Fran Lebowitz: ¡°La nostalgia en la cultura es venenosa¡±
La mordacidad de la escritora la ha hecho tan famosa como su bloqueo con la pluma: ha pasado 30 a?os sin publicar nada, algo que no ha mermado su seguridad en s¨ª misma
Arrancaba la d¨¦cada de 1970 y el conjunto de la escena art¨ªstica underground neoyorquina cab¨ªa en un restaurante. As¨ª lo recuerda Fran Lebowitz (Nueva Jersey, 1950), aunque no fue en uno de ellos donde se cruz¨® con el legendario fot¨®grafo Peter Hujar, sino en una proyecci¨®n en el Uptown de Manhattan. ¡°Hab¨ªa o¨ªdo hablar de ¨¦l. Era muy guapo. Y aquella noche llevaba falda, una prenda basta, como de bibliotecaria, algo que en aquel entonces violaba la ley. Me dijo que no le parec¨ªa justo que las mujeres pudieran llevar pantalones y los hombres no usaran faldas. Nos volvimos inseparables, pero nunca m¨¢s le vi llevar una¡±, recuerda al tel¨¦fono.
Columnista en la revista Interview de Warhol, la mordacidad de Lebowitz la ha hecho tan famosa como su bloqueo con la pluma: ha pasado 30 a?os sin publicar nada, algo que no ha mermado su seguridad en s¨ª misma, ni su popularidad. En una entrevista en The Paris Review afirmaba que escrib¨ªa tan lento que podr¨ªa hacerlo con su propia sangre, sin que ello tuviera ning¨²n efecto nocivo para su salud. Sus trajes masculinos de sastre, sus gafas de sol y un eterno cigarrillo en la mano la han granjeado un lugar fijo en la lista de las m¨¢s elegantes, y sus dotes como brillante oradora y observadora social quedaron retratados en el documental que le dedic¨® Martin Scorsese, Public Speaking. Mucho antes de todo esto, Lebowitz paseaba por Manhattan con Peter Hujar y m¨¢s adelante con el amante y disc¨ªpulo de su amigo, el artista David Wojnarowicz. En el Meatpacking, hoy atestado de boutiques y hoteles, Hujar la ense?¨® a conducir, cuando solo hab¨ªa ratas, travestis y carniceros.
Una muestra del trabajo de ambos artistas se expone hasta el 26 de agosto en la Fundaci¨®n Loewe de Madrid, dentro de PHotoEspa?a, y Lebowitz participar¨¢ ma?ana en una conversaci¨®n a dos sobre la escena pol¨ªtica y art¨ªstica en Manhattan en los a?os setenta y ochenta con la galerista neoyorquina Gracie Mansion. ¡°Yo odiaba las fotos, pero Peter no te hac¨ªa sentir como esos fot¨®grafos de moda. Pensaba en ti, y, de hecho, casi siempre fotografiaba solo a sus amigos¡±, explica. Hujar falleci¨® v¨ªctima del sida en 1987 y Wojnarowicz en 1992; este ¨²ltimo, cuyo trabajo se expone este mes en el Museo Whitney de Nueva York, se convirti¨® en un infatigable activista. ¡°Los dos tuvieron una infancia dickensiana, nada que ver con la m¨ªa. Por eso a Peter le encantaba venir a casa de mis padres en los suburbios, le parec¨ªa lo m¨¢s ex¨®tico del mundo. ?l era dif¨ªcil, aunque no conmigo. Creo que porque era la ¨²nica que no estaba enamorada de ¨¦l. Le vi tirar y pegar a galeristas que pretend¨ªan ayudarle, y yo le dec¨ªa: ¡®Esta no es la manera de progresar¡±, cuenta con una carcajada. ¡°David era incre¨ªblemente pasional. Para m¨ª era como un hijo de Peter, pero invert¨ªa mucha energ¨ªa en pelear contra cristianos evang¨¦licos o incluso contra su casero. Yo trataba de decirle que uno nunca gana esas peleas¡±.
El auge de los ¨²ltimos cinco a?os de la obra de Hujar, a quien la Morgan Library dedic¨® una exposici¨®n, y del trabajo de Wojnarowicz, con la reedici¨®n de sus diarios Waterfront Journals y los precios ascendentes de su trabajo en las subastas, no sorprenden mucho a Lebowitz. ¡°La nostalgia en la cultura es venenosa porque frena. Hoy parece que el Nueva York de los setenta es como el Par¨ªs de los a?os veinte, lo han romantizado; lo cierto es que ya no hay contracultura. La gente puede enterarse de absolutamente todo¡±, apunta. Lebowitz ya dej¨® clara su postura sobre la relaci¨®n entre vida y arte en uno de sus art¨ªculos de los ochenta: ¡°Con m¨¢s frecuencia de la que parece, la vida imita la artesan¨ªa, porque ?qui¨¦n entre nosotros puede decir que su experiencia no se parece m¨¢s a un tiesto colgante de macram¨¦ que a un cuadro de Seurat?¡±.
Babelia
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