Nantes, m¨¢s all¨¢ de todas las aventuras
En busca de la estatua de Monsieur Hulot en la ciudad de Julio Verne
Llov¨ªa en Nantes la primera vez que viaj¨¦ a esa ciudad, y recuerdo que pens¨¦ de inmediato en aquella canci¨®n tan triste de B¨¢rbara, una canci¨®n sobre la muerte de su padre: "Il pleut sur Nantes / Donne-moi la main / Le ciel de Nantes / Rend mon cœur chagrin". El cielo de Nantes, siempre encapotado, dicen algunos. En mi siguiente viaje a esa ciudad, tal vez porque era pleno agosto, la supuesta eterna lluvia de Nantes qued¨® desmentida a conciencia por un sol de plomo, que parec¨ªa salido del centro de un volc¨¢n del interior de la tierra, como si el sol quisiera homenajear a la ciudad natal de Julio Verne. Me dije que a Nantes, la ciudad m¨¢s importante de la Breta?a, la lluvia le daba sentido y el sol la desfiguraba.
Los amigos del Capit¨¢n Nemo tienen aqu¨ª su cita anual. Un lugar "donde ciertas miradas arden con demasiado fuego", seg¨²n Andr¨¦ Breton. A orillas del Loira, fluvial y literaria, lluviosa y apasionada.
A Nantes seguramente hay que ir en invierno. Es la ¨¦poca en la que suele visitarla Joan de Sagarra, que a?o tras a?o viaja de Barcelona a Nantes para acudir a un almuerzo del Club de los Pulpos, tambi¨¦n conocido como la Cofrad¨ªa del Nautilus, una reuni¨®n anual de amigos del Capit¨¢n Nemo. La cofrad¨ªa tiene m¨¢s de una docena de miembros, todos grandes admiradores de Verne, aunque, cuando se re¨²nen, apenas hablan de los libros de ¨¦ste. Seg¨²n he podido saber, en el m¨¢s reciente de estos almuerzos, presidido por el pintor Pierre Perron, se habl¨® b¨¢sicamente de las pel¨ªculas de Jacques Tati, que rod¨® Las vacaciones de Monsieur Hulot en un solitario hotel de la playa de Saint-Marc-sur-Mer, cerca de Nantes. Aunque remozado -lo que no es equivalente de mejorado-, sigue estando ah¨ª, todav¨ªa bastante solitario, ese hotel bret¨®n sobre la playa atl¨¢ntica. Tambi¨¦n solitario, en un mirador cercano, puede verse mirando al mar a Monsieur Hulot, convertido en una estatua de bronce, un tanto solemne desde que alg¨²n admirador de Tati le robara recientemente la pipa.
Un comercio triangular
Volvamos al Club de los Pulpos, es decir, a Nantes, antigua ciudad de negreros y poetas, hoy puerto y capital del departamento de Loire-Atlantique, a unos cincuenta kil¨®metros de la desembocadura del r¨ªo Loira. En el siglo XVIII conoci¨® un esplendor ¨²nico. Hasta que no construyeron un puerto de aguas profundas en la desembocadura del r¨ªo, en Saint Nazaire, la ciudad de Nantes, con su potente casta de armadores y traficantes, fue el puerto franc¨¦s m¨¢s importante para el comercio con el Caribe y ?frica. Los barcos de los grandes armadores establec¨ªan en la Venecia del Oeste un comercio triangular entre el puerto de Nantes, la costa africana y las islas. Part¨ªan con pacotilla fabricada en la ciudad que cambiaban por negros, los cuales m¨¢s tarde eran vendidos a los propietarios de las plantaciones de Santo Domingo y Martinica, y regresaban a Nantes con las naves cargadas de az¨²car, caf¨¦, jengibre, cacao y tabaco.
D¨ªas de grandes aventuras. De aquel esplendor antiguo habla Alberto Savinio cuando, a prop¨®sito de Verne (que en su infancia debi¨® de escuchar el eco de tantas aventuras), nos cuenta que en el coraz¨®n de aquella Nantes, los negreros -conocidos como "los plantadores de Santo Domingo"- hab¨ªan edificado un barrio privado, una ciudad de Las mil y una noches, palacios sostenidos por cari¨¢tides, jaulas sonoras de pajarillos de las islas, plantas barbudas y flores espantosas como fuegos artificiales: "Cuando Verne paseaba siendo joven por los canales de ese puerto fluvial y la vista se le extasiaba ante los bergantines y los paquebotes flamantes, los plantadores de Santo Domingo hab¨ªan muerto hac¨ªa tiempo y sus riquezas se hab¨ªan disipado, pero un tenue resplandor del antiguo brillo duraba todav¨ªa entre las ruinas de la ciudad privada. En el aire reinaba un perfume colonial".
En la catedral de esta ciudad, Enrique IV de Francia firm¨® el Edicto de Nantes el 13 de abril de 1598, igualando en derechos a cat¨®licos y protestantes, asegurando amplias libertades religiosas y civiles para estos ¨²ltimos. Creo que, dados los siniestros tiempos que corren, todos aquellos viajeros que se sientan implicados en la ya larga historia de la conquista de las libertades p¨²blicas e individuales deben visitar ese lugar donde fue promulgado tan importante edicto. Un edicto que fue un avanzado modelo de tolerancia y que en 1685, el rey Luis XIV, enga?ado por sus consejeros y cayendo en el m¨¢s grande error de su reinado, revoc¨®, privando a los hugonotes de sus derechos y provocando que ¨¦stos trasladaran sus sabidur¨ªas a Inglaterra, Holanda y Alemania. De la catedral podemos ir al cercano y monumental castillo de los duques de Breta?a, una fortaleza imponente, en cuyo interior se encuentran dos museos relativamente interesantes: uno, consagrado a la historia mar¨ªtima y comercial de Nantes, y el otro, dedicado al arte popular bret¨®n.
La destrucci¨®n de 1943
Se echa en falta un museo -no s¨¦ si existe; en todo caso, no lo he visto- donde se exponga la memoria hist¨®rica de la destrucci¨®n de la ciudad de Nantes en el a?o 1943, fotograf¨ªas y dem¨¢s documentos que informen al visitante de los efectos devastadores de los bombardeos de las tropas aliadas. En aquellos d¨ªas, poco falt¨® para que desapareciera la ciudad de Nantes. Si las lluvias en 1900 y en 1904 ya hab¨ªan llevado, con tr¨¢gica insistencia, la destrucci¨®n a la ciudad dej¨¢ndola dos veces gravemente inundada, los bombardeos norteamericanos de la Segunda Guerra Mundial llevaron mayor destrucci¨®n si cabe. Pero como la ciudad de Nantes supo restaurar su geograf¨ªa urbana, bien haremos, una vez hayamos cumplido ya con la Historia con may¨²scula, en dirigirnos con alegr¨ªa hacia las plazas, calles, casas y hoteles del reconstruido centro. Hacia ¨¦l iremos jugando a simular que vamos buscando la pipa robada del monumento a Monsieur Hulot. Partiremos para eso del hotel La Perousse, donde me toc¨® hospedarme en mi primer viaje a Nantes. Una advertencia: ese hotel no basta con mirarlo desde fuera para deducir de inmediato que es un hotel muy raro. Y es que su interior lo es mucho m¨¢s, con diferencia. Desde la calle, lo que se ve, en efecto, es un edificio raro, hulotiano, tremendamente modesto y moderno y... tremendamente torcido; es una versi¨®n gorda y francesa de la Torre de Pisa. Ya he encontrado el adjetivo. Todo en ese hotel, sobre todo en su interior, est¨¢ torcido. Por otro lado, en ese hotel todo se tuerce para el cliente. Las habitaciones, supuestamente vanguardistas -el arquitecto no ha parado de recibir premios-, tienen la est¨¦tica del clochard y, cargadas de lo que podr¨ªamos llamar un humor de vagabundo, est¨¢n pensadas para que cualquier expectativa del cliente se tuerza y quede frustrada. Hay un colgador de ropa, por ejemplo. Uno entra por primera vez en la habitaci¨®n y se dispone a colgar la americana, y descubre que el colgador es inaccesible porque se halla protegido por un cristal casi invisible. Hay una solitaria botella de vino en el suelo, por ejemplo. Una botella para el cliente clochard, se supone. Uno quiere abrirla, y no tarda en descubrir que no hay sacacorchos, pero s¨ª curiosas y desesperantes imitaciones de sacacorchos que no van a ayudarnos nunca a abrir la botella. El bid¨¦ est¨¢ tan torcido que el lavabo puede inundarse a la m¨ªnima de cambio. ?Y qu¨¦ decir de los visillos de la ventana, que alguien con una idea torcida de la decoraci¨®n ha sustituido nada menos que por edredones?
La cadencia de la vida
De un hotel a otro. Al parecer, el comisario Maigret de las novelas de Simenon hab¨ªa estudiado medicina en Nantes antes de dejarlo todo para entrar en la polic¨ªa e investigar misterios como el del hotel La Perousse, del que, en nuestro recorrido por el reconstruido centro, partiremos para ir hacia otro hotel, el Grand Hotel de France, donde en 1919 se suicid¨® Jacques Vach¨¦, el joven de Nantes que tanto sedujo a Andr¨¦ Breton. Tal vez bajo la influencia de su amigo, Breton lleg¨® a decir de Nantes: "La ¨²nica ciudad de Francia, junto a Par¨ªs, donde tengo la impresi¨®n de que algo que vale la pena puede sucederme, donde ciertas miradas arden con demasiado fuego, donde para m¨ª la cadencia de la vida no es la misma que en otra parte, donde un esp¨ªritu de aventura m¨¢s all¨¢ de todas las aventuras vive a¨²n en ciertas almas. Nantes, de donde pueden llegar todav¨ªa amigos; Nantes, donde he amado un parque: el parque Proc¨¦".
Cerca del parque Proc¨¦ se suicid¨®, en el Grand Hotel de France, su amigo Vach¨¦, una de las grandes leyendas del surrealismo, joven de una distinguida familia de Nantes, muerto por sobredosis de opio en el centro neur¨¢lgico de la ciudad. Hay un Grand Hotel de France hoy d¨ªa en Nantes, pero nadie debe confundirse -como en un primer momento me pas¨® a m¨ª- y creer que es el hotel donde se dio muerte por mano propia el joven amigo de Breton. Pregunt¨¦ en recepci¨®n y all¨ª nadie sab¨ªa nada de Vach¨¦; es m¨¢s, me dijeron que nadie se hab¨ªa suicidado en el hotel. Mis pesquisas a lo Maigret-estudiante de medicina acabaron llev¨¢ndome a un antiguo inmueble en la plaza contigua al actual Grand Hotel. Ah¨ª est¨¢ la ventana del m¨ªtico -para m¨ª- cuarto en el que perdi¨® la vida Vach¨¦, escritor de trayectoria rara: escribi¨® muy poco, tan s¨®lo unas cartas, unas cartas de guerra a su amigo Breton, y s¨®lo con ellas -la ley del m¨ªnimo esfuerzo- pas¨® a la historia de la literatura francesa.
Nantes, ciudad fluvial aireada a los cuatro vientos, ciudad abierta y, sin embargo, ciudad encerrada, ciudad literaria, no s¨®lo por Verne y Vach¨¦. Muy cerca de ella, en Saint-Florent-le-Vieil, en 1910, naci¨® el escritor m¨¢s secreto, el m¨¢s oculto de la actual literatura francesa, Julien Gracq, que sigue viviendo ah¨ª, en su casa natal, y que ha escrito un libro imprescindible para saber algo de Nantes, La forma de una ciudad, publicado en espa?ol por Muchnik. Gracq siempre ha admirado a su paisano Verne, aunque consciente de ciertos aspectos que les separan: "Los dos nacimos a la orilla del Loira, s¨®lo que ¨¦l ve¨ªa los m¨¢stiles de los veleros que iban a cruzar los oc¨¦anos, y yo, la silueta de la espalda de quienes pescan con ca?a".
En la Rue de la Fosse encontraremos la Maison Coiffard, librer¨ªa y editorial, una de las mejores librer¨ªas de Francia. Son en realidad dos establecimientos, el viejo y el moderno, uno enfrente del otro. En el viejo hallamos el esp¨ªritu de la aventura de Verne mezclado con la serenidad cl¨¢sica de Gracq, es decir, la s¨ªntesis de la Nantes de todos los tiempos. Saliendo de ah¨ª, dirigiremos nuestros pasos hacia uno de los espacios m¨¢s memorables de la ciudad, el pasaje comercial Pommeraye, de finales del siglo XIX, galer¨ªa milagrosamente intacta, como si el tiempo no hubiera pasado por ella y todav¨ªa los asombrados ojos de Breton la estuvieran descubriendo. Y del Pommeraye al hist¨®rico restaurante La Cigale -ah¨ª se rod¨® una famosa escena de cabar¨¦ de la pel¨ªcula Lola, de Jacques D¨¦my-, algo tur¨ªstico en verano y maravilloso escenario de barrocos espejos en invierno. S¨ª, seguramente a la ciudad de Nantes hay que viajar en invierno, la ¨¦poca en la que Joan de Sagarra la visita para cenar en el Club de los Pulpos con sus amigos gourmets, silenciosos admiradores del Capit¨¢n Nemo. S¨ª, el invierno parece una buena estaci¨®n para llegarnos hasta el Atl¨¢ntico, hasta Saint-Marc-sur-Mer, por ejemplo, y tratar all¨ª de descifrar el lenguaje que nos llega del oc¨¦ano o, lo que viene a ser lo mismo, averiguar qui¨¦n le rob¨® la pipa a la estatua de Monsieur Hulot.
- Enrique Vila-Matas es autor de la novela El mal de Montano, premio Nacional de la Cr¨ªtica y premio Anagrama en 2002.
GU?A PR?CTICA
Datos b¨¢sicos
Prefijo telef¨®nico: 00 33 2. Poblaci¨®n: alrededor de 600.000 habitantes.
C¨®mo ir
- Air France (901 11 22 66; www.airfrance.es) tiene vuelos a Nantes desde 292 euros, y a Par¨ªs (a tres horas en coche, dos en tren), desde 99 euros.
Dormir
- Hotel de la Plage (40 91 99 01; www.hotel-de-la-plage-44.com). 37 Rue Commandant, Charcot, Saint-
Marc-sur-Mer. En la playa de Monsieur Hulot. La doble, 69 euros.
- Hotel La Perousse (40 890 75 00). 3 All¨¦e Duquesne, Nantes. 84 euros la habitaci¨®n doble.
- L'Oc¨¦an (40 69 73 51; www.hotel-nantes.com).
11, Rue de Lattre de Tassigny. 32 euros la doble.
Comer
- Brasserie La Cigale (51 84 94 94).
4, Place Graslin. Men¨²s entre 11,5 y 23,8 euros; a la carta, unos 18 euros. En un monumento hist¨®rico de finales del siglo XIX: se sirven pescado y mariscos.
- L'Atlantide (40 73 23 23). 15, Quai Ernest R¨¦naud. Men¨² desde 25 euros; a la carta, por unos 70.
- Bateaux Nantais (40 14 51 14;
www.bateaux-nantais.fr). Quai de la Motte Rouge. A bordo de un barco, comida francesa con men¨²s desde 39 euros.
Informaci¨®n
- Oficina de turismo en Nantes (40 47 04 51). Place du Commerce, fuera del Palais de la Bourse.
- www.brittanytourism.com.
- www.nantes-tourisme.com.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.