El artificio como forma de huida
David Selvas y Cristina Genebat roc¨ªan de esp¨ªritu pop la comedia clave (y ¨²ltima) de Oscar Wilde
A David Selvas no acab¨® de salirle bien, a mi juicio, el intento de situar al don Juan de Moli¨¨re en un hotel contempor¨¢neo: ni la trama ni el trasfondo encajaban. Sin embargo, de nuevo en el TNC, ha sabido atrapar de maravilla el mundo absurdo, ¡°ligero y perturbador¡±, como dijo Harold Bloom, de The Importance of Being Earnest, la ¡°comedia trivial para gente seria¡± que fue cumbre y despedida de Wilde. David Selvas dirige y firma la versi¨®n con Cristina Genebat, tambi¨¦n responsable de la traducci¨®n. Selvas dijo, sabiamente: ¡°No somos ingleses, no tenemos su tradici¨®n. Hay que intentar hacer la obra de otra manera¡±. ?Dif¨ªcil reto! Requiere un gusto especial por los personajes extravagantes, que se disfrazan de c¨ªnicos para decir la verdad; por las paradojas espumosas, y por las historias que parecen, solo parecen, no decir nada. Quiz¨¢s haya que contemplar ¡°lo brit¨¢nico¡± como quien en su infancia ley¨® muchas novelas de Wodehouse o vio muchas comedias de la Ealing. Y quiz¨¢s lo esencial ha sido extraer de la obra su modernidad sin ¡°ponerla al d¨ªa¡± (o lo justo). Wilde, un formalista que detestaba las formalidades, es puro estilo, pero aqu¨ª conven¨ªa mantener el equilibrio entre su fulgor ling¨¹¨ªstico y su juego argumental.
La funci¨®n es una voluta que anticipa el art d¨¦co y tal vez siga la pauta de los primeros vodeviles de Feydeau, reci¨¦n aparecidos entonces, aunque Wilde tiene una sofisticaci¨®n y un nivel de abstracci¨®n muy superiores. La import¨¤ncia de ser Frank, t¨ªtulo de la versi¨®n catalana, se estrena en 1895, pero Selvas y Genebat han entendido muy bien que el texto retrata un mundo cerrado en s¨ª mismo, tanto en la ¨¦poca victoriana como hoy en d¨ªa, y que el artificio y la frivolidad son formas de huir de una sociedad aprisionada por sus convenciones. Artificio como huida y b¨²squeda de libertad puede ser inventarse un hermano peque?o llamado Frank. O un amigo perpetuamente enfermo llamado Bunbury. El artificio est¨¢ muy presente ya en el decorado de Jos¨¦ Novoa, que nos asoma a un impreciso espacio de alta comedia (entre los a?os treinta y los sesenta), presidido por esa cabeza de ciervo que se dirige a nosotros y pone en marcha la historia, rociada luego con esp¨ªritu pop y reconvertida en musical de bolsillo, aunque jam¨¢s se presente con esa etiqueta. Como golpes de brisa surge ese pu?ado de canciones de Paula Jornet, con direcci¨®n musical y arreglos de Pere Jou y Aurora Bauz¨¢.
El enredo, que agot¨® las localidades antes de su estreno, no pierde casi nunca la ligereza: la versi¨®n funciona, fluye y deleita al p¨²blico
Miki Esparb¨¦ vuelve a hacer aqu¨ª gala de la contenci¨®n (y el dolor soterrado) que alcanz¨® en El rey tuerto: le sirve muy bien al personaje de John Worthing, y para equilibrar la qu¨ªmica del d¨²o que forma con Algernon Moncrieff. David Verdaguer es un Algernon que me vuelve ahora, con su barba y su traje violeta, y una r¨¦plica brillante y afor¨ªstica por minuto: vi¨¦ndole tocar el piano y abordar ¡°En nuestra vida, lo menos frecuente es vivir¡±, la primera canci¨®n de la noche, me pareci¨® un singular homenaje al joven Sondheim cantando un tema de Manel: por ah¨ª podr¨ªa ir el c¨®ctel. La alquimia antes citada funciona incluso en las escenas fatigosas, como el careo entre John y Algernon que cierra el segundo acto: un pasaje quiz¨¢s demasiado largo, pero muy bien sostenido por ambos.
Laura Conejero borda el rol de Lady Bracknell, apretando el acelerador del artificio con tres ecos poderosos: Anna Lizaran, Rosa Mar¨ªa Sard¨¤, Amparo Bar¨®. Un personaje feroz en su hipocres¨ªa, casi terror¨ªfico a la hora de dictar sus normas, que le vale a Conejero un retorno de aplauso en el tercer acto, donde sus silencios y pausas restallan como l¨¢tigos. Gwendolen Fairfax, que fascina a John, es Paula Malia, del tr¨ªo The Mamzelles. Canta bien y su juego tiene ritmo; tal vez se exceda un poco en el tono neur¨®tico del personaje. Cecily Cardew es Paula Jornet: puro encanto. Exhala un aire juguet¨®n que me recuerda a la joven Emma Cohen. Se hizo popular gracias a la serie La riera (y como cantante), pero para m¨ª es todo un descubrimiento. Norbert Mart¨ªnez es Lane, un mayordomo que tiene algo de Jeeves, y luego el reverendo Chasuble, enamorado de la institutriz Leticia Prism (Mia Esteve), una pareja que, reimaginada por los adaptadores, gui?a el ojo al p¨²blico con malicia en una inesperada canci¨®n sobre los usos de la mermelada. Mi canci¨®n favorita, por cierto, es Tothom parla, formidablemente colocada en la escena en que los personajes ajardinan el decorado. El enredo no pierde casi nunca la ligereza: la versi¨®n funciona, fluye y deleita al p¨²blico.
Selvas cita a Francisco Nieva, que defini¨® la comedia como ¡°un perfecto sue?o teatral¡±, quiz¨¢s el ¨²ltimo de su autor: tres meses despu¨¦s de su triunfo, Wilde fue denunciado por gross indecency por el padre de Lord Alfred Douglas, su joven amante, y condenado a dos a?os de prisi¨®n y trabajos forzados que acabaron con su popularidad y casi con su vida.
El montaje del TNC agot¨® las localidades antes de su estreno, y tras el ¨¦xito va directo al Poliorama barcelon¨¦s del 5 de julio al 5 de agosto, en un transfer en el m¨¢s puro estilo del West End.
La import¨¤ncia de ser Frank, de Oscar Wilde. TNC (Barcelona). Director: David Selvas. Int¨¦rpretes: Laura Conejero, Miki Esparb¨¦, David Verdaguer, Paula Jornet, Paula Malia, Mia Esteve, Norbert Mart¨ªnez. Hasta el 10 de junio.
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