Si lee, no conduzca
Un repaso por la ficci¨®n muestra el papel determinante que el coche ha tenido siempre en la imaginaci¨®n literaria
Los chicos dorm¨ªan y yo me encontraba solo en mi eternidad al volante, y la carretera discurr¨ªa recta como una flecha¡±. Jack Kerouac no pod¨ªa imaginar otro momento de mayor exaltaci¨®n que ese, y En el camino (1957) est¨¢ repleto de instantes as¨ª. A pesar de que Sal Paradise (su personaje principal y alter ego del autor) recurre una y otra vez a autobuses para sus viajes, la novela est¨¢ asociada principalmente al autom¨®vil y a las connotaciones de autonom¨ªa individual, libertad de movimiento y masculinidad presuntuosa que posee el veh¨ªculo; acerca de esta ¨²ltima, Louis Menand observ¨® brillantemente en un art¨ªculo para The New Yorker que, en la novela, ¡°el coche es un espacio masculino. Las mujeres que se suben a ¨¦l (nunca lo conducen) son compartidas por los chicos (¡) o abandonadas (¡). Pero no es un espacio er¨®tico. Conducir es una manera de que los hombres puedan estar juntos sin necesidad de responder a la pregunta de por qu¨¦ quieren estar juntos¡±. Paradise viaja para sentirse vivo (o para ¡°sentirse ?VIVO¡±, como escribir¨ªa Kerouac), pero sobre todo para estar junto a Dean Moriarty (Neal Cassady, quien alguna vez se jact¨® de haber robado unos 500 coches durante su adolescencia); a lo largo de la novela, este ¨²ltimo conduce principalmente un Hudson Commodore de 1949 y un Cadillac de 1947, y al menos uno de ellos aparece en el poema de Allen Ginsberg The Green Automobile (1954).
Louis Menand es tambi¨¦n el autor de una asociaci¨®n insospechada, la que vincular¨ªa En la carretera con ¡°otra sensacional road novel de la ¨¦poca: Humbert y Lolita viajan obsesivamente de un lado a otro del continente porque es la ¨²nica forma p¨²blica de estar juntos. Mientras conducen, no hacen nada que no deber¨ªan hacer¡±, afirma. Lolita (1955) trata, en palabras de Vlad¨ªmir Nabokov, de ¡°Europa corrompiendo a Estados Unidos¡± y de ¡°Estados Unidos corrompiendo a Europa¡±; su s¨¢tira de costumbres tiene como escenario los moteles y las carreteras estadounidenses, que Nabokov conoci¨® bien en sus viajes junto a su esposa (ella conduc¨ªa) en busca de mariposas. Para quienes no lo recuerden: movido por la frustraci¨®n, Humbert se hace detener por la polic¨ªa conduciendo temerariamente.
Raymond Chandler aconsej¨® a futuros escritores que, cuando no se les ocurriera nada, hiciesen a sus personajes ¡°conducir hacia alg¨²n lado¡±
Chuck Berry imagin¨® una carrera entre su Ford V8 y el Cadillac de May?bellene en su primer hit (1955). Pidi¨® clemencia tras ser detenido conduciendo en Have Mercy Judge. Se ofreci¨® a pasear a su objeto de deseo en I Want To Be Your Driver. Anticip¨® a Los Dukes de Hazzard en Jaguar And Thunderbird. Anunci¨® que no pod¨ªan atraparlo al volante en You Can¡¯t Catch Me. Homenaje¨® a la carretera estadounidense por antonomasia en Route 66. Admiti¨® que trabajar en una gasolinera era demasiado esfuerzo para ¨¦l en Too Much Monkey Business. Y narr¨® un fracaso amoroso (la culpa fue del cintur¨®n de seguridad) en No Particular Place To Go. Despu¨¦s de ¨¦l, casi todo el mundo cant¨® canciones sobre autom¨®viles: Warren Smith (Red Cadillac And a Black Moustache), The Beach Boys (Don¡¯t Worry, Baby), Wilson Pickett (Mustang Sally) y The Who (Goin¡¯ Mobile). Tambi¨¦n Janis Joplin (Mercedes Benz), NRBQ (Ridin¡¯ in My Car), Bob Seger (Makin¡¯ Thunderbirds), Morrissey (There Is a Light That Never Goes Out) y Prince (Little Red Corvette). Lucinda Williams tiene una magn¨ªfica canci¨®n sobre el tema (Car Wheels on a Gravel Road), pero Bruce Springsteen tiene decenas: Pink Cadillac, Stolen Car, Racing in the Street, Thunder Road, etc¨¦tera. En ninguna de estas canciones el coche es realmente el tema de la canci¨®n, al que, sin embargo, le sirve de s¨ªmbolo.
Raymond Chandler aconsej¨® a futuros escritores que, cuando no se les ocurriera nada, hiciesen a sus personajes ¡°conducir hacia alg¨²n lado¡±; su consejo fue seguido por Hunter S. Thompson (Miedo y asco en Las Vegas, 1971), James Crumley (El pato mexicano, RBA, 2013), Raphael Montes (D¨ªas perfectos, Reservoir Books, 2015) y Patricia Highsmith en la conmovedora The Price of Salt, traducida como Carol (1952). Un repaso por la ficci¨®n reciente publicada en espa?ol muestra el papel determinante que el coche sigue teniendo en la imaginaci¨®n literaria. Michel Houellebecq teoriz¨® acerca de ¨¦l como ¨²ltimo ¡°refugio¡± de los fumadores en El mapa y el territorio (Anagrama, 2011). Sylvain Linguine (sic), uno de los personajes de Vil y miserable, de Samuel Cantin (La C¨²pula, 2015), instala una librer¨ªa de segunda mano en un local de venta de coches usados porque cree que ¡°los coches son el pasado [y] los libros son el futuro¡±. El protagonista de Lamentaciones de un prepucio, de Shalom Auslander (Blackie Books, 2010), roba en centros comerciales, come cerdo y (particularmente) infringe el sabbat conduciendo en s¨¢bado (pero regresa apresuradamente a su hogar por temor a que Dios haya matado a sus padres en venganza). D?elal Pljevljak conduce de Split (Croacia) a Livno (Bosnia-Herzegovina) para participar del rezo del viernes en la mezquita local y enfrentarse a su historia personal y a la de su pa¨ªs, la antigua Yugoslavia, en Volga, Volga, de Miljenko Jergovi? (Siruela, 2015), parte de una trilog¨ªa conformada por otras dos novelas de t¨ªtulo automovil¨ªstico, Buick Rivera (2005) y Freelander (2012).
Son conductores Luc¨ªa, la protagonista de Que nadie duerma, la ¨²ltima novela de Juan Jos¨¦ Mill¨¢s (Alfaguara, 2018), y Sandino, el personaje principal de Taxi, de Carlos Zan¨®n (Salamandra, 2017). Sobre El carap¨¢lida (reeditada por Interzona en 2013), del argentino Luis Chitarroni, planea la sombra de un ni?o atropellado por un coche cuando iba camino de la escuela, como en Cumplea?os, el gran cuento de Raymond Carver. Dos hermanas recorren Bulgaria en coche transportando las cenizas de su padre en Apostoloff (Adriana Hidalgo, 2010), la novela de Sibylle Lewitscharoff; Samuel Kehlmann imagin¨® el tr¨¢nsito como la escritura morse del universo en F (Literatura Random House, 2015) y V¨ªctor Nubla concibi¨® un sistema de adivinaci¨®n por medio de los n¨²meros de las matr¨ªculas en C¨®mo caza un dromedario (Blackie Books, 2012). Rigoberto Belano, el narrador de ¡®Patria¡¯ (el primero de los tres textos que conforman Sepulcros de vaqueros, Alfaguara, 2017), escapa de Santiago de Chile en el coche de Patricia Arancibia poco despu¨¦s del golpe de Estado. Al protagonista de Nuestro modo de vida (Alfaguara, 2014) lo ¨²nico que le interesa es librarse del coche blanco que posee y adquirir uno azul (con relaci¨®n a su costo, afirma, ¡°un auto es igual a un sexto de cuatro hijos, es decir, dos tercios de hijo, poco m¨¢s o menos¡±). Pero ninguno de ellos contempla los v¨ªnculos entre compulsi¨®n, autom¨®viles y cat¨¢strofe de la forma en que lo hacen Crash (1973) y La sequ¨ªa (1964), de J. G. Ballard. Vale la pena volver sobre ambos libros ante el deterioro acelerado y posiblemente irreversible del medio ambiente a causa del uso abusivo de las energ¨ªas f¨®siles: si lee, no conduzca.
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