegos Ol¨ªmpicos, M¨¦xico aplast¨® a tiros la protesta universitaria en un pa¨ªs degradado, a¨²n hoy, por las matanzas
De todos los movimientos estudiantiles del mundo, el ¨²nico que termin¨® en masacre fue el mexicano. El 2 de octubre de 1968 a las 17.19, el Ej¨¦rcito dispar¨® sobre una multitud encajonada entre los edificios de la plaza de las Tres Culturas, as¨ª llamada porque ofrece vestigios prehisp¨¢nicos, una iglesia colonial y un rascacielos.
Despu¨¦s de 50 a?os, a¨²n no se sabe el n¨²mero de muertos, pero la estela que el l¨ªder estudiantil del Polit¨¦cnico, Ra¨²l ?lvarez Gar¨ªn, mand¨® levantar en la plaza de las Tres Culturas tiene¡ nombres.
El Movimiento de 1968 se inici¨® el 22 de julio de este a?o con un pleito callejero entre estudiantes por una marcha a favor de la Revoluci¨®n Cubana. A partir de ese zafarrancho, los estudiantes y sus padres organizaron manifestaciones cada vez m¨¢s numerosas en una ciudad de piedra que de pronto despert¨® a la protesta c¨ªvica, a la vida social y pol¨ªtica que los muchachos llamaron ¡°tomar la calle¡±. ¡°Ahora s¨ª vivimos verdaderamente¡±, exclam¨® el joven Gilberto Garc¨ªa P¨¦rez.
Las marchas terminaban en la plaza m¨¢s bella de la Ciudad de M¨¦xico, del Z¨®calo, frente al Palacio Nacional, con gritos festivos de: ¡°Sal al balc¨®n, hocic¨®n¡± al entonces presidente de la rep¨²blica, Gustavo D¨ªaz Ordaz. Muy pronto, ya para el 23 de septiembre, era tan grande la euforia que las escuelas se convirtieron en casa, en dormitorio, en comedor para los que ven¨ªan de provincia. ¡°??nete, pueblo!¡±. Muchos padres de familia llevaban comida a las facultades de Filosof¨ªa y Letras, a la de Ingenier¨ªa, a la de Psicolog¨ªa, mientras sus hijos imprim¨ªan volantes para repartir en la calle. ¡°?Obrero, tu causa es la nuestra!¡±. Algunos huelguistas ¡°boteaban¡± con una lata de Mobil Oil y ped¨ªan ayuda que pocos les negaban. La ciudad entera ard¨ªa de simpatizantes.
Los asistentes corr¨ªan buscando una salida y hombres y mujeres, ni?os y ancianos fueron heridos por detr¨¢s de bala en la nuca
La multitudinaria Marcha del Silencio conmovi¨® a la ciudadan¨ªa. Algunos medios de comunicaci¨®n hab¨ªan acusado a los estudiantes de groseros y por eso optaron por cubrirse la boca con esparadrapo en la Gran Marcha del Silencio de 1968. Esa tarde, en el paseo de la Reforma que va del castillo de Maximiliano y Carlota al Z¨®calo, solo se escucharon las pisadas de 300.000 manifestantes y hasta las momias m¨¢s reacias aplaudieron el nacimiento de una nueva conciencia c¨ªvica.
El 6 de octubre de 1968, deb¨ªan inaugurarse los Juegos Ol¨ªmpicos en un M¨¦xico que no cab¨ªa en s¨ª del orgullo por haber sido escogido como el pa¨ªs n¨²mero uno de Am¨¦rica Latina. El pr¨®ximo 10 de octubre de 1968, en el estadio reci¨¦n construido de Ciudad Universitaria, atletas venidos del mundo entero convertir¨ªan a M¨¦xico en foco de luz y nuestro pa¨ªs con 20 millones de hambrientos y 10 millones de analfabetas pasar¨ªa del tercer mundo al primero. Imposible permitirles a los estudiantes sabotear el triunfo del Gobierno y del partido en el poder, PRI, imposible aceptar que los muchachos fueran a buscar a corresponsales extranjeros a su hotel para invitarlos al mitin del 2 de octubre, imposible tolerar el boicoteo y el sabotaje. Hab¨ªa que evitar esa cat¨¢strofe incluso a costa de la vida de una bola de irresponsables. El gabinete presidencial se atemoriz¨® ante la osad¨ªa y la impertinencia estudiantil. ¡°Hay que detenerlos de inmediato¡±, orden¨® D¨ªaz Ordaz, que ya hab¨ªa encarcelado a dos l¨ªderes, Salvador Mart¨ªnez della Rocca y Luis Tom¨¢s Cervantes Cabeza de Vaca.
Como corresponsal de prensa, Oriana Fallaci vivi¨® combates en Grecia, en Vietnam, y en la madrugada del 3 de octubre, encamada en el Hospital Franc¨¦s, declar¨® que jam¨¢s hab¨ªa visto que se disparara sobre una multitud inerme como en la Ciudad de M¨¦xico el 2 de octubre de 1968 porque en Vietnam, por lo menos, se escuchaba una sirena advirti¨¦ndole a la poblaci¨®n del bombardeo y la poblaci¨®n corr¨ªa a guarecerse.
A las 17.19, un helic¨®ptero avent¨® tres luces de bengala verdes sobre la plaza y en ese instante se desat¨® una balacera ¡°como solo pueden verse en el cine y la televisi¨®n¡±, seg¨²n los habitantes del edificio Nuevo Le¨®n, en el conjunto habitacional de Tlatelolco.
¡°Yo estaba tirada boca abajo en el suelo¡±, inform¨® la periodista italiana Oriana Fallaci, ¡°quise proteger mi cabeza de las esquirlas con mi bolsa cuando un polic¨ªa apunt¨® el ca?¨®n de su pistola a mi cabeza: ¡®No se mueva¡¯. Vi las balas incrustarse en el piso a mi alrededor y c¨®mo la polic¨ªa arrastraba de los cabellos a j¨®venes mojados y desnudos y los golpeaba salvajemente. Vi a muchos heridos, mucha sangre, hasta que me hirieron a m¨ª y permanec¨ª en el charco de mi propia sangre 45 minutos. Un estudiante junto a m¨ª repet¨ªa: ¡®Valor, Oriana, valor¡¯. La polic¨ªa jam¨¢s atendi¨® a mi petici¨®n: ¡®Av¨ªsenle a mi embajada¡¯. Todos se negaron hasta que una mujer me dijo: ¡®Yo voy a hacerlo¡±.
Los asistentes aterrados corr¨ªan buscando una salida y hombres, mujeres, ni?os y ancianos que hu¨ªan de la plaza fueron heridos por detr¨¢s de bala en el cuello, en la nuca, en la espalda, en los gl¨²teos, como lo divulgaron los m¨¦dicos al recibirlos en la Cruz Roja y en otros hospitales.
Nunca se ha revelado el n¨²mero exacto de muertos aunque The Guardian en Londres dijo que eran 250, cifra que retom¨® Octavio Paz en Posdata, libro que public¨® despu¨¦s de renunciar como embajador de M¨¦xico en India. Quiz¨¢ nunca sepamos cu¨¢ntos murieron, solo tenemos los nombres de la estela en la plaza de las Tres Culturas. Sin embargo, resonar¨¢ en nuestros o¨ªdos durante muchos a?os la peque?a frase explicativa de un soldado al periodista de El D¨ªa Jos¨¦ Antonio del Campo:
¡°Son cuerpos, se?or¡¡±.
Un mes despu¨¦s, el 16 de noviembre, seis estudiantes pintaron una consigna en un muro en las calles de Bol¨ªvar y Pe¨®n Contreras. Una patrulla los persigui¨® y Julio C¨¦sar Mart¨ªnez, polic¨ªa, asesin¨® de un tiro en la cabeza a Julio Gonz¨¢lez S¨¢nchez, estudiante de 19 a?os.
Despu¨¦s de 1968, las masacres han seguido degradando a M¨¦xico. No solo el crimen de los 43 normalistas de Ayotzinapa en 2016 sigue sin aclarar, sino que el 19 de julio de 2016, la polic¨ªa estatal y federal abri¨® fuego contra una protesta pac¨ªfica de maestros y familiares en el pueblo de Nochixtl¨¢n, Oaxaca, mat¨® a 8 e hiri¨® a m¨¢s de 100. De acuerdo con las cifras oficiales, hubo m¨¢s de 25.000 desaparecidos durante el Gobierno de Felipe Calder¨®n de 2006 a 2012. En lo que va del Gobierno de Pe?a Nieto, 13 personas desaparecen cada d¨ªa, un total de 20.000 en los ¨²ltimos cinco a?os; los j¨®venes entre los 15 y 24 a?os son las mayores v¨ªctimas. La violencia se ha concentrado en Tanhuato, Michoac¨¢n, Ostula, Tlatlaya e Ixmiquilpan, en el Estado de Hidalgo. En el Estado de Morelos, grupos de activistas descubrieron una fosa con m¨¢s de 150 cuerpos sin identificar. 35.000 personas yacen en fosas comunes, seg¨²n cifras oficiales del Servicio M¨¦dico Forense. ?Cu¨¢ntos cuerpos m¨¢s est¨¢n en fosas que a¨²n no se descubren? En M¨¦xico siguen las masacres pero ahora con una diferencia: ya no queda nadie que explique: ¡°Son cuerpos, se?or¡±, porque los desaparecen mientras las fosas revientan la piel de nuestro pa¨ªs.
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