Johnny Cash: la gran novela americana
Un nuevo disco de homenaje al 'hombre de negro' recuerda que nadie como ¨¦l en su vejez narr¨® ni cant¨® mejor la aspiraci¨®n humana de la gran epopeya de Am¨¦rica
Dijo una vez el escritor Manuel Vilas que ¡°la gran novela americana pod¨ªa estar en Bob Dylan o Lou Reed¡±. Vilas, gran admirador de ambos, aunque m¨¢s obsesionado con la figura de Lou Reed, al que le dedic¨® su libro Lou Reed era espa?ol, hac¨ªa este comentario a prop¨®sito del Nobel de Literatura a Dylan. Fue el pasado marzo cuando com¨ª con Vilas y, acompa?ados de m¨¢s amigos, pudimos charlar animosamente sobre literatura y m¨²sica. Sobre esta reflexi¨®n del escritor, sali¨® tambi¨¦n el nombre de Johnny Cash en la mesa, presidida por una exquisita fabada asturiana. El hombre de negro visto como el gran narrador de Am¨¦rica, ese concepto, esa realidad esperanzadora y agrietada, esa vasta naci¨®n formada por 50 naciones distintas, pero unidas por los surcos de su historia, de su sue?o, de su necesidad y urgencia, de sus dispares comunidades de inmigrantes venidos de todas partes del mundo.
Vilas, que vive a caballo entre Iowa y Madrid, sabe de lo que habla. El autor de Ordesa, uno de los grandes libros del a?o con esa literatura po¨¦ticamente confesional en primera persona, comentaba c¨®mo los creadores estadounidenses fueron casi pioneros en colisionar con la realidad y alterarla, expandiendo la literatura m¨¢s all¨¢ de la p¨¢gina y desde la libertad de otras artes. En este sentido, Dylan es el gran literato norteamericano desde su visi¨®n tan po¨¦tica como cruda de Norteam¨¦rica, a la que en un juego incansable de medio siglo ha perseguido -o le ha perseguido- como una ballena blanca. Es esa Am¨¦rica ¨Ctal y como lo llaman los estadounidenses- que forma parte de una idea, de un anhelo, y que, como dice Ismael en Moby Dick al referirse a su lugar de procedencia, ¡°no est¨¢ en ning¨²n mapa¡±. Porque ¡°los verdaderos lugares nunca lo est¨¢n¡±.
Ese no-lugar planea sobre la m¨¢s inspiradora y fascinante literatura norteamericana, obras que van desde La letra escarlata de Nathaniel Hawthorne de mediados del siglo XIX hasta las m¨¢s actuales de Jonathan Franzen o Cormac McCarthy, pasando por cl¨¢sicos como Las aventuras de Huckleberry Finn de Mark Twain, Las uvas de la ira de John Steinbeck, Ll¨¢malo sue?o de Henry Roth, El gran Gatsby de Scott Fitzgerald, En la carretera de Jack Kerouac o Ragtime de E. L. Doctorow. El cine (John Ford), la pintura (Edward Hopper),la fotograf¨ªa (Dorothea Lange) y el teatro (Tennessee Williams) tambi¨¦n han ahondado en la grandeza y en la basura de ese no-lugar. En la m¨²sica se cuentan por decenas los creadores que lo han hecho, desde Elvis Presley, Tom Waits y Bruce Springsteen hasta m¨¢s de nuestros d¨ªas como Wilco, The War on Drugs y Father John Misty. Pero nadie simboliza mejor esa aspiraci¨®n humana de la gran epopeya americana como Johnny Cash. Su vida y obra son esencia misma de Am¨¦rica, como bien se encargan de recordar muchos m¨²sicos. De hecho, el disco The Music: Forever Words, reci¨¦n editado, lo recuerda. Un ¨¢lbum que se compone de escritos encontrados cuando muri¨®, sus estudios sobre pasajes de la Biblia o cartas que nadie hab¨ªa visto y que antes fue parte recogido en el libro?Eternas palabras. Los poemas in¨¦ditos (Sexto Pisto). Las canciones est¨¢n cantadas por Rosanne Cash ¨Csu hija-, Alison Krauss, Chris Cornell, Willie Nelson, Elvis Costello, John Mellencamp o T Bone Burnett. Un m¨¢s que interesante y emotivo homenaje que me ha hecho volver a Cash.
Nacido en Arkansas, en plena Depresi¨®n, el primer hogar de Cash fue una caba?a m¨ªsera, regalo del programa de ayudas federales New Deal, que compart¨ªa con sus padres y seis hermanos. Entre el algod¨®n y la m¨²sica, trabaj¨® en un taller de coches en Michigan, fue interceptor de mensajes cifrados en las Fuerzas A¨¦reas durante la Alemania de la postguerra y vendedor a domicilio en Memphis. Se crio con el g¨®spel de la iglesia y los programas de radio sobre blues y country, que alimentaron la imaginer¨ªa de la generaci¨®n que invent¨® el rock and roll, de la que forma parte como pionero de los cincuenta.
Su autobiograf¨ªa, donde narra vivencias y despliega un rosario de pensamientos sobre s¨ª mismo y su pa¨ªs, es un valioso documento para explicar la profundidad moral e intelectual de Cash. Leyendo sus p¨¢ginas, como otras biograf¨ªas sobre ¨¦l, se conoce al hombre de valores, pero tambi¨¦n lleno de contradicciones, como sus tormentos por las drogas, el alcohol, el fracaso o la culpa ¨Cdesde ni?o le persigui¨® la muerte de su hermano-. Cash era un hombre apegado espiritualmente a Am¨¦rica. Como recoge en uno de los pasajes de su autobiograf¨ªa para hablar del country, el g¨¦nero musical del que se convirti¨® junto con Willie Nelson en su mayor embajador mundial: ¡°La vida en el campo como yo la conoc¨ªa es posible que sea algo del pasado y cuando los m¨²sicos actuales, int¨¦rpretes y fans por igual, hablan de ser country, eso no significa que sepan qu¨¦ es o se preocupen por la tierra y la vida que esta sostiene y regula. Hablan m¨¢s de opciones: un modo de vestir, un colectivo al que pertenecer, un tipo de m¨²sica a la que llamar suya. Lo que suscita una pregunta: ?hay algo detr¨¢s de los s¨ªmbolos del country moderno, o son esos mismos s¨ªmbolos toda la historia? ?Son los sombreros, las furgonetas y las poses de honky-tonk todo lo que queda de una cultura que se desintegra? En aquella Arkansas, un modo de vida produc¨ªa un cierto tipo de m¨²sica".
Un modo de vida, un tipo de m¨²sica, y una forma de contarlo. Ese no-lugar llamado Am¨¦rica nunca ha sido cantado c¨®mo lo cant¨® Cash. Como dec¨ªa Louis Armstrong, ¡°hay que amar para poder cantar¡±. Y Cash amaba como pocos Am¨¦rica, la idea, pero tambi¨¦n la tierra. Ese entorno, visto de mil formas distintas a trav¨¦s del cine, la televisi¨®n y la fotograf¨ªa. Las canciones de la primera ¨¦poca de Cash, con ese innovador boom-chicka-boom, recreado con dos guitarras y un contrabajo, eran como un tren de mercanc¨ªas atravesando el paisaje estadounidense. Pero, si Cash se alza con el t¨ªtulo de gran narrador de Am¨¦rica, es tambi¨¦n por sus American Recordings, esa colecci¨®n discogr¨¢fica de seis vol¨²menes, al que sumar el inmenso Unearthed.
Conviene detenerse en este legado inconmensurable. Cash hab¨ªa ca¨ªdo en el ostracismo en los ochenta. De alguna forma, era una leyenda desahuciada tras sus discos para Columbia y Mercury -algunos de esa ¨¦poca como otros anteriores fueron buenas pifias art¨ªsticas-. Nada parec¨ªa indicar que volver¨ªa ni siquiera a ser una sombra de lo que fue. Pero apareci¨® el productor Rick Rubin, destacado por sus trabajos en el mundo del hip hop. Cash fich¨® por su sello, American Recordings, mientras el productor entendi¨® que hab¨ªa una fuerza innata en el modo ¨ªntimo de cantar del hombre de negro. American Recordings, el primer ¨¢lbum que grabaron juntos en 1994, era como un testamento en vida de un mito mir¨¢ndose al espejo. Oscuro, melanc¨®lico, bello. Con esa gravedad tan personal en el fraseo, se pod¨ªan notar las arrugas en la voz de Cash. Tambi¨¦n sus cicatrices. Todo en composiciones de Neil Diamond, Nine Inch Nails, Lennon y McCartney, Nick Cave, Beck, Soundgarden, Danzig, Leonard Cohen, Neil Young o Depeche Mode. Fue la piedra filosofal de la gran narracion americana de Cash.
Desde ese ¨¢lbum hasta su muerte casi una d¨¦cada despu¨¦s ¨Cfalleci¨® en 2003-, Cash no par¨® de meterse en el estudio a grabar canciones. Algunas suyas, otras tradicionales y otras de otros, la mayor¨ªa de m¨²sicos estadounidenses de todos los g¨¦neros y de todas las ¨¦pocas. Pioneros el country y el folk como Maybelle Carter (su suegra al ser la madre de June Carter de la Carter Family), Jimmie Rodgers, Merle Travis, Billy Joe Shaver, Kris Kristofferson, Hank Williams, Willie Nelson¡ O nombres cl¨¢sicos como Roy Orbison, Dolly Parton, Neil Young, Nick Cave, Simon & Garfunkel, Steve Earle¡ Hasta m¨²sicos como Red Hot Chili Peppers, Sting, Will Oldham, Sherly Crown¡
Conmueve escucharle con esa voz en primer plano, plena, llenando todos los rincones. Sobrecoge notar el peso de su existencia en temas que suenan como plegarias. Cant¨¢ndose a s¨ª mismo, frente al espejo de la m¨²sica, rastrea en el mito roto de Am¨¦rica. Eso que Bruce Springsteen dice que aprendi¨® de Bob Dylan: escribe y canta sobre lo concreto para hablar del todo. A trav¨¦s de decenas de canciones, hablando sobre el amor, la familia, la amistad, la soledad o la p¨¦rdida, la f¨¢bula norteamericana se convierte en historia cotidiana, construida con remiendos y anhelos humanos. Sumergirse en esa f¨¢bula que es todo el legado de American Recordings es una aventura que deja tocado. Tiene algo de m¨ªstico, de espiritual. Cambia tu perspectiva, tu modo de sentir. Es como leer esas grandes novelas que nos ense?an el camino hacia ese lugar ¨²nico y extraordinario que no est¨¢ ¡°en ning¨²n mapa¡±, all¨ª donde se esconde la ballena blanca. Pero basta una canci¨®n de toda esa productiva y rica colecci¨®n para entenderlo. Por ejemplo: If You Could Read My Mind, perteneciente al American V: A Hundred Highways. Una entre muchas. Esta composici¨®n del magn¨ªfico y desconocido cantante canadiense Gordon Lightfoot abruma en voz de Cash. Ese susurro grave, ese mordisco en las palabras, ese ritmo cansado pero orgulloso, esos simples acordes como gotas de un cielo ensombreci¨¦ndose con el encanto invencible de la naturaleza.
Las canciones del American Recordings de Cash se despliegan como fotograf¨ªas de Robert Adams, donde se suceden los r¨ªos, los ¨¢lamos, los chopos, los caminos, los tendidos el¨¦ctricos, los cementerios o las escuelas abandonadas. Adams, tal vez el fot¨®grafo que mejor capt¨® el paisaje de esa idea de Am¨¦rica, dec¨ªa que sus fotograf¨ªas siempre buscaban ¡°el insondable misterio y la apabullante belleza de Estados Unidos¡±. Esa visi¨®n era como la propia visi¨®n de Cash en el oto?o de su existencia. Su voz era como narrar una novela tan ¨¦pica como nost¨¢lgica de la historia de Estados Unidos. Como escrib¨ªa Cash en su autobiograf¨ªa: ¡°Puedo andar descalzo, aunque las plantas de los pies de este viejo de sesenta y cinco a?os no sean ni la mitad de duras que las de aquel chico de campo de Arkansas. Puedo sentir los ritmos de la tierra, el nacimiento, el florecimiento, el declive y la muerte, en mis huesos. Mis huesos¡±.
Los ritmos de Am¨¦rica, esa quimera, en los huesos de su gran narrador emocional. En los huesos de Johnny Cash.
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