El museo que vende ¡®warhols¡¯ para comprar obras de mujeres y negros
Una pinacoteca de Baltimore se desprende de varios cuadros de su colecci¨®n para financiar la adquisici¨®n de piezas de grupos sociales poco representados y corregir el canon del arte
Hay museos que cacarean su voluntad de abrir sus salas, en un futuro hipot¨¦tico y necesariamente lejano, a m¨¢s mujeres y artistas surgidos de las minor¨ªas ¨¦tnicas. Y luego est¨¢n los que realmente toman cartas en el asunto. El Museo de Arte de Baltimore (BMA) se sit¨²a, sin lugar a dudas, en el segundo grupo. La pinacoteca estadounidense, soberana instituci¨®n fundada en 1914 en esta ciudad de la costa este, ha generado estupor y titulares al vender siete obras de su colecci¨®n, firmadas por nombres de primer¨ªsimo nivel como Andy Warhol o Robert Rauschenberg, para financiar la compra de otras piezas de artistas pertenecientes a colectivos poco representados en sus salas. Principalmente, mujeres y afroamericanos. Se trata de ¡°corregir o reescribir el canon art¨ªstico de la posguerra¡±, como sostiene su director, Christopher Bedford, un escoc¨¦s de 40 a?os que lleg¨® al museo hace dos con la voluntad deliberada de hacer temblar sus muros.
¡°Nuestro mandato como museo consiste en coleccionar las obras m¨¢s relevantes de la actualidad. Para lograrlo, debemos despojarnos de los sesgos de otro tiempo, que institucionalizaron el racismo y la discriminaci¨®n de g¨¦nero dentro del museo y siguen condicionando nuestro acercamiento a la historia del arte¡±, explica Bedford, que en 2017 fue comisario del pabell¨®n estadounidense en la Bienal de Venecia, ocupado por el artista afroamericano Mark Bradford. ¡°Es un intento de afirmar que el relato narrado por nuestra colecci¨®n no es preciso, porque se basa en principios de exclusi¨®n que no se adec¨²an a nuestros valores actuales¡±, a?ade. Considera que ese desequilibrio resulta todav¨ªa m¨¢s flagrante en una ciudad como Baltimore, de mayor¨ªa afroamericana: seg¨²n datos del censo de 2010, el 64% de sus residentes son negros. Sin embargo, en una tarde veraniega, cuesta encontrar a alguno en el museo, a excepci¨®n de los vigilantes de las salas.
El BMA ha tomado medidas dr¨¢sticas para terminar con esa situaci¨®n. En mayo, el museo se desprendi¨® de cinco obras en una subasta en la sede neoyorquina de Sotheby¡¯s. Entre ellas hab¨ªa piezas de destacadas figuras de la abstracci¨®n estadounidense, como Franz Kline, Kenneth Noland o Jules Olitski, adem¨¢s de un cuadro de la serie Oxidation paintings (1978), que Warhol realiz¨® invitando a algunos de sus amigos a orinar sobre un lienzo cubierto de pintura met¨¢lica. Otro gran formato del artista pop, Hearts (1979), deber¨ªa ser transferido en una venta privada en las pr¨®ximas semanas, tal como un mural de Rauschenberg, Bank job (1979), demasiado grande para ser expuesto regularmente. En total, la venta de las obras, todas ellas firmadas por hombres blancos, deber¨ªa generar un m¨ªnimo de 12 millones de d¨®lares (10,3 millones de euros), que pasar¨¢n a formar parte de un fondo para rellenar los huecos de su colecci¨®n del arte posterior a 1945. Hasta ahora, el presupuesto anual del museo para las nuevas adquisiciones era de 475.000 d¨®lares (407.000 euros).
Parte de ese dinero ya ha sido reinvertido. Sirvi¨® para comprar obras de artistas como Wangechi Mutu, Isaac Julien, Njideka Akunyili Crosby o Lynette Yiadom-Boakye, todos ellos surgidos de la di¨¢spora africana. En la lista tambi¨¦n figura Amy Sherald, artista afroamericana de 44 a?os que reside en Baltimore desde 2002 y que se dio a conocer cuando Michelle Obama la escogi¨® para firmar su retrato oficial. ¡°No entiendo por qu¨¦ se le da tanta importancia. Es importante que la colecci¨®n est¨¦ al d¨ªa. Adem¨¢s, los autores de las obras vendidas ya figuran en museos de todo el mundo¡±, sostiene la artista, que tambi¨¦n forma parte del consejo de administraci¨®n del BMA. ¡°Diversificar era un paso necesario. El museo toma esta decisi¨®n porque el mundo del arte est¨¢ cambiando. Se empieza a contemplar el trabajo que los artistas negros llevamos d¨¦cadas haciendo. Nuestras obras deben figurar en las salas de los museos y no solo en los s¨®tanos de centros culturales¡±, explica Sherald durante una pausa del rodaje de la nueva serie de Spike Lee para Netflix, en la que se interpretar¨¢ a s¨ª misma.
Desde hace varios meses, el museo propone un di¨¢logo inc¨®modo pero estimulante y se plantea la necesidad de recoger la experiencia afroamericana en el museo, igual que el reciente video ultraviral que Beyonc¨¦ y Jay-Z filmaron en el Louvre. Las obras de los maestros de los ¨²ltimos dos siglos, de Fragonard a Pollock, conviven con las colchas bordadas de Stephen Towns, joven artista negro de Carolina del Sur, y con las alegor¨ªas sobre el esclavismo que propone Meleko Mokgosi, nacido en Botswana y residente en Nueva York. Durante el verano, todas las muestras temporales est¨¢n protagonizadas por artistas de color, encabezados por Jack Whitten y sus monolitos dedicados a titanes de la cultura afroamericana, de Muhammad Ali a Maya Angelou, y por Maren Hassinger y su mezcla de arte povera y performance te?ida de negritud. Adem¨¢s, una peque?a exposici¨®n recuerda la pionera muestra dedicada al arte afroamericano que el museo alberg¨® 1939, que tambi¨¦n ser¨ªa una de las primeras en todo el pa¨ªs. Baltimore aspira a volver a ocupar ahora esa misma vanguardia. ¡°Queremos ser un modelo a seguir¡±, admite el director.
El gesto es encomiable, pero presupone que cualquier visitante afroamericano siempre preferir¨¢ ver una obra de un artista de su mismo color de piel que un cuadro de una figura fundamental como Warhol. ¡°Es alguien importante para todo el mundo, tambi¨¦n para los negros. Pero ya tenemos muchas obras suyas en el museo. Contamos con una sobreabundancia de material que provoca que sigamos contando la misma historia del arte una y otra vez¡±, responde Bedford. ¡°Creo que podemos hacer un trabajo m¨¢s efectivo si nos desprendemos de una o dos obras suyas. No tendr¨¢ pr¨¢cticamente ning¨²n impacto en nuestra manera de relatar la historia del arte¡±. Es cierto que el museo cuenta con otras 94 obras de Warhol en su colecci¨®n y que el resto de autores revendidos tambi¨¦n seguir¨¢n figurando en ella a trav¨¦s de obras que el BMA consider¨® de mayor calidad. Pero tambi¨¦n lo es que Kerry James Marshall, nueva superestrella del arte afroamericano que en mayo bati¨® un r¨¦cord al vender uno de sus cuadros por 21 millones de d¨®lares (18 millones de euros) suele acudir a un hombre blanco para resolver sus problemas con la reproducci¨®n de la luz sobre el lienzo. Su nombre es Rubens.
Un fen¨®meno pol¨¦mico pero habitual en Estados Unidos
La reventa de obras de las colecciones de museos es infrecuente en Europa, donde suelen ser de titularidad p¨²blica y no pueden ser adjudicadas al mejor postor, salvo en alg¨²n caso excepcional. Resulta mucho m¨¢s habitual en Estados Unidos, donde los museos tienden a ser estructuras privadas y act¨²an con relativa autonom¨ªa. "Casi todos los museos enciclop¨¦dicos de Estados Unidos han desarrollado campa?as de este tipo, algunos incluso en la d¨¦cada posterior a su fundaci¨®n", se?ala Martin Gammon, fundador del Pergamon Art Group, que asesora a colecciones p¨²blicas y privadas, y autor de Deaccessioning and its discontents (MIT Press), reciente volumen sobre la historia de esta pr¨¢ctica.
Si la decisi¨®n de Baltimore no ha despertado excesivas cr¨ªticas, salvo alguna tribuna indignada en la prensa local, otras iniciativas similares levantaron sonadas pol¨¦micas. En 2013, la Academia de Bellas Artes de Pensilvania vendi¨® uno de los dos cuadros de Edward Hopper que pose¨ªa para financiar la compra de obras de artistas afroamericanos como Mark Bradford, Odili Donald Odita o Mickalene Thomas. En 2009, el Rose Art Museum, en Massachusetts, estuvo a punto de cerrar sus puertas y de vender una colecci¨®n de 900 obras, en las que figuran obras de Andy Warhol, Roy Lichtenstein o Jasper Johns. La Universidad de Brandeis, propietaria del centro, anul¨® la operaci¨®n ante la indignaci¨®n del mundo del arte y el anuncio de sanciones por parte de la Asociaci¨®n de Directores de Museos de Arte, que solo permite vender obras si es para comprar otras nuevas.
En los setenta, el Metropolitan Museum de Nueva York fue criticado por la reventa de distintas obras para sufragar los 5,5 millones de d¨®lares que costaba el retrato de Juan de Pareja, de Vel¨¢zquez, y despu¨¦s se deshizo de cuadros menores del posimpresionismo para adquirir una escultura de David Smith y un lienzo de Richard Diebenkorn, comprado a precio de coste y tasado hoy en m¨¢s de 10 millones de d¨®lares. Pero la apuesta siempre comporta riesgos. "En 1945, el Museo de Arte de Rhode Island vendi¨® La vida de Picasso, el m¨¢s importante del periodo azul en las colecciones estadounidenses, para adquirir un renoir de segunda fila cuando su cotizaci¨®n iba a la alza en el mercado. Una decisi¨®n que no ha superado el examen del paso del tiempo", concluye Gammon.
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