Peter Mayer, leyenda de la edici¨®n de libros
Fallecido en Nueva York a los 82 a?os, este londinense fue presidente internacional de Penguin durante dos d¨¦cadas
Peter Mayer, leyenda del mundo editorial, fue el hombre que, siendo joven taxista en Nueva York, redescubri¨® Ll¨¢malo sue?o, la novela que Henry Roth hab¨ªa publicado en 1930, se empe?¨® en que la reeditaran, ingres¨® en una editorial, subi¨® all¨ª como la espuma gracias al ¨¦xito que obtuvo con la publicaci¨®n de ese libro, y lleg¨® a ser presidente internacional de Penguin, de 1978 a 1996. En ese puesto clave de la m¨¢s importante compa?¨ªa editorial del mundo convirti¨® la publicaci¨®n de cl¨¢sicos en un fen¨®meno imparable del dise?o editorial moderno. Mayer impuls¨® luego su propia editorial, Overlook Press, que hab¨ªa fundado su padre en 1971, y no par¨® de trabajar, hasta este 11 de mayo, cuando muri¨® en su ciudad, Nueva York. Hab¨ªa nacido en Londres en 1936.
Su leyenda se bas¨® en aquel ¨¦xito que obtuvo tras leer de chiquillo a Henry Roth y sobre todo en su perspicacia y en su trabajo, en la constancia con la que le quit¨® a la publicaci¨®n de libros la tendencia a la rutina, y en libros como Juan Salvador Gaviota, que ¨¦l convirti¨® en un ¨¦xito mundial. Un libro es una aventura ¨²nica, dec¨ªa, y los libros se editan uno a uno, cada uno tiene su personalidad, y como tal han de salir al mercado, para competir con sus propias armas con otros libros que tambi¨¦n tienen la ambici¨®n de ganar la batalla de las librer¨ªas o los quioscos. En Penguin, en Overlook, Peter Mayer mostr¨® que editar es una combinaci¨®n de ojo cl¨ªnico y exigencia a la hora de innovar el dise?o de las cubiertas y de la promoci¨®n. As¨ª hizo mundial, por ejemplo, a Plat¨®n y Cicer¨®n, que aparecieron en las estanter¨ªas sin la vestimenta que los hab¨ªa convertido en estatuas de las bibliotecas, con los mismos argumentos gr¨¢ficos que utilizaba para vender a John Le Carr¨¦, a Philip Roth o a Don Delillo. Adem¨¢s, mantuvo la convicci¨®n de que solo la ambici¨®n de calidad (de textos, de dise?o) hace grandes a las editoriales. Y sigui¨® una m¨¢xima que hered¨® del viejo Gaston Gallimard: ¡°Decir no [a originales que no interesan] es tambi¨¦n una respuesta¡±. Impuls¨® la comercializaci¨®n de la (buena) literatura, hizo que la reedici¨®n no fuera un instrumento rutinario de las editoriales, y le dio varias vidas a los libros; vidas sucesivas que conten¨ªan siempre novedades, de formato y de dise?o: ning¨²n libro puede salir desnudo al mercado, debe tener su impulso propio, ten¨ªa que distinguirse en las estanter¨ªas como una sorpresa distinta de todas las otras aventuras que poblaran esa jungla. Cre¨ªa que el libro deb¨ªa estar donde estaba la gente, y condujo al mundo editorial a asaltar grandes superficies, mercados, gasolineras, con literatura, ensayo o poes¨ªa, de modernos y de cl¨¢sicos. Un momento delicado de su carrera fue cuando, al frente de Penguin, pospuso la salida de Versos sat¨¢nicos, de Salman Rushdie, condenado por la fatua. Mayer crey¨® que la edici¨®n singular de ese libro pon¨ªa en peligro a su personal, mientras que el autor ya estaba a resguardo.
Peter Mayer a?adi¨® a todas esas exigencias que se impuso una enorme capacidad de trabajo: se le ve¨ªa en ferias grandes y peque?as, era famoso y creativo, y pudo haberse retirado, pero a¨²n este ¨²ltimo oto?o, ya muy enfermo, sigui¨® al frente de Overlook, en su oficina de Manhattan, dictando cartas y cerrando contratos. Hasta que hace una semana ya tuvo que retirarse a vivir sus ¨²ltimas horas junto a su hija Liese y a su nieta reci¨¦n nacida. Su coraz¨®n pag¨® la factura de tanto viaje, de tanta energ¨ªa, de tanto entusiasmo y de tanto viaje. Al dar la noticia, una de sus grandes amigas, la editora Michi Strausfeld escribi¨®: ¡°Un gran amigo nos deja¡±. En el mundo editorial, y aunque esto parezca hip¨¦rbole, Peter Mayer fue el amigo de todo el mundo, como aquel Kim de la India de Rudyard Kipling.
Su presencia continuada en la Feria de Fr¨¢ncfort, clave en el desarrollo editorial del mundo, fue un s¨ªmbolo de ese abrazo mundial que provocaba su figura. All¨ª iba cada a?o, como gran editor y luego como editor peque?o, con el mismo af¨¢n de venta (de sus descubrimientos) y de compra de novedades, y con su mochila verde pintada de ranas recorr¨ªa puestos y recib¨ªa agentes, con la energ¨ªa que lo hizo el m¨¢s viajero de los editores. Sus compa?eros de todo el mundo le hac¨ªan cada a?o un homenaje, La Cena de Peter Mayer. En el ¨²ltimo Fr¨¢ncfort se volvi¨® a convocar esa cena. En la invitaci¨®n se inclu¨ªa esta leyenda: ¡°Peter Mayer no acudir¨¢¡±. Fue un aviso. Que hubiera Fr¨¢ncfort y no estuviera Peter Mayer era una mala noticia. Este 11 de mayo el tiempo dio su respuesta.
Tuvo una larga relaci¨®n con Espa?a, con Carmen Balcells, con Isabel Polanco, con Manuel Arroyo, con agentes, con editores, con amigos que ya lo fueron para siempre. Vinculado a Santillana, por su amistad con Isabel Polanco, de la que fue asesor, vivi¨® un tiempo en esta ciudad, en la que en 1993 hizo un redescubrimiento que marc¨® la resurrecci¨®n de una alegr¨ªa. Hac¨ªa veinte a?os, en medio de una bella historia de amor, hab¨ªa descubierto en M¨¦xico a Chavela Vargas, la cantante. Y en el verano del 93 supo que ella estaba por Madrid, adonde ¨¦l hab¨ªa acudido a encontrarse con sus amigos editores (Beatriz de Moura, Jordi Herralde¡) en un curso en El Escorial. Por la noche pregunt¨® a un amigo si sab¨ªa el paradero de esa mujer. La encontr¨® al d¨ªa siguiente, por sorpresa, en casa de Arroyo, que hac¨ªa viajar por el mundo a la leyenda de la m¨²sica mexicana. El reencuentro con Chavela Vargas emocion¨® a Peter, invit¨® a su antiguo amor a seguirla por Europa y a¨²n en los ¨²ltimos tiempos de su vida aquel reencuentro (con Chavela, con su antiguo amor) hac¨ªa sonre¨ªr y so?ar al editor que se hizo creyendo que todos los sue?os (literarios, humanos) podr¨ªan tener reedici¨®n, como aquel Ll¨¢malo sue?o que ¨¦l persigui¨® hasta hacerlo leer por multitudes.
Fue un maestro de todos sus contempor¨¢neos, directamente o porque supieran de sus haza?as. Al final de sus d¨ªas dec¨ªa lo mismo que cuando dej¨® Penguin: ¡°Lo que quiero es seguir publicando libros¡±. Y viviendo la vida, o record¨¢ndolo. Mientras en Fr¨¢ncfort celebraban el ¨²ltimo octubre la cena que cada a?o le dedicaban sus amigos editores, ¨¦l estaba, sentado en su despacho de Overlook, en Manhattan, buscando en su ordenador canciones de Chavela Vargas para rememorar, con otros amigos, algunos momentos emocionantes de su vida de viajero sentimental por la edici¨®n y por la amistad. Incansable hasta durmiendo hizo su leyenda Peter Mayer.
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