Tom Wolfe: ¡°Lamento no haber sido m¨¢s mezquino con Norman Mailer¡±
El escritor y periodista Tom Wolfe ha muerto a los 87 a?os. Padre del Nuevo Periodismo, es uno de los referentes culturales de las ¨²ltimas d¨¦cadas. Esta es la entrevista que le hicimos en ICON en 2014, cuando triunfaba con su ¨²ltima novela, 'Bloody Miami'
El escritor y periodista Tom Wolfe (Virginia, 1931- Nueva York, 2018) ha muerto el martes 15 de mayo de 2018 a los 87 a?os. El padre del llamado Nuevo Periodismo y autor, entre otras, de La hoguera de las vanidades, es un referente cultural de las ¨²ltimas d¨¦cadas. Esta estrevista fue publicada en ICON en 2014, cuando estaba promocionando su ¨²ltima novela, Bloody Miami.
Tom Wolfe lleva un a?o promocionando su m¨¢s reciente novela ¨Calgunos dicen que ser¨¢ la ¨²ltima¨C, Bloody Miami (Anagrama). Aparenta los 82 a?os que tiene, y aunque conserva la lengua afilada cuando se le menciona a alg¨²n enemigo, proyecta una afabilidad de abuelete de cuento sure?o. T¨¦cnicamente lo es. Su discurso, sereno, resulta lo opuesto a sus relatos sincopados y onomatop¨¦yicos. En un sal¨®n barcelon¨¦s, uno de los padres del Nuevo Periodismo maldecir¨¢ hoy un par de veces la tecnolog¨ªa digital, pero no sin antes preguntar con candor para qu¨¦ sirve cada aparato que arrastra nuestro fot¨®grafo. Ni una intensa ma?ana en la que ¨¦l es la estrella parece reprimir su proverbial curiosidad.
Si ahora mismo se topase con el Esp¨ªritu Santo de la Objetividad, ?qu¨¦ le dir¨ªa?
¡°?Sigue as¨ª, muchacho!¡±. Los deconstruccionistas me afeaban, empleando un argumento esencialmente marxista: ¡°?No entiendes que el establishment te controla hasta tal punto que controla tu vocabulario? Crees que dices la verdad, pero en el fondo solo est¨¢s usando sus palabras¡±. Hay muchos intelectuales que se refieren a la m¨ªa como mi ¡°supuesta objetividad¡±, como si quisieran decirme que oculta una preferencia de la que ni me doy cuenta.
De todos los indeseados efectos que tuvo el Nuevo Periodismo en la profesi¨®n, ?cu¨¢l es el que m¨¢s lamenta?
El abuso de la primera persona del singular. Un fallo que yo mismo he cometido. Mi primer texto, El coqueto, aerodin¨¢mico rocanrolcolor caramelo de ron [Tusquets], sobre la cultura automovil¨ªstica en California, lo empec¨¦ escribiendo: ¡°La primera vez que vi coches personalizados¡¡±. A menos que seas una parte de la trama, creo que es un error escribir en primera persona.
Se lo podr¨ªa haber dicho a su archienemigo ¨ªntimo, Norman Mailer.
Ah, Norman Mailer, descanse en paz. Su obra estaba tan distorsionada por esa insistencia suya en formar parte de la narraci¨®n. Al menos tuvo la decencia de cambiar el yo por Norman Mailer cuando escribi¨® sobre el alunizaje del Apolo XI [Of a fire on the moon], ?pero es incre¨ªble lo poco que interven¨ªa el autor en la acci¨®n de esa historia! ?Pero si no pudo subir a la nave!
?Nunca ha lamentado no haber hecho las paces con ¨¦l antes de que muriera?
Para nada. No fui lo bastante mezquino con ¨¦l. Hice todo lo que pude para serlo m¨¢s, pero creo que no fue suficiente.
?C¨®mo alguien aparentemente tan entra?able como usted ha conseguido crearse tantos enemigos?
Gracias. Soy entra?able, esa es la verdad. Pues tiene que ver con qu¨¦ escribes y sobre qui¨¦n. En mis inicios escrib¨ªa sobre temas llamados pop. Gracias a Dios, esa palabra ha pasado de moda. Ya sabe, la gente era joven y hac¨ªa cosas salvajes y locas, y se asumi¨®, por lo que escrib¨ªa, que yo deb¨ªa ser muy progresista. Pero un buen d¨ªa decidieron que no, que yo era un conservador. Y eso a¨²n permanece.
?Por eso acu?¨® la etiqueta de radical chic con la que se re¨ªa de los pijos progres?
Me empezaron a llamar conservador a partir del momento en que relat¨¦ la fiesta que organizaron Leonard Bernstein y sus amigos para recaudar fondos para los Panteras Negras. Muchos me preguntaron: ¡°?C¨®mo pudiste hacerles quedar mal?¡±. ?Yo? ?Acaso invit¨¦ yo a los Panteras Negras a mi casa para que me entretuviesen? Lo hicieron ellos, porque pensaron que era muy chic. No s¨¦ si ahora alguien hubiera escrito algo as¨ª sin desinfectarlo.
?Se refiere a la correcci¨®n pol¨ªtica?
Es terrible. La llamada correcci¨®n pol¨ªtica es marxismo desinfectado. Mire esos intelectuales, los supuestamente m¨¢s cultivados, sometidos a la correcci¨®n pol¨ªtica, a ese marxismo rococ¨®, porque piensan que no queda bien oponerse a ¨¦l.
S¨¦ que le gusta clasificar los muchos insultos que ha recibido. ?De cu¨¢l est¨¢ m¨¢s orgulloso?
Una de las cosas buenas del periodismo es que te obliga a mantenerte cuerdo"
Del de ultraconservador. ?Se ha fijado en que ya no existen los conservadores? Si lo eres, entonces eres directamente un ultraconservador. ?Cu¨¢l es el que m¨¢s gracia le hace a usted?
Uno que lo comparaba con un ni?o de seis a?os viendo una peli porno: dec¨ªa que usted pod¨ªa seguir los movimientos de los cuerpos, pero que no entend¨ªa los matices. Un comentario que atribuyen a Robert Motherwell, el artista. Es bastante ocurrente.
Eso fue de cuando escrib¨ª un librito llamado La palabra pintada [Anagrama]. Era una peque?a historia del arte moderno. Pero creo que no me la tom¨¦ muy en serio. Artforum, una revista de mucha reputaci¨®n en EE UU que se considera la ¨¦lite de la cr¨ªtica art¨ªstica y el conocimiento intelectual, empez¨® un art¨ªculo sobre mi libro diciendo que yo era un capullo. Y aunque dignifiques a un persona con solo hablar de ella, ellos ven¨ªan a decir que yo era una persona sin la menor importancia. Es posible que tambi¨¦n me sienta un poco orgulloso de eso.
?No se sorprende de cu¨¢nta gente se presta rauda a compartir toneladas de informaci¨®n con usted mientras se documenta? Incluso ha teorizado sobre ello, no s¨¦ si ir¨®nicamente: lo llama la compulsi¨®n informativa del ser humano.
Es efectivamente un problema interesante. Y real [r¨ªe].
?Se ha sentido culpable por abusar de la bondad de alguna fuente? ?O por el contrario piensa que as¨ª es c¨®mo se masajea un ego, en l¨ªnea con la teor¨ªa warholiana de los 15 minutos?
Es una cuesti¨®n de estatus. Si decides contar a alguien algo que quiere saber, aumentas tu estatus. Cuando un coche interrumpe mi paseo veraniego por Long Island para pedirme una indicaci¨®n, me extiendo hasta agotar la paciencia del pobre conductor. Porque disfruto: ?yo s¨¦ algo que ¨¦l no sabe! ?Y lo estoy demostrando! En cambio, si desconozco la respuesta, le soltar¨¦: ¡®?Qui¨¦n cree que soy, por el amor de Dios? ?El ge¨®grafo del pueblo?¡¯. Digamos que esta teor¨ªa es mi peque?a aportaci¨®n a la ciencia de la psicolog¨ªa.
?Qu¨¦ opina del periodismo activista de Glenn Greenwald, Michael Moore y otros?
Lo que puedo decir de Michael Moore es que consigue hacerlo divertido. Y tampoco pretende pasar por objetivo. No comparto muchas de sus opiniones, pero me quito el sombrero, que Dios le bendiga. Y respecto a los otros¡ No quiero minimizar mi trabajo literario, pero lo primero que me considero es periodista. Cuando la gente critica mis novelas por ser demasiado period¨ªsticas, yo les digo que no lo son lo suficiente. Es un cumplido, aunque pocos escritores lo consideren as¨ª. Y creo que la historia de Edward Snowden es maravillosa para el periodismo.
?C¨®mo abordar¨ªa un encargo sobre ¨¦l?
Intentar¨ªa acercarme a ¨¦l, y si no pudiera, a sus amigos. Averiguar sus verdaderas motivaciones. Yo no dir¨ªa que Snowden es un traidor, pero s¨ª actu¨® de forma traicionera. Sab¨ªa que estaba da?ando a su pa¨ªs, pero a la vez ten¨ªa unos ideales. Esas herramientas de investigaci¨®n en nombre de nuestra seguridad que ha sacado a la luz... ?se trata de informaci¨®n con much¨ªsimo valor! No nos podemos ni imaginar la cantidad de datos que manejan esos sistemas. Llegar¨¢ un d¨ªa en el que usted y yo no nos podamos sentar en un sal¨®n como hoy sin que nadie nos escuche. ?Sabe qu¨¦ deber¨ªamos hacer?
?Qu¨¦?
?Volver a lo anal¨®gico! As¨ª de simple. ?Abandone ahora mismo todo lo digital! Ya ver¨¢ c¨®mo lo agradecer¨¢.
La desconexi¨®n digital est¨¢ a la orden del d¨ªa, no se crea.
D¨ªgaselo entonces tambi¨¦n a su fot¨®grafo [Wolfe convence a nuestro fot¨®grafo de que dispare al menos la mitad de la sesi¨®n en anal¨®gico].
En Bloody Miami ha vuelto a descuartizar sin mucha piedad una gran ciudad estadounidense. Todo el mundo sigue odiando a todo el mundo. Una tensi¨®n que parece ir m¨¢s all¨¢ de lo racial y lo cultural. ?Est¨¢ Miami a punto de estallar?
El turismo sol¨ªa ser la primera industria en la ciudad. Ahora lo son el transporte y la banca, y ambas tienen que ver con los hispanos. Buena parte de la banca latinoamericana se cuece en Miami, porque el sistema estadounidense es m¨¢s seguro que el de sus pa¨ªses de origen. ?Sabe que la rama de la Reserva Federal en Miami maneja m¨¢s millones en efectivo que el resto de oficinas de la Reserva Federal del pa¨ªs juntas? Eso es porque todas las transacciones de la droga son en efectivo. Quiz¨¢ no sea tan salvaje ahora, pero ilustra cu¨¢n importante es el negocio en Miami.
?Comparte lo mal que sent¨® entre los disidentes cubanos el apret¨®n de manos entre Ra¨²l Castro y Barack Obama?
Fue mera cortes¨ªa superficial. ?Cu¨¢ntos presidentes pueden negarle un saludo a otro presidente? Hoy hay muchos cubanos en Florida que no se sienten as¨ª. Son de tercera generaci¨®n, y siguen siendo anticastristas porque sus familias lo son, pero creo que ya no es algo tan visceral.
?Le irrit¨® sentirse parte de una minor¨ªa ¨¦tnica y ling¨¹¨ªstica en su propio pa¨ªs mientras preparaba el libro?
No. Sab¨ªa que pronto iba a salir de all¨ª. Pero quise reflejar esa situaci¨®n en el primer cap¨ªtulo de la novela, en el que mi figura central, el polic¨ªa N¨¦stor Camacho, siente desprecio hacia los dos compa?eros anglo con los que patrulla en su barco. Los desprecia, entre otras cosas, porque no est¨¢n en forma. Y a la vez, sus colegas emplean la palabra canadiense para referirse a los cubanos y poder maldecirlos sin que N¨¦stor se entere, aunque ¨¦l s¨ª lo hace.
?Qu¨¦ otras veces se ha sentido parte de una minor¨ªa?
Bueno, estuve en la peor parte del Bronx, que es como decir la peor parte de Nueva York, para escribir La hoguera de las vanidades [Anagrama]. All¨ª estaba claramente en minor¨ªa. Y descubr¨ª que en esas circunstancias ni siquiera ten¨ªa que cambiar mi manera de vestir. Por mucho que me camuflara no iba a ser confundido con un oriundo del barrio. ?A qui¨¦n voy a enga?ar?
Pensaba que usted no llevaba su habitual traje blanco cuando trabajaba.
No, claro, no llevaba el traje blanco. Eso ser¨ªa como buscar pelea. En el Bronx aprend¨ª que uno est¨¢ seguro mientras est¨¦ escoltado por alguien bien conocido en la comunidad. Pero la gente tampoco deambula por all¨ª buscando a alguien a quien robar o matar, ?sabe? Al menos no voluntariamente.
?Hasta qu¨¦ punto est¨¢ usted dispuesto a arriesgar su integridad f¨ªsica en el sagrado nombre del periodismo?
No pienso en esos t¨¦rminos. Cuando segu¨ª a los Merry Pranksters, un grupo de hippies sobre el que escrib¨ª [en el cl¨¢sico Ponche de ¨¢cido lis¨¦rgico], ellos se hinchaban a LSD y metanfetamina. No s¨¦ si ha estado junto a alguien que se meta metanfetamina, m¨¢s que provocar miedo, te hace sentir raro. Si ves a un adicto hacer un dibujo de un soldado, no parar¨¢ de a?adirle detalles, y al final lo que resulta es un gran garabato negro y espeso. Nunca he visto nada igual.
?Experiment¨® mucho con esa droga mientras escrib¨ªa la cr¨®nica?
No, nunca. Hab¨ªa le¨ªdo y o¨ªdo tanto sobre malos viajes, experiencias terribles. No voy a decir que tuviera miedo, pero despu¨¦s de entrevistar a tanta gente que consum¨ªa, incluso en el momento en el que estaban colocados¡
?Quiere decir que no experiment¨® con drogas entonces o que nunca lo ha hecho?
Nunca. Hay quien est¨¢ convencido de que consum¨ª LSD en momentos de mi carrera. Hubo gente de ese mundo que me meti¨® cosas en la comida, pero no LSD, gracias a Dios.
?Cosas en la comida?
Una noche pens¨¦ que s¨ª, porque empec¨¦ a alucinar locamente, pero result¨® ser otra droga, no recuerdo el nombre. Era poderosa, pero no dur¨® ocho horas como el LSD. Una de las cosas buenas del periodismo es que te fuerza a hacer cosas at¨ªpicas pero a la vez te obliga a mantenerte cuerdo.
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