Rattle el progresivo
La Filarm¨®nica de Berl¨ªn realiza su ¨²ltima gira con Simon Rattle como director titular
Hace un mes, Andris Nelsons visitaba Madrid en el final de su primera gira con la Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig, regal¨¢ndonos, entre otras cosas, una extraordinaria versi¨®n de la Cuarta Sinfon¨ªa de Brahms. Ahora acaba de recalar aqu¨ª Simon Rattle en su ¨²ltima gira como director titular de la Filarm¨®nica de Berl¨ªn, con un programa coronado por la Primera Sinfon¨ªa del compositor hamburgu¨¦s. Es imposible no enlazar aquellos conciertos y este otro, alba y ocaso, alfa y omega, porque el let¨®n estuvo al borde mismo de ser nombrado sucesor del ingl¨¦s al frente de la formaci¨®n berlinesa en mayo de 2015. Con la orquesta partida en dos mitades, cada una con su propio e irrenunciable candidato, los filarm¨®nicos decidieron finalmente sacrificar a ambos (Christian Thielemann y el propio Nelsons) y consensuar un tercero, Kirill Petrenko. Solo el tiempo dir¨¢ si fue una decisi¨®n acertada o no.
El largo per¨ªodo de Rattle comenz¨® en 2002, cuando hubo de suceder nada menos que a Claudio Abbado, que hered¨® a su vez el cetro de Herbert von Karajan. El balance de estos 16 a?os est¨¢ marcado por logros y aspectos positivos, y este concierto de despedida simboliza de alguna manera los dos principales: la apertura habitual e indisimulada a la m¨²sica de nuestro tiempo y la incorporaci¨®n de nuevos y excelentes instrumentistas a la plantilla de la orquesta en el marco de un claro relevo generacional, muchos de ellos atra¨ªdos precisamente por la mentalidad abierta y el car¨¢cter franco del director de Liverpool, carente por completo de esos inc¨®modos tics o esas desmedidas dosis de ego de muchos divos de la batuta.
Esta gira corona simb¨®licamente este per¨ªodo y, tras recalar en Berl¨ªn, Londres, Viena, ?msterdam y Colonia, se cierra ahora en Madrid y Barcelona. Rattle ha encargado varias obras breves para esta temporada de despedida y el honor del adi¨®s internacional ha reca¨ªdo sobre J?rg Widmann que, con su inteligencia y su desmedido talento, ha escrito para la ocasi¨®n una peque?a joya cuyo t¨ªtulo, Danza sobre el volc¨¢n, tiene el doble sentido de describir lo que significa ocupar como principal responsable el podio de la Filarm¨®nica de Berl¨ªn, seguida y escrutada de cerca en los cinco continentes, y, al mismo tiempo, transmitir una imagen en ning¨²n caso optimista del mundo actual. En un gesto muy caracter¨ªstico de Widmann (pensemos en su reciente y sensacional Concierto para viola, con el solista desplaz¨¢ndose de un lugar a otro del escenario, haciendo a veces cosas ins¨®litas), la obra comienza y concluye sin Rattle. Pr¨®logo y ep¨ªlogo, si as¨ª pueden llamarse, tienen una clara impronta jazz¨ªstica, aunque los aplausos extempor¨¢neos del p¨²blico cuando apareci¨® en el escenario, con la orquesta ya tocando, impidieron disfrutar de los once compases iniciales, con el arranque marcado por un percusionista con cinco notas haciendo entrechocar en el aire sus palillos, en la mejor tradici¨®n de los bater¨ªas de jazz. Las tornas se invierten al final, cuando Rattle abandona el podio y deja sola a la orquesta, que en los doce compases conclusivos retoma los ritmos y armon¨ªas del jazz del comienzo.
Entre medias, en cambio, la m¨²sica semeja un magma en aumento constante, grandes masas de lava que surgen tras asomarse en un principio al cr¨¢ter del volc¨¢n. El propio Widmann ha confesado que su inspiraci¨®n inicial fue la extraordinaria frase de Georg B¨¹chner en Woyzeck, ¡°El hombre es un abismo, y uno siente v¨¦rtigo al mirar hacia abajo¡±, que luego cantar¨ªa Wozzeck en el segundo acto de la ¨®pera de Alban Berg. Tras vislumbrar el horror, el humor -sigue admitiendo el compositor- queda ya entonces como la ¨²nica salida. Estrenada el pasado 27 de mayo en la Philharmonie de Berl¨ªn, no es dif¨ªcil augurar un largo recorrido a esta breve pero muy sustanciosa obra de Widmann, un compositor igual de original en la distancia larga y en la corta, en el teatro de ¨®pera y en la sala de conciertos, en la m¨²sica de c¨¢mara y en la orquestal. Todos, en todas partes, quieren una nueva obra suya y, tras esta en¨¦sima muestra de su talento, nadie puede extra?arse de ello.
Obras de Widmann, Lutos?awski y Brahms. Orquesta Filarm¨®nica de Berl¨ªn. Dir.: Simon Rattle. Auditorio Nacional, 7 de junio.
Witold Lutos?awski compuso su Tercera Sinfon¨ªa para otra gran pareja de hecho, la Sinf¨®nica de Chicago y Georg Solti, que la estrenaron en 1983. Escrita de un solo trazo, aunque concebida como un movimiento preparatorio de otro principal, mantiene intactas la frescura de su inspiraci¨®n y su arrebatadora originalidad. Rattle ya la dirigi¨® en 2012 a su orquesta en Berl¨ªn y el gesto de rescatarla para esta gira de despedida dice mucho sobre c¨®mo quiere ser recordado tras estos 16 a?os al frente de la Filarm¨®nica de Berl¨ªn. Comand¨® con tremenda autoridad una versi¨®n que fue de menos a m¨¢s: falt¨® quiz¨¢s algo de mordiente y continuidad en el tramo inicial (incluido ese motivo inicial y final de cuatro corcheas, marcado siempre ¡°Vivo¡± por el compositor polaco, que hace las veces de moj¨®n para delimitar las distintas secciones), pero cuando esas aut¨¦nticas r¨¢fagas de sonido que van produciendo los distintos bloques en que se desmembra la orquesta, surcadas de breves y ocasionales pasajes de ¡°contrapunto aleatorio¡±, cobran mayor peso y densidad, Rattle empez¨® tambi¨¦n a hacer subir la temperatura de la interpretaci¨®n. La Filarm¨®nica, que ha venido con su pl¨¦yade de grandes solistas al completo (Emmanuel Pahud, Albrecht Mayer, Andreas Ottensamer, Daniele Damiano, Stefan Dohr, Bruno Delepelaire, dos de sus concertinos, Daniel Stabrawa y Noah Bendix-Balgley, etc¨¦tera, etc¨¦tera, con el violinista Luis Esnaola y el violista Joaqu¨ªn Riquelme ocupando posiciones preferentes en sus respectivas secciones), mostr¨® la magnitud sus poderes, que parecen casi infinitos, cubriendo todo el arco din¨¢mico imaginable, aunque, como afirma Widmann, esta es una orquesta que se siente especialmente a gusto cuando tocan todos sus instrumentistas, cuando pueden mostrar la envergadura de sus credenciales con un tutti orgulloso y omn¨ªmodo. A la Filarm¨®nica de Berl¨ªn le gusta escucharse, y no es para menos.
Lutos?awski admiraba enormemente las sinfon¨ªas de Brahms, pero tambi¨¦n confes¨® que su escucha le agotaba, debido en gran medida a la presencia de dos grandes movimientos (primero y ¨²ltimo), motivo por el cual decidi¨® rehuir ¨¦l mismo de ese esquema formal. Esto es cierto m¨¢s que nunca en el caso de la Primera Sinfon¨ªa del hamburgu¨¦s, donde los movimientos extremos cuentan, adem¨¢s, con extensas introducciones lentas, m¨¢s que probables s¨ªmbolos de su costos¨ªsima gestaci¨®n, plagada de dudas. Si el Rattle del repertorio contempor¨¢neo hab¨ªa mostrado en la primera parte dominio, autoridad y profusi¨®n de ideas, en Brahms se invirtieron los t¨¦rminos y la sensaci¨®n inevitable es que en este repertorio es ¨¦l quien ha aprendido m¨¢s de sus m¨²sicos que a la inversa. Fue una interpretaci¨®n de nuevo ostentosa en lo sonoro (?16 primeros violines!), pero muy poco idiom¨¢tica, sin densidad, sin tensiones y, lo que es peor, sin atisbos de emoci¨®n, justo lo contrario de la Cuarta Sinfon¨ªa de Andris Nelsons hace unas semanas en el mismo escenario.
El Rattle progresivo, por utilizar el mismo adjetivo que Sch?nberg aplic¨® a Brahms, es infinitamente m¨¢s interesante que el Rattle clasicista o conservador. En la larga historia de Iberm¨²sica han dirigido esta obra en Madrid m¨²sicos como Claudio Abbado, Daniel Barenboim, Sergiu Celibidache, Carlo Maria Giulini o Nikolaus Harnoncourt, una relaci¨®n que corta el aliento, y no puede decirse, desgraciadamente, que Rattle pueda situarse en su estela. Pero si lo que quer¨ªa el brit¨¢nico en esta gira -una breve declaraci¨®n para un largo adi¨®s- era mostrar cu¨¢l ha sido su papel en la historia centenaria de la Filarm¨®nica de Berl¨ªn, ha logrado su objetivo a las mil maravillas, con sus virtudes y sus carencias, sus haberes y sus debes, sus luces y sus sombras. Por sus obras lo recordaremos.
Babelia
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