En el limbo de Anish Kapoor
El escultor indio-brit¨¢nico muestra en la portuguesa Fundaci¨®n Serralves sus monumentales obras
Diga lo que diga la Iglesia, el limbo existe ¡ªhay testigos¡ª y es negro, muy negro, absolutamente negro; es el vac¨ªo, la nada. Nada hay tan negro como el limbo de Anish Kapoor, el artista indio-brit¨¢nico que ha instalado sus esculturas en la Fundaci¨®n Serralves de Oporto.
Solo cinco personas entran en el limbo al mismo tiempo. Varios obreros se han encargado de levantar a su alrededor, en medio de la tierra, un portal de cemento gris. Fuera se oye a los p¨¢jaros piar y a la gente gritar, pero al atravesar la puerta de acero industrial el mundo desaparece y se entra en Descent into limbo, la obra de Kapoor (Bombay, 1954) que por segunda vez se expone en el mundo en estas condiciones.
Un cancerbero evitar¨¢ que la gente se precipite en la nada. En medio del cuarto hay un agujero negro de 3,5 metros de di¨¢metro y profundidad, excavado con precisi¨®n milim¨¦trica; dos mil¨ªmetros separan la superficie del borde del agujero, del negro absoluto. Una negritud patentada por el artista hace dos a?os, lo que levant¨® una interesante pol¨¦mica cultural.
Como el resto de la obras expuestas en los jardines y en las salas de Serralves (que se mantendr¨¢n hasta enero), la instalaci¨®n ha seguido las puntillosas exigencias del estudio de Kapoor en Londres. En enero, el artista viaj¨® a Oporto para escoger los espacios donde se levantar¨ªan sus monumentales obras, y en mayo llegaron sus especialistas para garantizar la ingenier¨ªa necesaria.
Un miembro del estudio se ha encargado de pintar el agujero del limbo con esa pintura que solo Kapoor posee. ¡°Es el material m¨¢s negro del universo, despu¨¦s de un agujero negro¡±, en palabras del creador. Un pigmento que absorbe el 99,6% de la luz. ¡°Es como si pudieras desaparecer en ¨¦l¡±, en el vac¨ªo, una obsesi¨®n que persigue materializar en muchas de sus esculturas.
Volumen y vac¨ªo, el negro y el otro color que le obsesiona, el rojo, ocupan la entrada de la exposici¨®n con Sectional Body Preparing for Monadic Singularity. Media docena de personas trabajan dentro, fuera, arriba y abajo de tan descomunal pieza, un cubo de 7,5 metros de altura y siete toneladas de peso. Dos camiones trasladaron desde un almac¨¦n de Londres las partes de la escultura, creada por Kapoor en 2015, antes solo expuesta en Versalles y Roma.
¡°Ingenieros civiles, especializados en estructuras proyectaron la base de hormig¨®n, despu¨¦s de medir las condiciones de viento y el terreno¡±, explica Marta Almeida, responsable del montaje que desde principios de a?o ha puesto en guardia a todos los t¨¦cnicos de la fundaci¨®n.
En la obra choca la rigidez del cubo de hierro negro -pero no el puro- con agujeros de piel roja que se adentran en el cubo en forma de tornados. ¡°Es una textura de piel hecha de PVC blanco, que fue pintada de rojo¡±. Otra vez, la forma y los huecos, la presencia y la ausencia, el objeto que huye de ser objeto, obsesiones perennes de la larga carrera de este genial escultor.
Kapoor fue creando sobre la marcha su exposici¨®n en Serralves, que cuenta con la colaboraci¨®n de la Fundaci¨®n Bancaria ¡°la Caixa", con el fin de que la experiencia fuera ¨²nica. El llamador de aves surgi¨® de su paseo por los jardines de Serralves escuchando el trino de los p¨¢jaros. ¡°Tuvimos que acudir a sociedades ornitol¨®gicas para que nos dijeran d¨®nde encontrar a llamadores de p¨¢jaros, y luego que estuvieran disponibles para subirse a un columna¡±, explica Almeida. El designado se llama Pedro Henriques, escogido por sus habilidades para atraer con sus silbidos un amplio abanico de aves.
Totalmente vestido de negro y sin interactuar con el p¨²blico, se instala sobre un pedestal el¨ªptico de tres metros de altura con vistas a una campa donde pacen vacas, burros y ovejas, y comienza a animar a los pajarillos. El trabajo es para un d¨ªa a la semana. ?Y en su ausencia? ¡°No pasa nada, aqu¨ª siempre cantan los p¨¢jaros¡±. Para Kapoor lo que quiera Kapoor.
A cambio del capricho, aqu¨ª quedar¨¢ para siempre una ola gigantesca, que a¨²n no tiene ni nombre, ni forma; pero s¨ª un lugar junto al Llamador de aves. ¡°El artista a¨²n trabaja en ella, est¨¢ en definici¨®n; parece que ser¨¢ un material arcilloso y de tono ocre, ceniciento, pero hasta septiembre no se va a ver¡±. Ser¨¢ una especie de tsunami de ocho metros de alto por 36 metros de largo y otros 36 de ancho, en Serralves para siempre.
Antes de entrar en la sala que alberga 60 maquetas del artista indio, hay que pasar por el jard¨ªn del reloj de sol. A 24 horas de la apertura, el reloj ha sido retirado y en su lugar hay una peana de hormig¨®n a la espera de recibir Sky Mirror, un disco de acero pulido de 2,1 toneladas, una de las obras m¨¢s identificativas de Kapoor.
Una gr¨²a debe alzar el espejo c¨®ncavo y colocarlo gr¨¢cilmente sobre el pedestal, que ha estado siete d¨ªas fraguando. Enfrascados en su c¨¢lculos matem¨¢ticos, a los ingenieros se les escap¨® el factor humano, capaz de arruinar el algoritmo m¨¢s bello, en este caso se trata del jardinero jefe del parque de Serralves. All¨ª, ni por Zeus ni por Kapoor se corta una hoja para que pase una gr¨²a. Tras largas discusiones y sopesados argumentos, todos firman la paz. Se acuerda que el d¨ªa de autos alguien aparte la rama del casta?o mientras vuela el Sky Mirror hasta su pedestal. Y as¨ª, los ojos de los visitantes rescatados del negro limbo podr¨¢n cegarse con la luz del cielo.
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