Imanol Arias, esa gitana
El actor vuelve al teatro despu¨¦s de 24 a?os con una obra en la que se despliega en varios papeles
En mitad de la funci¨®n, Imanol Arias sale vestido con una bata de cola. Es Consolaci¨®n, prostituta gitana y bruja. ?Menudo embolado! Es muy dif¨ªcil salir bien parado de un ejercicio de travestismo en el teatro. Pero no hay afectaci¨®n en su interpretaci¨®n. El actor recita su mon¨®logo sin amaneramiento, sin pretender ser hombre o mujer, solo una presencia despechada y vengativa. Sus movimientos, estilizados al m¨¢ximo, como si fuera una bailaora cubista, refuerzan esa imagen abstracta y poderosa.
Este es sin duda uno de los mejores momentos de este espect¨¢culo, La vida a palos, que se promociona como el regreso de Arias a las tablas despu¨¦s de 24 a?os dedicado al cine y la televisi¨®n. Ciertamente, todo parece concebido para aprovechar este gancho: el actor es protagonista absoluto, permanece en escena durante toda la funci¨®n y se desdobla en varios papeles que le permiten lucirse en diferentes registros. En este sentido, sus seguidores quedar¨¢n satisfechos. Solo chirr¨ªa cuando debe forzar su voz para interpretar a uno de sus personajes, resulta un tanto artificial, una sensaci¨®n que acent¨²a el uso del micr¨®fono.
La vida a palos
Texto: Pedro Atienza y Jos¨¦ Manuel Mora. Direcci¨®n: Carlota Ferrer. Int¨¦rpretes: Imanol Arias, Guadalupe Lancho, Aitor Luna. M¨²sicos: Batio (chelo) / Ra¨²l Jim¨¦nez (cantaor). Espacio Esc¨¦nico: M¨®nica Boromello. Espacio Sonoro: Sandra Vicente. Vestuario: Ana L¨®pez Cobos. Iluminaci¨®n: David Picazo. Teatros del Canal (Madrid), hasta el 22 de julio. Teatro Coliseum (Barcelona), del 5 al 14 de octubre.
La obra est¨¢ basada en una novela del poeta Pedro Atienza, muerto en 2014, que repasa la vida de un cantaor en diferentes cap¨ªtulos que se hacen corresponder con distintos palos del flamenco. En esa revisi¨®n es fundamental el papel del hijo al que abandon¨® cuando era ni?o (interpretado por el tambi¨¦n televisivo actor Aitor Luna) y las mujeres a las que am¨® (encarnadas todas por Guadalupe Lancho). Es un texto muy literario, repleto de met¨¢foras en el l¨ªmite el estereotipo, acaso manieristas, por lo que ha necesitado un importante trabajo de adaptaci¨®n (a cargo de Jos¨¦ Manuel Mora) para su traslaci¨®n al teatro. Aun as¨ª, sigue resultando discursivo. No hay tensi¨®n dram¨¢tica, es una sucesi¨®n de mon¨®logos intercalados de cantes flamencos.
La puesta en escena juega tambi¨¦n al manierismo. Se suceden im¨¢genes deliberadamente t¨®picas: un anciano solitario aferrado a un carrito de beb¨¦ vac¨ªo, dos hombres ba?ados en barro blanco y dorado como estatuas decadentes... La directora, Carlota Ferrer, es buena conocedora de los nuevos lenguajes esc¨¦nicos y los despliega para aderezar la planicie de los mon¨®logos. A veces, sin necesidad. No se entiende qu¨¦ aporta, por ejemplo, el recurso del v¨ªdeo en directo: ni quita ni pone nada.
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