Leer para ver
La literatura ha construido una ciudad universal con pedazos del Marrakech de Elias Canetti, el Par¨ªs de Benjamin, el M¨¦xico de Gruzinski o Los ?ngeles de Mike Davis
No entiende lo que ve desde el coche: en Bab-el-Khemis, en Marrakech, un camello corre sobre tres patas, atada al cuerpo la cuarta. Elias Canetti mira a los camellos. Tienen cara, todos parecen el mismo y todos son diferentes. Parecen viejas damas inglesas aburridas en torno al t¨¦, y Canetti descubre a alguno que le recuerda a un pariente pr¨®ximo. Las ciudades que nos son extra?as se convierten en ocasi¨®n de encuentros imprevistos. Estoy en 1954, en Las voces de Marrakesh, que Canetti public¨® en 1968: leer es un modo sedentario de asomarse a otros sitios y otras ¨¦pocas, incluso del futuro.
Cuando el viajero no sabe el idioma del lugar, necesita, desamparado, un mediador, un gu¨ªa. Mira sin entender a los mendigos ciegos, que murmuran en com¨²n su letan¨ªa pedig¨¹e?a. No se despega del morabito masticador de monedas, intentando adivinar la l¨®gica de lo que hace, y de pronto se da cuenta de que el m¨¢s observado de los presentes en la escena es ¨¦l, ¡°criatura asombrosa a quien hab¨ªa que explic¨¢rselo todo¡±. Pero lo atraen sin necesidad de intermediarios las mercanc¨ªas expuestas en los zocos, presididas por una danza de carteras exhibicionistas de su promesa de prosperidad, y el poder de fascinaci¨®n de los cuenteros callejeros: sin entender lo que dicen, Canetti se confiesa tan encantado como el resto del p¨²blico. Viajaba con un equipo de cineastas brit¨¢nicos.
Ahora vuelo a 1971, a Los ?ngeles del arquitecto Reyner Banham, pope del pop ingl¨¦s en los a?os cincuenta del pasado siglo, amigo de la tecnolog¨ªa, la ciencia-ficci¨®n, la publicidad, el mercado de usar y tirar, Estados Unidos. En Los ?ngeles, ¡°f¨¢brica de los sue?os de Occidente¡±, lo esperaba ¡°una arquitectura del instante en una ciudad al instante¡±, muchos estilos distintos, copiados, importados, explotados, abandonados en el espacio que abarca la memoria de una persona. Si los cuenteros de Marrakech encantaron a Canetti, a Banham lo embruj¨® la floraci¨®n pop de las arquitecturas ef¨ªmeras: fachadas comerciales, autopistas, construcciones inexistentes para quienes s¨®lo atienden a obras firmadas y fieles a alg¨²n estilo catalogado. Hasta en la hamburguesa intuy¨® una arquitectura fant¨¢stica, ¡°apoteosis simb¨®lica¡±: en una ciudad en la que la movilidad desplaza a la monumentalidad, el que corre puede comerse su hamburguesa con una mano. Pero, si parara y la pusiera en un plato, la carne, la guarnici¨®n y las salsas compondr¨ªan un bodeg¨®n, una obra de arte visual, gastronom¨ªa decorativa.
Geoliteratura
Cuando el protagonista de La vida exagerada de Mart¨ªn Roma?a, la novela del peruano Alfredo Bryce Echenique, llega a Par¨ªs y corre a visitar Notre Dame exclama: "?Era mucho m¨¢s bonita en Lima!". Antes de que el llamado giro espacial llegara a la teor¨ªa de la literatura, la ficci¨®n ya hab¨ªa condicionado nuestra visi¨®n de las ciudades: las visibles, las invisibles y las desaparecidas, empezando por la Troya desenterrada por los arque¨®logos en 1871 siguiendo las pistas de la Il¨ªada. Si un d¨ªa la tierra se tragara Praga, Dubl¨ªn o Lisboa, ?ser¨ªa posible reconstruirlas a trav¨¦s de las p¨¢ginas de Kafka, Joyce o Pessoa? Parece dif¨ªcil. De entrada, faltar¨ªan cien a?os de suburbios y todos los supermercados.
En su libro sobre Nantes ¡ªcuna de Julio Verne, gran imaginador de espacios¡ª, Julien Gracq retoma la idea de Baudelaire de que "la forma de una ciudad cambia m¨¢s que el coraz¨®n de un mortal". Aun as¨ª, seguimos usando novelas y poemas como si fueran planos. Algunas ediciones de Rayuela, por cierto, incluyen el de Par¨ªs, lugar que merece un cap¨ªtulo propio en la historia de la literatura en espa?ol al lado de Nueva York, Venecia y un lugar de La Mancha de cuyo nombre nadie consigue acordarse.
Como quien aprende italiano para leer a Dante, Banham aprendi¨® a conducir para leer Los ?ngeles, ¡°primer monumento al autom¨®vil¡±. Distingui¨® cuatro ecolog¨ªas en la ciudad: Surfurbia, las Colinas, las Llanuras y Autop¨ªa. Surfurbia ser¨ªa la ciudad-playa, surfistas y m¨²sica de los Beach Boys, vida ligera, ¡°donde lo que uno lleva encima es todo lo que se posee¡±, unas bermudas. Las Colinas acogen la vida a lo grande, la fat life, lo que se ve en la televisi¨®n y las pel¨ªculas, ficci¨®n real, Hollywood. Las Llanuras encarnar¨ªan los Deseos (¡°Llanuras del Ello¡±, las llamaba Banham): la vida c¨®moda, familiar, feliz y con dinero. Y como el Esp¨ªritu Santo entre el Padre y el Hijo, la Autop¨ªa ser¨ªa el v¨ªnculo entre Surfurbia, las Llanuras y las Colinas: las autopistas que traspasan la ciudad y la sobrevuelan, ¡°monumentos que se recortan contra el cielo¡±, anticip¨¢ndose, dir¨ªa yo, a los autom¨®viles a¨¦reos de Blade Runner.
Si, movido por Banham o Canet?ti, me voy ahora a Los ?ngeles o a Marrakech, mirar¨ªa sus ciudades escritas como quien compara dos estampas ¡ªpresente y pasado¡ª en uno de esos pasatiempos en los que hay que distinguir 15 diferencias. Cuando Mike Davis escribi¨® en los a?os noventa su Ciudad de cuarzo. Arqueolog¨ªas del futuro en Los ?ngeles, la Autop¨ªa de Banham sufr¨ªa un colapso, el ¨¢rea angelina se hab¨ªa desindustrializado, el paro alcanzaba la categor¨ªa de principal modo de vida en los barrios latinos y negros, y ser pobre en Los ?ngeles (¡°el Gran Gatsby de las ciudades americanas¡±) era delito. En la ciudad poli¨¦tnica proliferaba una mayor¨ªa de latinos, afroamericanos y asi¨¢ticos, dominaban grandes bancos y monopolios tecnol¨®gicos con sede en otra parte, los capitales flu¨ªan de Jap¨®n y Canad¨¢, y la minor¨ªa angloamericana se especializaba en el consumo de lujo y en la defensa de sus territorios.
Unos aprenden italiano para leer a Dante, Banham aprendi¨® a conducir para leer Los ?ngeles
Incluso mirada a trav¨¦s del espejo retrovisor de la historia, la ciudad que veo con Davis es distinta a la de Banham. La construcci¨®n de Los ?ngeles se dirig¨ªa ¡ªdesde el encuentro entre el mundo espa?ol-mexicano, cat¨®lico, y el anglo, protestante¡ª a la ciudad posindustrial del presente: olimpiadas, supercatedrales, visitas papales, centros comerciales como catedrales, arquitectura estelar, eliminaci¨®n del espacio de libre acceso, viviendas con aspecto de fortaleza penitenciaria y c¨¢rceles dise?adas por celebridades arquitect¨®nicas. Al borde de la Hollywood Freeway, en 635 North Alameda Street, Davis me ense?a la c¨¢rcel proyectada por Welton Becket Associates, hotel futurista o bloque de oficinas para la ¡°managerial elite of narco-terrorism¡±, ampliaci¨®n industrial-inmobiliaria de la War on Drugs.
¡°Para tener confianza en una ciudad extra?a se necesita un espacio cerrado sobre el que ostentar un cierto derecho y donde se pueda estar solo cuando el barullo de voces nuevas e incompresibles aumente¡±, se dec¨ªa Elias Canetti en Marrakech. Walter Benjamin busc¨® ese espacio en una biblioteca y, entre 1927 y 1940, vislumbr¨® los or¨ªgenes de nuestro presente en el Par¨ªs del siglo XIX y sus pasajes, esos nobles antepasados del centro comercial. Sigo el Libro de los pasajes como un plano para ver la ciudad del siglo XXI en el Par¨ªs de hace casi siglo y medio, cuando las medidas del bar¨®n Haussmann para el control policial de las calles anticipaban los d¨ªas de vigilancia electr¨®nica y armada como atracci¨®n tur¨ªstica, y recorrer la ciudad para comprar en un pasaje, palacio de las mercanc¨ªas de lujo fabricadas en serie, se transformaba en entretenimiento y evasi¨®n.
Entonces se constru¨ªan los pasajes en hierro y cristal espectaculares como hoy los nuevos edificios comerciales se prefabrican para remodelar sin fin fachadas e interiores mutantes como pantallas de ordenador. Y cuando en el deseo de un espacio ¨ªntimo, pr¨®spero y seguro en que apoyarse se imprim¨ªa la huella personal en muebles, estuches, jarrones, plata, cristal y cojines (Benjamin vio aqu¨ª el origen de las novelas policiacas), quiz¨¢ se presintiera nuestra ansiedad de dejar rastro en el tel¨¦fono m¨®vil y otros tipos de cerebro electr¨®nico. Buscando Par¨ªs en un libro, he acabado en la ciudad universal que conozco, un compuesto de ciudades que, al contrario que los camellos de Canetti, parecen distintas y quiz¨¢ sean ya la Ciudad ?nica.
El control policial del bar¨®n Haussmann en el Par¨ªs del siglo XIX anticip¨® la actual vigilancia electr¨®nica
Serge Gruzinski cuenta su ciudad de M¨¦xico viajando, ida y vuelta, del presente al pasado, desde el ¡°gigantismo de fin de siglo¡± hasta los or¨ªgenes precolombinos, y propone una manera de acercarse al lugar que yo asumir¨ªa en todas las ciudades: ¡°abordar lo complejo partiendo de cosas sencillas¡±. Por ejemplo: el restaurante Sanborns de los Azulejos, en la avenida Ju¨¢rez, con sus columnas de piedra y su patio barroco, donde todav¨ªa flotan las sombras de la burgues¨ªa modernista, los europeos de paso por voluntad o por exilio, Rivera y Kahlo, Mar¨ªa Callas y la Beat Generation, ¡°oasis para turistas agotados¡±, seg¨²n Gruzinski, pero tambi¨¦n para los empleados de la zona y los nost¨¢lgicos de los tiempos en que la ciudad tuvo un centro. Y otra ciudad se nos vuelve huidiza en su dilataci¨®n hipertr¨®fica: M¨¦xico DF se hace irreconocible de generaci¨®n en generaci¨®n. Para buscar la ciudad de la gente bien de los a?os cincuenta habr¨ªa que irse a alguna pel¨ªcula de los Estudios Churubusco, Hollywood y Cinecitt¨¤ a la mexicana, donde Bu?uel rod¨® El ¨¢ngel exterminador. ?Qui¨¦n reconocer¨ªa en la Zona Rosa del consumo recreativo de hoy a la vieja ciudad residencial de vocaci¨®n europea? La modernizaci¨®n parece equivaler siempre a depuraci¨®n y ocultaci¨®n (que puede ser exhibicionismo policiaco) de la ciudad de castas y clases sociales, a trav¨¦s, entre otras cosas, de la ostentaci¨®n tur¨ªstica del pasado precolombino y colonial.
Abro la Praga m¨¢gica de Angelo Maria Ripellino, Praga, antiguo infolio de p¨¢ginas de piedra, ciudad-libro ¡°siempre por leer, so?ar e interpretar¡±: un d¨ªa uno va andando por Roma o Par¨ªs, qu¨¦ importa, y de repente cree desembocar otra vez en una eterna plaza praguense. Todas las ¨¦pocas confluyen en este instante, as¨ª parece entender Ripellino la historia, aunque, acaso porque escribe poco despu¨¦s de la invasi¨®n sovi¨¦tica de 1968, relaciona el car¨¢cter de la ciudad con los traumas del pasado: Praga se metamorfosea y enmascara ante los aventureros de todas partes que a lo largo de los tiempos la han saqueado y mangoneado, sea la soldadesca y burocracia del Sacro Imperio Romano Germ¨¢nico, del III?Reich o del Pacto de Varsovia.
Ripellino avisa: su libro-ciudad no es una gu¨ªa de viajes. Se parecer¨ªa a un caprichoso proyector de im¨¢genes que fundir¨ªa las g¨¢rgolas de la catedral de San Vito, las visiones de los alquimistas y astr¨®logos de la corte de Rodolfo II, los monstruos antropom¨®rficos del pintor Arcimboldo, los robots y salamandras de Karel ?apek, el Golem del rabino L?w y el inventado por Gustav Myerink y Paul Wegener, ¡°las larvas grotescas e inquietantes de la literatura praguense¡±. Pero el enciclop¨¦dico Ripellino confiesa su ¡°infinito remordimiento de no conocerlo todo, de no abarcarlo todo¡± y ahonda m¨¢s: ve, reflejada en las aguas del r¨ªo Moldava, una ciudad subacu¨¢tica habitada por hom¨ªnidos subacu¨¢ticos, o propone, por si alguien quiere ir a buscarlos una noche, una lista de los espectros de Praga, barrio por barrio, adelant¨¢ndose a quienes hoy explotan visitas tur¨ªsticas a la ultratumba de cualquier ciudad con historia. Que el visitante, previene por fin, no se quede en la deslumbrante superficie ¨®ptica de Praga. ¡°Una ciudad es una cosa complicad¨ªsima¡±, dice.
Lecturas
Novedades
Cl¨¢sicos modernos
- Bangkok. Lawrence Osborne. Traducci¨®n de Magdalena Palmer Gatopardo. 286 p¨¢ginas. 19,90 euros
- Cinco ciudades. Ahmet Hamdi Tanpinar. Traducci¨®n de Rafael Carpintero. Sexto Piso. 256 p¨¢ginas. 22,90 euros
- Estambul. La ciudad de los tres nombres. Bettany Hughes. Traducci¨®n de Tom¨¢s Fern¨¢ndez A¨²z y Beatriz Eguibar. Cr¨ªtica. 942 p¨¢ginas. 32,90 euros
- Cartas desde Estambul. Mary Wortley Montagu. Traducci¨®n de Celia Filipetto. L¨ªnea del Horizonte. 244 p¨¢ginas. 20 euros
- Benar¨¦s, India. Jes¨²s Aguado. Pre-Textos. 200 p¨¢ginas. 20 euros. Londres gay. Peter Ackroyd. Traducci¨®n de Tom¨¢s Fern¨¢ndez A¨²z Edhasa. 382 p¨¢ginas. 28 euros
- El complot de las damas muertas. Jessa Crispin. Traducci¨®n de Elvira Herrera Fontalba Alpha Decay. 282 p¨¢ginas. 22,90 euros
- Trieste. Jan Morris. Traducci¨®n de Luc¨ªa Barahona. Gallo Nero. 220 p¨¢ginas. 19 euros
- Cuaderno de Nueva York. Jos¨¦ Hierro. Ilustraciones de Adolfo Serra. Posfacio de Vicente Luis Mora. N¨®rdica 140 p¨¢ginas. 25 euros
- Las voces de Marrakesh. Elias Canetti. Traducci¨®n de Jos¨¦ Francisco Yvars. Pre-Textos. 117 p¨¢ginas. 15 euros
- Los ?ngeles. La arquitectura de cuatro ecolog¨ªas. Reyner Banham. Traducci¨®n de Mois¨¦s Puente. Puente Editores. 264 p¨¢ginas. 18,90 euros
- Ciudad de cuarzo. Arqueolog¨ªas del futuro. en Los ?ngeles. Mike Davis. Traducci¨®n de Rafael Reig. Lengua de Trapo. 381 p¨¢ginas. 22 euros
- Libro de los pasajes. Walter Benjamin. Traducci¨®n de Luis Fern¨¢ndez Casta?eda, Isidro Herrera y Fernando Guerrero. Akal. 1.104 p¨¢ginas. 57,50 euros
- Praga m¨¢gica. Angelo Maria Ripellino. Traducci¨®n de Marisol Rodr¨ªguez. Seix Barral. 499 p¨¢ginas. 21 euros
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