Una ¨¦tica numantina
El letrado al que da vida Denzel Washington es un soldado raso del derecho, un historiado activista de los derechos civiles
ROMAN J. ISRAEL, ESQ.
Direcci¨®n: Dan Gilroy.
Int¨¦rpretes: Denzel Washington, Colin Farrel, Carmen Ejogo, Amanda Warren.
G¨¦nero: drama. Estados Unidos, 2017.
Duraci¨®n: 122 minutos.
La conciencia ¨¦tica es una severa tipograf¨ªa en negro rellenando el espacio vac¨ªo de un documento de Word en las im¨¢genes que abren Roman J. Israel, Esq. Tras el contundente debut en la direcci¨®n que supuso Nightcrawler (2014), Dan Gilroy aborda otro concienzudo retrato de personaje: un tipo situado al otro lado del espejo en el que se reflejaba el monstruo insomne que, con la escalofriante verosimilitud de quien ha ba?ado en formol sus m¨²sculos orbiculares, encarn¨® Jake Gyllenhaal en esa ¨®pera prima. El Louis Bloom de Nightcrawler era un monstruo moderno, que acababa integr¨¢ndose dentro de la l¨®gica neoliberal de una sociedad atravesada por la escopofilia morbosa. Roman J. Israel es, por el contrario, un anacronismo, percibido como una extempor¨¢nea monstruosidad por una sociedad que ha aparcado la integridad moral en el desv¨¢n de los juguetes rotos.
Desgarbado, mal vestido, desali?ado y con los modales de manual de quien lleva tiempo desligado de las interacciones sociales, el letrado al que da vida Denzel Washington -en una de esas interpretaciones que no parecen estar componiendo, como Gyllenhaal, sino, directamente, somatizando- es un soldado raso del derecho, historiado activista de los derechos civiles que, durante buena parte de su carrera, ha podido desarrollar un minucioso trabajo de retaguardia mientras su socio ejerc¨ªa de cara visible de la firma. El inesperado fallecimiento de su protector y los cambios empresariales que de ello se derivan colocar¨¢n al personaje en la situaci¨®n de vulnerabilidad que le transformar¨¢ de hombre invisible a sujeto dram¨¢tico: un individuo reci¨¦n emergido de su c¨¢psula de tiempo a una realidad que no comprende, en cuyo camino se cruzar¨¢ una oportunidad para aparcar ideales y poner fin a una vida de sostenidas humillaciones.
A Gilroy se le ha acusado en esta ocasi¨®n de construir un relato que no est¨¢ a la altura de su personaje. Es cierto que el paso de Israel de la integridad a su contrario puede resultar abrupto y que el efecto (ben¨¦fico) que su figura acaba teniendo sobre el abogado pragm¨¢tico que encarna Colin Farrell y la voluntaria a la que da vida Carmen Ejogo puede antojarse m¨¢s movido por el idealismo que por la l¨®gica narrativa, pero esta pel¨ªcula llena de secuencias memorables ¨Cel momento en que el protagonista choca, en un debate, con los nuevos lenguajes del activismo- vale, en el fondo, lo mismo que su (anti)h¨¦roe. Y este vale su peso en oro.
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