El jazz, donde tiene que estar
Tres caras diferentes del mejor jazz encarnadas por Endangered Blood, Marco Mezquida y los R+R = NOW de Robert Glasper firman una jornada brillante en el Jazzaldia Donostiarra
El aficionado al jazz a veces tiende a pensar que la m¨²sica que ama ha de ser degustada en las condiciones m¨¢s exquisitas, aquellas que hagan honor a la talla del g¨¦nero. Y claro, cu¨¢nto mejor estar¨ªa este o aquel concierto en un elegante y silencioso auditorio antes que en una carpa situada en mitad de un transitado paseo mar¨ªtimo. ?O no?
No hay duda de que cualquier m¨²sica que se nutre de din¨¢micas y matices ¡ªy el buen jazz necesita mucho de esto¡ª se disfruta mejor cuando se da en el mejor contexto posible, pero hay algo que este g¨¦nero necesita mucho m¨¢s que un p¨²blico completamente satisfecho: m¨¢s p¨²blico.
La jornada del jueves en el Heineken Jazzaldia puso los elementos adecuados en el lugar adecuado, llevando algunos de los m¨¢s estimulantes conciertos de jazz de esta edici¨®n a escenarios de asistencia gratuita en plena calle. En realidad, el festival donostiarra lleva apostando por esta f¨®rmula desde hace a?os, pero ayer su importancia se hizo patente con particular firmeza. Dos grupos tan interesantes, tan de ese jazz que respira contemporaneidad y relevancia, como el tr¨ªo del guitarrista Julian Lage y el cuarteto de cuasileyendas underground Endangered Blood, hubiesen reunido a unas decenas de personas, poco m¨¢s, de haber sido sus conciertos en recintos cerrados y a entrada. En lugar de enrocarse en la idea de envolver el concierto de jazz en el ¨¢mbito ilustrado del auditorio, el ¨¦xito de la decisi¨®n de sacar estas y otras actuaciones a la calle, exponi¨¦ndolas ante todo aquel que quiera pasar de largo o quedarse a escuchar, pone de manifiesto la absoluta vigencia de la m¨²sica, por arriesgada que sea.
Ejemplo: a media tarde de ayer, el cuarteto formado por Chris Speed, Oscar Noriega, Trevor Dunn y Jim Black descerraj¨® un concierto sin concesiones, brillante e intenso, con solos apabullantes y relecturas de Thelonious Monk y Ornette Coleman, ante un p¨²blico fascinado. Escuchar a Speed citar a Teddy Wilson y la l¨ªnea de bajo de Israel Crosby en su Blues in C Sharp Minor como "la m¨¢s grande de la historia" tuvo tanto o m¨¢s sentido en plena calle, a unos pocos metros de la arena de la playa de la Zurriola, que en la frialdad de un auditorio desangelado.
Al mismo tiempo, el contexto ac¨²stico adecuado puede tambi¨¦n ser imprescindible para una m¨²sica concreta, como ocurri¨® a medianoche en el Teatro Victoria Eugenia, que acogi¨® "Los sue?os de Ravel" del extraordinario pianista Marco Mezquida. El menorqu¨ªn es lo mejor que le ha pasado al piano jazz de nuestro pa¨ªs en el siglo XXI, y su proyecto arreglando y reimaginando al maestro Ravel es un buen ejemplo de ello. M¨¢s all¨¢ de la excelencia del tr¨ªo, completado por el chelista Mart¨ªn Mel¨¦ndez y el percusionista Aleix Tobias, el pianista mostr¨® sus muchas cualidades, desde su sonido y su dominio de las din¨¢micas a la articulaci¨®n y elocuencia en sus fraseos. Y, en este caso, la quietud de un patio de butacas en la oscuridad jug¨® completamente a su favor.
Poco antes, La Trinidad, escenario popular ¡ªen el mejor de los sentidos¡ª e hist¨®rico del Jazzaldia, acogi¨® un programa doble tan actual como brutalmente antag¨®nico en sus propuestas. En primer lugar, el joven Jacob Collier, un hijo de la era YouTube?ensalzado por algunos medios y no pocas inyecciones de mercadotecnia, que ofreci¨® un show ¡ªllam¨¦moslo show, s¨ª¡ª histri¨®nico y grotesco desde el primer momento. Bas¨¢ndonos en lo visto ayer en Donostia, uno de los principales atractivos de su propuesta es que Collier toca varios instrumentos diferentes (aparte de cantar, por lo general a trav¨¦s de un armonizador que empez¨® a resultar exasperante unos diez segundos despu¨¦s de comenzar el concierto). Esto no tiene nada de malo, pero tampoco nada de bueno en s¨ª mismo ¡ªni tampoco nada de especial¡ª, y el joven youtuber iba del piano al contrabajo sin m¨¢s sentido que el de orquestar un numerito banal y sobredimensionado. Una vez m¨¢s, esto no tiene por qu¨¦ ser censurable si la m¨²sica se beneficia de ello, pero eso no ocurri¨® ayer. Al contrario: la m¨²sica de Collier est¨¢ hipervitaminada de forma vulgar y, lo que es peor, es fea, muy fea, rematadamente fea.
Afortunadamente, en la segunda parte del programa lleg¨® al rescate R+R = NOW, un nuevo supergrupo que re¨²ne algunos de los nombres m¨¢s importantes de los ¨²ltimos a?os en los sonidos que a¨²nan jazz, hip-hop y sonidos urbanos. Tanto Robert Glasper como Christian Scott llevan tiempo transitando ese camino, un lenguaje que domina desde siempre el productor y multiinstrumentista Terrace Martin, y por eso son¨® tan natural esta confluencia de hijos de la m¨²sica negra del nuevo siglo que en directo, contra todo pron¨®stico, no tuvo nada de choque de egos: el grupo son¨® cohesionado y democr¨¢tico, con Glasper improvisando como hac¨ªa tiempo que no le escuch¨¢bamos, Scott adapt¨¢ndose a la din¨¢mica de grupo y Martin amasando discretamente la mezcla junto a Taylor McFerrin, impulsados inmejorablemente por la r¨ªtmica de Derrick Hodge y Justin Tyson. M¨²sica nueva y sofisticada tocada con gusto y convicci¨®n. Eso no se aprende haciendo videos en YouTube.
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