Jugando con Cervantes
El autor del 'Quijote' pensaba que su mejor obra era el 'Persiles'. Publicada de forma p¨®stuma, ahora aparece la mejor edici¨®n de esa novela
Con Cervantes da la sensaci¨®n de que vale todo. Hasta Francisco Rico se inventa, en las primeras l¨ªneas an¨®nimas de esta excepcional edici¨®n, que quiz¨¢ tenga raz¨®n Javier Mar¨ªas y el Persiles sea el mejor libro de Cervantes, como cre¨ªa ¨¦l mismo. Esto ¨²ltimo es verdad, pero quiz¨¢ no por las razones que suelen aducirse, sino porque logr¨® fundir en la segunda parte de ese libro la sabidur¨ªa aprendida en el relato de aventuras de alta estirpe cl¨¢sica y la nueva aventura descubierta a ras de suelo y humor. Escribe el Persiles a la vez que la segunda parte del Quijote, como m¨ªnimo, quiz¨¢ porque el primero nace en buena medida de lo que ni cabe ni debe caber en el segundo.
Casi todo en Cervantes propicia equivocidades, y es natural. Nuestro Shakespeare da m¨¢s juego que Shakespeare porque s¨ª sabemos muchas cosas de su vida, frente al inmenso enigma de la vida real de Shakespeare. Sin embargo, colean una y otra vez atribuciones irritantemente tontorronas, aunque sean muy populares y a algunos especialistas les guste m¨¢s lo popular y hasta lo populista que lo veraz y menos escabroso. No hubo envidia alguna de Cervantes hacia Lope, no hay caso ni pretexto real para contar sus relaciones en forma de correosos celos de Cervantes hacia ¨¦l ¨¦xito de Lope, sino m¨¢s bien todo lo contrario. Pero parece que el p¨²blico no se engancha si no se cuenta as¨ª, como hizo un malhadado episodio de El Ministerio del Tiempo en la peor entrega de esa estupenda serie.
Yo lo veo al rev¨¦s: engancha mucho m¨¢s el retrato de un Cervantes consciente de la excelencia del teatro de Lope, del mercado literario de su tiempo, de los gustos del p¨²blico y de la condescendencia de ese genio degrad¨¢ndose a mera industria literaria y teatral. Y Cervantes reprueba con buenas razones esa profusi¨®n de obras comerciales de Lope, aunque hay m¨¢s bulla, claro que s¨ª, pero no motivada por la envidia, sino por la frustraci¨®n de Cervantes ante el desperdicio de talento de Lope. Y seguramente el lado puritano de Cervantes tampoco simpatizaba con la volc¨¢nica vida sexual de Lope, antes de decir misa y despu¨¦s de decir misa.
No hay raz¨®n para atribuir La t¨ªa fingida a Cervantes. Ni la banalidad de los chistes, ni la elementalidad de los personajes
Otra antigua sospecha sobre Cervantes recae en una novelita menor, mec¨¢nica, patosa y muy poco sutil de artes y m¨¦todos, La t¨ªa fingida. No hay raz¨®n documental para atribu¨ªrsela, pero estuvo junto a dos novelas cortas que s¨ª eran de Cervantes en una copia de la ¨¦poca. Algunos an¨¢lisis de estilo y de frecuencias dicen que cuadran las cosas con Cervantes. A m¨ª confieso que no me cuadran ni la banalidad de los chistes, ni la repetici¨®n de las equivocidades, ni la elementalidad psicol¨®gica de los personajes, lo cual no obsta para que la edici¨®n que ha publicado en C¨¢tedra Adri¨¢n J. S¨¢ez sea excelente y cuidados¨ªsima. Lo es, excepto en la decisi¨®n de eliminar los par¨¦ntesis cuadrados en la portada. Deber¨ªa quedar en suspenso lo que yo dir¨ªa que sigue en suspenso, que es la autor¨ªa de Cervantes.
No hay duda alguna, en cambio, con el Persiles. Fue recibida como una obra maestra y como un ¨¦xito comercial: el que buscaba Cervantes, el que concibi¨® muy concienzudamente Cervantes, quiz¨¢s en dos tirones largos de escritura. El segundo hubo de ser realmente r¨¢pido porque se mor¨ªa: o corr¨ªa de veras, o iba a morirse sin acabarla. Por eso el final es atropellado, los pasos y escenas se cortan s¨²bitamente, no hay calma ni descanso reflexivo, sino prisa por terminar y sumar a u?a de caballo episodios, gracias y bromas (cosa que, por cierto, apenas comparece en la primera mitad del libro, cuando todav¨ªa Cervantes no ha empezado a injertar m¨¦todos y voces aprendidos escribiendo el Quijote). Tiendo a creer que no se apresur¨® nada con la redacci¨®n del segundo Quijote precisamente porque andaba metido en el Persiles, aunque dudo mucho que sea por las razones pecuniarias que suele aducir Rico y con ¨¦l Garc¨ªa L¨®pez (y que yo no veo por ninguna parte, pese a lo que dice Laura Fern¨¢ndez). Hubo de parar la escritura del Persiles para dar con un cazo en el cabez¨®n a Fern¨¢ndez de Avellaneda y sacar a luz en 1615 la aut¨¦ntica segunda parte del Quijote, que era la suya.
Y luego volvi¨® al Persiles porque hab¨ªa de ser su obra m¨¢s ambiciosa y experimental, la m¨¢s atrevida y desde luego ¨²nica en su tiempo. Pero no en el nuestro. Lo mejor que podemos hacer con el Persiles es podarlo y fragmentarlo, armar sin miedo un Persiles para lectores del siglo XXI dispuestos a disfrutar de ese libro a tramos y sin que se les caiga de las manos, que es lo que sucede ahora.
Pero a quien no se le caiga de las manos ni le d¨¦ pereza saber d¨®nde crey¨® Cervantes que su genio cuajaba para la posteridad, tiene ahora la mejor edici¨®n imaginable de una obra profundamente cervantina. Tanto en el estudio introductorio de Isabel Lozano ¡ªresponsable del vuelco que ha dado la lectura del Persiles en los ¨²ltimos a?os¡ª como en la profusa y hasta mani¨¢tica anotaci¨®n compartida por Laura Fern¨¢ndez, Ignacio Garc¨ªa Aguilar y Carlos Romero Mu?oz, la obra sigue viva. Lo que tiene ese libro ¡ªla selva laber¨ªntica de aventuras n¨®rdicas y castas a la fuerza y la reinstalaci¨®n de la historia desde Lisboa hasta Roma¡ª vale la pena disfrutarlo para llegar incluso a dar la raz¨®n a Cervantes, aunque no la tuviese.
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Autor:?Miguel de Cervantes.
Editorial:?C¨¢tedra (2018).
Formato: tapa dura, tapa blanda y versi¨®n Kindle (784 p¨¢ginas).
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