Dos pulpos en un garaje

Traje oscuro, camisa blanca abierta, melena gris cay¨¦ndole sobre los hombros con patriarcal parsimonia. Sentado. A su izquierda el guitarrista, a su derecha el palmero y el percusionista sentado sobre el caj¨®n. Delante, un tercio del Auditori ocupado. S¨ª, no hab¨ªa mucha gente, pero para Capullo de Jerez era m¨¢s que suficiente, ¨¦l, que en pocos d¨ªas tocar¨¢ en una pe?a gitana de Badalona, ten¨ªa m¨¢s p¨²blico del que quiz¨¢s est¨¦ acostumbrado a tener habitualmente. Y cant¨®, rasp¨® con esa voz educada en patios de vecinos, en fiestas improvisadas por la cotidianeidad, macerada pues en la tradici¨®n pura. Y estaba contento, no hizo una actuaci¨®n como si estuviese en un tablao de turistas. Cant¨® al amor, a las mujeres, ¡°sin la mujer no podemos nada¡±, a la m¨²sica. Cant¨® por fandangos, por rumbas, por tanguillos, y entre cante y cante daba v¨ªtores al flamenco, a la propia m¨²sica, a Barcelona e incluso al propio p¨²blico, pasando por alto ben¨¦volamente que aquel p¨²blico aplaud¨ªa a destiempo, poco acostumbrado al ritual flamenco. Pero Capullo estaba agradecido, tanto como el p¨²blico que disfrut¨® de un concierto inhabitual en el Primavera, un concierto que fue estupendo y racial. Flamenco a secas.

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Horas m¨¢s tarde una troupe de m¨²sicos veteranos ocupaba el mismo escenario. Venerables artistas destrozando cualquier atisbo de melod¨ªa, imposibilitando el seguimiento de cualquier ritmo porque, simplemente, el ritmo pautado desaparec¨ªa como las volutas de un cigarrillo en una ventisca. El Auditori ya estaba m¨¢s lleno, bastante m¨¢s que con el Capullo de Jerez, porque en definitiva el p¨²blico del Primavera tiene algo m¨¢s cercano el jazz que el flamenco ortodoxo. Dos contrabajos apuntalaban la aparente dispersi¨®n de las improvisaciones de una banda que en su d¨ªa ayud¨® a reinventar el jazz arranc¨¢ndolo de su zona de confort. Eran The Art Ensemble Of Chicago, as¨ª como el a?o pasado hab¨ªa sido Kamasi Washington pero con una diferencia, el saxofonista de Los Angeles ha conectado directamente con un p¨²blico no estrictamente jazz¨ªstico, mientras que The Art Ensemble Of Chicago no. Otro concierto tan estupendo como racial. Free jazz a secas.

Por supuesto que ambos conciertos merecieron ser escuchados, fueron un goce. Por supuesto que el p¨²blico disfrut¨®, entre otras cosas porque el p¨²blico del Primavera es mel¨®mano, curioso y se mete en la propuesta que se le ofrezca. Pero a¨²n con todo, la sensaci¨®n en ambos conciertos es que tanto Capullo de Jerez como The Art Ensmeble Of Chicago eran pulpos solitarios en un garaje enorme, ¨²nicos representantes a t¨ªtulo anecd¨®tico de unas m¨²sicas que existen antes que el propio rock and roll. Si el Primavera quiere evitar situaciones as¨ª, luminosas an¨¦cdotas en el cartel, la de la maliense Oumou Sangare puede ser otra, deber¨ªa demostrar que cree de verdad en las otras m¨²sicas.