Punto final al viejo nuevo periodismo
Tom Wolfe, gran int¨¦rprete de la sociedad estadounidense, muere a los 88 a?os C¨¢ustico y brillante, cre¨® escuela con sus art¨ªculos y triunf¨® con 'La hoguera de las vanidadades'
Tom Wolfe, el dandi de traje blanco que revolucion¨® el oficio de cronista en los sesenta, muri¨® el lunes en Nueva York a los 88 a?os. C¨¢ustico, brillante, demoledor, narr¨® con audacia la sociedad estadounidense tanto desde la realidad como desde la ficci¨®n, con libros de gran ¨¦xito (La hoguera de las vanidades o Elegidos para la gloria) y art¨ªculos de leyenda. Su agente literario, Lynn Nesbit, inform¨® del fallecimiento a causa de una infecci¨®n, sin aportar m¨¢s detalles. Con Wolfe se va uno de los ¨²ltimos precursores del nuevo periodismo, ese club de reporteros que decidi¨® aplicar a la prensa las t¨¦cnicas de la novela.
Naci¨® en 1930 en Richmond, la capital del Estado de Virginia, y era nieto de un carabinero confederado. Se doctor¨® en estudios americanos por Yale y, tras comenzar trabajando de redactor de un peri¨®dico de Massachusetts llamado Springfield Union, a mediados de los 60 dio el salto a revistas como New York y Esquire. Se lanz¨® entonces a explorar nuevas formas de narrativa period¨ªstica.
Un reportaje de Gay Talese de 1962, sobre el boxeador Joe Louis, le abri¨® esa veta: vio que se pod¨ªan contar las noticias, las historias de las calle, de otra forma. As¨ª comenz¨® a cultivar unos textos preciosistas en las descripciones, que desarrollaban los personajes y jugaban con el punto de vista. Import¨®, en definitiva, las f¨®rmulas de la literatura de ficci¨®n a la cr¨®nica de los hechos. Junto a Talese, Truman Capote o Joan Didion, ciment¨® un nuevo estilo que plasm¨® en el libro El nuevo periodismo. En 1987 dio el salto a la ficci¨®n con La hoguera de las vanidades, su obra m¨¢s conocida y a¨²n considerada como la gran novela de Nueva York, que, a partir de un joven triunfador que atropella a un chico negro en el Bronx, cuenta las cloacas de la metr¨®polis.
Escrib¨ªa con bistur¨ª y mala sombra. As¨ª diseccion¨® sin piedad la opulencia c¨ªnica de Nueva York en La hoguera, los conflictos raciales de Atlanta (en Todo un hombre) o, ya en su ¨²ltima etapa, descuartiz¨® Miami para hablar de la inmigraci¨®n (en Bloody Miami). As¨ª se pronunciaba tambi¨¦n sobre cualquier asunto pol¨ªtico o social de actualidad, mordaz, penetrante. ¡°Un intelectual es alguien que sabe sobre un asunto, pero que, p¨²blicamente, solo habla de otras cosas. Y cuando [ Noam] Chomsky empez¨® a denunciar p¨²blicamente la guerra, ?de repente se convirti¨® en un intelectual! Aqu¨ª un intelectual tiene que indignarse sobre algo¡±, apunt¨® en una extensa entrevista con EL PA?S, en 2005.
Su actitud literaria y vital, de pura s¨¢tira, le granje¨® cr¨ªticas y adversarios, como recuerda su legendaria enemistad con el tambi¨¦n periodista y escritor Norman Mailer. Wolfe pis¨® muchos callos. Uno memorable fue el de la cr¨®nica de 1970 en The New York Magazine titulada Estas veladas radicales chic, en la que relat¨® cargado de iron¨ªa la fiesta que Leonard Bernstein y unos amigos de la crema estadounidense hab¨ªan organizado en la elegante casa del compositor en Manhattan, un d¨²plex de 13 habitaciones ubicado en Park Avenue, con el fin de recaudar fondos para los Panteras Negras. El texto destroz¨® a sus protagonistas y la expresi¨®n radical chic se populariz¨®. Seg¨²n Wolfe, le empezaron a llamar conservador a partir de entonces. ¡°Muchos me preguntaron: ¡®?C¨®mo pudiste hacerles quedar mal?¡¯ ?Yo? ?Acaso invit¨¦ yo a los Panteras Negras a mi casa para que me entretuviesen? Lo hicieron ellos, porque pensaron que era muy chic¡±, dec¨ªa en otra entrevista en 2014.
Burla de todo lo establecido
Hab¨ªa crecido en un ambiente religioso y conservador, no ten¨ªa problemas en defender su voto a George W. Bush y la decisi¨®n de atacar Irak ni en burlarse de todo lo establecido. Llevaba casado desde 1978 con Sheila Berger, que fue directora de arte de la revista Harper, con la que tuvo dos hijos. En los ¨²ltimos a?os viv¨ªa bastante retirado de los focos en su lujoso piso del Upper East Side, pero nunca, ni en sus ¨²ltimas apariciones, se le pod¨ªa ver sin esos elegantes trajes blancos y sombreros, marca de la casa.
La puntuaci¨®n hiperb¨®lica y el uso histri¨®nico de las onomatopeyas han envejecido peor, pero su forma de narrar la vida, en textos de largo aliento, prolijos en detalles, y aun as¨ª llenos de energ¨ªa, es adorada en las facultades de periodismo, donde El nuevo periodismo sigue siendo un manual de referencia. El nuevo-nuevo periodismo, el que empezaba a adaptarse a la revoluci¨®n digital, sin embargo, no acababa de gustar a Wolf de los ¨²ltimos a?os, quien lo ve¨ªa sin¨®nimo de prisas y brevedad, incompatibles con su concepci¨®n del relato. Tambi¨¦n abominaba del uso de la primera persona.
Otros cambios sorprend¨ªan al viejo Wolfe. En 2013, en una presentaci¨®n en Barcelona de su libro Bloody Miami, alguien pregunt¨® por una posible independencia de Catalu?a. ¡°Si Nueva York tiene un alcalde blanco [Bill de Blasio] casado con una intelectual afroamericana que antes dec¨ªa que era lesbiana y con un hijo con peinado afro quiere decir que el mundo est¨¢ cambiando y tambi¨¦n os podr¨ªa pasar a vosotros¡±, dijo.
Y m¨¢s sorpresas sacudir¨ªan Estados Unidos a?os despu¨¦s. Tom Wolfe ha muerto con Donald Trump, un personaje tan protot¨ªpico de La hoguera de las vanidades, la encarnaci¨®n pura del yuppie Sherman McCoy, sentado en la presidencia de Estados Unidos. Es un ep¨ªlogo perfecto para la s¨¢tira de Wolfe.
Babelia
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