Royal Academy: Chipperfield en la piel del urbanista
La ampliaci¨®n de la Royal Academy de Londres muestra la capacidad para callar y hablar al mismo tiempo del arquitecto brit¨¢nico
Es dif¨ªcil pensar en un arquitecto actual capaz de ser ic¨®nico (The Hepworth Wakefield), cartesiano (sede de Amorepacific en Se¨²l), contextual (tienda de Valentino entre medianeras en Nueva York), contenido (ampliaci¨®n del Museo de Arte de Saint Louis) y a la vez dispuesto a desaparecer como el brit¨¢nico David Chipperfield.
Habitualmente, que un estudio de arquitectura demuestre variedad de recursos formales revela la pluralidad de sus profesionales. No es el caso de Chipperfield. En cada una de las estrategias que emplea para desaparecer o marcar sus proyectos est¨¢ presente el mismo arquitecto, el autor de una obra s¨®lida que desprecia lo superficial para concentrarse en los espacios y su materialidad.
Como el Quijote, en ese af¨¢n Chipperfield lucha contra los molinos de la rentabilidad y la industrializaci¨®n de la arquitectura. Se empe?a en construir cuidando tanto los acabados y las entregas como la elecci¨®n de los materiales, anticipando el mantenimiento de los edificios y evitando los maquillajes superficiales en un tiempo vendido al objetivo de multiplicar los beneficios econ¨®micos por encima de los sociales, urbanos o est¨¦ticos.
As¨ª, siendo idealista, Chipperfield es a la vez un arquitecto elitista: le cuesta trabajar con bajos presupuestos. De escasez de presupuesto, o desv¨ªos presupuestarios, y por lo tanto de mala construcci¨®n, adolecen sus inmuebles espa?oles emblem¨¢ticos -Veles e Vents, en Valencia o la Ciudad de la Justicia, en Barcelona-. Sin embargo, aunque su obra reivindica una ejecuci¨®n casi artesana, Chipperfield es capaz de trabajar con los materiales m¨¢s corrientes, como el terrazo, trat¨¢ndolos como si fueran los m¨¢s nobles.
En 2011, un ejercicio de reconstrucci¨®n, humildad, paciencia y di¨¢logo sin precedentes le vali¨® el Premio Mies van der Rohe por el rescate del Neues Museum. En Berl¨ªn, desarroll¨® una de sus m¨¢s aplaudidas especialidades: desaparecer cuando esa es la mejor estrategia.
Saber decidir cu¨¢ndo desaparecer como autor es como saber manejar el silencio en una composici¨®n musical. Y Chipperfield ha demostrado que sabe callar y hablar en un mismo proyecto. Ocurri¨® en Berl¨ªn y ha sucedido ahora en su ampliaci¨®n de la Royal Academy de Londres. "En unos a?os, ser¨¢ imposible distinguir entre lo nuevo y lo viejo". Esa decisi¨®n indica un entendimiento de lo que es una ciudad -un lugar en continua transformaci¨®n construido a capas- y el profundo convencimiento de que en los mejores edificios de la historia se solapan los estilos y los usos hasta fundirse en un car¨¢cter.
Ante la dificultad de actualizar, transformar y conectar la mansi¨®n palladiana Burlington House con el edificio victoriano, que fuera sede de la Universidad de Londres, Chipperfield se ha convertido en urbanista y ha dado prioridad a la conexi¨®n: directa, en l¨ªnea recta y a trav¨¦s de un puente -t¨²nel que descubre la trasera de los dos inmuebles- que est¨¢ uniendo y hace brotar un peque?o jard¨ªn. No se trata tanto de mantener una celosa obsesi¨®n con la preservaci¨®n del edificio original -en parte reinventado y perforado con nuevas claraboyas- como de devolverlo recompuesto a la mejor de las vidas sin alterar su naturaleza. El mensaje es que, respetado y actualizado, cualquier edifico puede ser parte de algo m¨¢s importante que ¨¦l.
No es esta la primera vez que la Royal Academy crece. En 1991, Norman Foster realiz¨® otro ejercicio de contenci¨®n sumando el volumen de las Sackler Galleries a la Burlington House. La diferencia entre ambas ampliaciones es que Foster est¨¢ presente en toda su intervenci¨®n y Chipperfield solo a ratos. No lo vemos en los nuevos tragaluces del teatro griego, pero s¨ª en sus gradas de roble y piel. Lo vemos en la voluntad de llevar luz natural al puente y en la de ubicar al estudiante y al visitante en un contexto de convivencia entre edificios, ¨¦pocas y personas. Una academia es, por encima de todo, un lugar en el que aprender y que ninguna de sus partes necesite alzar la voz para afirmarse constituye la primera lecci¨®n.
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