Muere Claude Lanzmann, cineasta de la memoria
El director, responsable del documental ¡®Shoah¡¯, muere en Par¨ªs a los 92 a?os
A Claude Lanzmann le hubiera gustado ser inmortal, pero era consciente de tener ¡°la estad¨ªstica en contra¡±. El cineasta, escritor y periodista franc¨¦s, figura central de la vida intelectual en su pa¨ªs, falleci¨® este jueves en Par¨ªs a la edad de 92 a?os. El autor del documental Shoah, que reconstitu¨ªa el exterminio de los jud¨ªos con la oralidad como ¨²nico instrumento, deja atr¨¢s una vida dedicada a la constituci¨®n de una memoria hist¨®rica sobre una de las peores p¨¢ginas del relato del siglo pasado. ¡°Recordar supone un aut¨¦ntico trabajo. La memoria no surge sola, se tiene que construir¡±, dijo en 2011 durante una entrevista en su apartamento en el barrio parisiense de Montparnasse.
Nacido en 1925 en Bois-Colombes, en las afueras de la capital francesa, Lanzmann proced¨ªa de una familia de emigrantes jud¨ªos que hab¨ªan escapado a los pogromos en la Europa del Este. De ni?o, nunca pis¨® una sinagoga ni recibi¨® una educaci¨®n religiosa. ¡°El antisemitismo previo a la guerra fue muy violento, lo que me termin¨® afectando incluso a m¨ª¡±, explicaba. Reconoc¨ªa que durante a?os sinti¨® verg¨¹enza de la nariz aguile?a de su madre, una mujer tartamuda y col¨¦rica que abandon¨® a su familia cuando Lanzmann ten¨ªa 9 a?os. ¡°Pero nunca estuve molesto con ella. Al rev¨¦s, la entend¨ª. Mi madre fue una pionera. Para dejar a tu marido y tus tres hijos en 1934, hay que tener un coraje y una libertad formidables¡±, sosten¨ªa el director.
Su vida fue una novela. La narr¨® en unas apasionantes memorias tard¨ªas, publicadas en 2009, que titul¨® La liebre de Patagonia (Seix Barral). A los 18 a?os, mientras estudiaba en un internado de Clermont-Ferrand, Lanzmann se alist¨® en las Juventudes Comunistas y luego en la Resistencia. Transport¨® armas clandestinamente y aprendi¨® a pilotar, descubri¨¦ndose un temperamento guerrero que luego marcar¨ªa tambi¨¦n sus actividades como intelectual, en las que se enzarz¨® con frecuencia en pol¨¦micas y disputas. Tras la guerra, se march¨® a estudiar Filosof¨ªa a la ciudad alemana de Tubinga, conocida por sus prestigiosas universidades. Y de ah¨ª lleg¨® al Berl¨ªn de la posguerra, cuyo paisaje fracturado siempre le fascin¨®. Se dedic¨® al periodismo ¡°alimenticio¡±, como ¨¦l lo defin¨ªa, entre 1950 y 1970, trabajando para el diario France Dimanche y publicando perfiles de famosos en la revista Elle, que recopil¨® en un volumen editado en 2012, donde recog¨ªa sus encuentros con Charles Aznavour o Jean-Paul Belmondo. Una serie de art¨ªculos sobre Alemania publicados en Le Monde llamaron la atenci¨®n de Jean-Paul Sartre, su maestro intelectual desde que ley¨®, al terminar la guerra, Reflexiones sobre la cuesti¨®n jud¨ªa. Lanzmann dijo reconocerse en cada una de sus p¨¢ginas.
El antisemitismo previo a la guerra fue muy violento, lo que me termin¨® afectando incluso a m¨ª
Admirado por su talento, Sartre le invit¨® a escribir en su revista, Les temps modernes. Y, a trav¨¦s de ese encuentro, conoci¨® a Simone de Beauvoir, su eterna compa?era, con quien Lanzmann vivir¨ªa una gran historia de amor. El cineasta fue el ¨²nico hombre con quien Beauvoir vivi¨® conyugalmente. ¡°Pero el hombre de su vida fue Sartre¡±, reconoc¨ªa sin problemas. Lanzmann se convirti¨® en el tercer v¨¦rtice de un tri¨¢ngulo amoroso que dur¨® siete a?os. ¡°Ella segu¨ªa trabajando con Sartre, pero ya no ten¨ªan relaciones sexuales. No se crea que fue una org¨ªa. Yo nunca lo hubiera aceptado, ni tampoco ellos. Lo terminamos dejando porque me enamor¨¦ de otra mujer. Beauvoir quiso compartirme tres noches a la semana, pero la otra no quiso o¨ªr hablar del tema¡±, record¨® en la misma entrevista. Lanzmann tambi¨¦n fue pareja de la actriz Judith Magre; la escritora Angelika Schrobsdorff, autora de T¨² no eres como otras madres; y la m¨¦dico Dominique Petithory, su ¨²ltima esposa.
Su principal legado se titula Shoah, monumental documento de nueve horas y media de metraje, que se estren¨® en 1985 tras 11 a?os de preparaci¨®n y 300 horas de rodaje. Fue la labor de su vida, la obra de un hombre empecinado que trabaj¨® en la m¨¢s profunda soledad, convencido de un proyecto en el que nadie crey¨®, buscando a v¨ªctimas y verdugos que aceptaran conversar sobre la aniquilaci¨®n de seis millones de jud¨ªos en un tiempo en que segu¨ªa siendo un tab¨². ¡°Nunca hubiera podido consagrar tantos a?os a hacer realidad una obra como Shoah si me hubieran deportado [durante la guerra]¡±, expres¨® en otra ocasi¨®n. ¡°No hay creaci¨®n aut¨¦ntica sin opacidad. El creador no debe ser transparente respecto a s¨ª mismo¡±. Shoah se convirti¨® en una pel¨ªcula sobre lo indecible, que mont¨® sin im¨¢genes de archivo y sin reconstituciones, ancl¨¢ndola en el presente y no en el pasado. Lanzmann hablaba, en el fondo, de la necesidad de erigir una memoria hist¨®rica por mucha verg¨¹enza que d¨¦ mirarle a la cara.
Su radicalidad formal se convirti¨® en un dogma, en una prohibici¨®n expl¨ªcita de comerciar con el horror absoluto en los relatos formulados por el s¨¦ptimo arte. El estreno franc¨¦s de La lista de Schindler suscit¨® una gran pol¨¦mica, a causa de esa posici¨®n de Lanzmann. ¡°La ficci¨®n es una transgresi¨®n. Pienso profundamente que hay una prohibici¨®n de la representaci¨®n¡±, expres¨® en una tribuna publicada en Le Monde en 1994. ¡°?Qu¨¦ uno llora viendo La lista de Schindler? De acuerdo. Pero las l¨¢grimas son una forma de gozar. Las l¨¢grimas constituyen un goce, una catarsis¡±. Lanzmann se opuso repetidamente a la representaci¨®n audiovisual de la soluci¨®n final. Solo algunas pel¨ªculas, como la reciente El hijo de Sa¨²l, del h¨²ngaro L¨¢szl¨® Nemes, que prescind¨ªa de toda imagen expl¨ªcita, obtuvieron su visto bueno.
Shoah fue su obra m¨¢s importante, pero no la ¨²nica. Su primer filme fue Pourquoi Isra?l (1972), un documental sobre la fundaci¨®n del Estado, que Lanzmann siempre defendi¨® a capa y espada, y que volvi¨® a aparecer en Tsahal (1994), estudio sobre el ej¨¦rcito israel¨ª. Visit¨® el pa¨ªs por primera vez en 1952. ¡°Podr¨ªa haberme quedado en Israel toda la vida¡±, dec¨ªa Lanzmann. ?Por qu¨¦ no lo hizo? ¡°Porque me acost¨¦ con Beauvoir la noche antes de marcharme¡±, confesaba sobre la mujer que le hizo volver a Par¨ªs. Shoah tambi¨¦n fue la matriz de otras cinco pel¨ªculas que profundizaban en testimonios recogidos para el documental, pero para los que no encontr¨® suficiente espacio. Tal vez el m¨¢s vibrante sea El ¨²ltimo de los injustos, sobre el rabino vien¨¦s Benjamin Murmelstein, repudiado por la comunidad jud¨ªa por su proximidad con los nazis.
Lanzmann fue un hombre iracundo y apasionado, de mirada dura y sonrisa dif¨ªcil, pero con ojo malicioso y conversaci¨®n afable
En los ¨²ltimos a?os, a Lanzmann se le ve¨ªa debilitado. Hab¨ªa perdido o¨ªdo y caminaba apoy¨¢ndose en un bast¨®n por una lesi¨®n en la rodilla. Y ten¨ªa el alma dolorida por la muerte de su hijo F¨¦lix en 2017, a los 23 a?os, a causa de un c¨¢ncer fulminante. Pero ni siquiera eso lo retir¨® de la circulaci¨®n. En los dos ¨²ltimos a?os rod¨® dos pel¨ªculas: Napalm, sobre su relaci¨®n pasional con una enfermera norcoreana durante una visita al pa¨ªs en 1958 ¨Cconvenci¨® a las autoridades para que le dejaran rodarlo prometiendo que filmaba ¡°un documental sobre el taekwondo¡±¨C, y Les quatre soeurs, estrenado hace pocos meses por el canal francoalem¨¢n Arte, sobre cuatro mujeres que sobrevivieron a los campos nazis.
Lanzmann fue un hombre iracundo y apasionado, de mirada dura y sonrisa dif¨ªcil, pero con ojo malicioso y conversaci¨®n afable. Sus enemigos lo tildaban de ogro. Muchos de sus amigos, tambi¨¦n. Todos coincid¨ªan en que, cuando echaba la siesta, era mejor no despertarlo. Hasta sus ¨²ltimos d¨ªas, Lanzmann sigui¨® siendo una fuerza de la naturaleza, que hablaba de sus proyectos de futuro como si el tiempo que le quedaba fuera ilimitado. Le gustaba recordar que, tras el suicidio de su hermana, una amiga le escribi¨® unas palabras de consuelo. ¡°La vida gana siempre¡±, le dijo para reconfortarlo. Al recordar esas palabras, Lanzmann se mostraba dividido. ¡°Ten¨ªa raz¨®n, porque ya no pienso en ella cada d¨ªa. Y, al mismo tiempo, se equivocaba: no me he olvidado de nada¡±, dec¨ªa. ¡°Pero es verdad que, sin la pulsi¨®n de la vida, es imposible seguir adelante. Solo existe la vida. No creo en el m¨¢s all¨¢, esa gigantesca construcci¨®n¡±. El ogro se ha vuelto a echar la siesta, pero esta vez para siempre.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.