Los buenos viejos tiempos

A la espera de que se traduzca Spy of the First Person, que Knopf public¨® el pasado diciembre, su ¨ªntimo libro p¨®stumo escrito (y dictado y susurrado) bajo el padecimiento de la enfermedad que acab¨® con su vida hace ahora casi un a?o, celebremos Yo por dentro (The One Inside), la ¨²ltima obra que Sam Shepard public¨® en vida.

Los relatos de El gran sue?o del para¨ªso, en los que se o¨ªa el ruido de un Chevrolet perderse en la niebla, salvaguardaban aquella dichosa, febril y aparente improvisaci¨®n a lo Kerouac en forma de retales de la memoria que el rockero, actor y dramaturgo hizo suya desde Cr¨®nicas de motel (1982), lac¨®nico diario de viaje que dio origen a Par¨ªs, Texas, la cinta de Wim Wenders que plasm¨® para siempre la Am¨¦rica profunda, hasta Luna Halc¨®n (1973) y Cruzando el para¨ªso (1996), prosas del terru?o escritas desde el cosmopolitismo, textos intermitentes sin asignaci¨®n de g¨¦nero, la legitimidad insolente de quien ha vivido tan intensamente que puede convertir en ficticio lo verdadero, las incertidumbres de la existencia tanto como los enredos de la mente o los caprichos de la creaci¨®n.

Yo por dentro es un extra?o diario personal. No lo dice, pero lo es. Ni siquiera parece un diario porque enmascara sus anotaciones bajo muchos g¨¦neros, pero lo es. Shepard consigna escenas de su vida personal como las que reflejan el recuerdo moldeado por la fantas¨ªa de los a?os en que comparti¨® experiencias con Felicity, amante de su padre. Y asienta de mil formas su admiraci¨®n por Beckett, y se complace en escribir que no es T. S. Eliot un santo de su devoci¨®n. Escribe una vez m¨¢s desde la oralidad. Escribe como si transcribiera. Y transcribe los mon¨®logos que atraviesan su mente como nubes atraviesan un retrovisor. Proclama su elogio del fragmento, y refleja su inter¨¦s recurrente por encrucijadas y fronteras, atisba la que divide la vida de la muerte y se afana en escribir, una vez m¨¢s sin tiempo para abalorios. Textos afilados como navajas camperas. Hasta la l¨ªrica de ¡®Azul p¨²rpura¡¯, poema con r¨ªmel en segunda persona, es punzante. En el conciso surrealismo sublimado de ¡®Otra vez el hombre diminuto¡¯ quiere Shepard que baile una vez m¨¢s Eros con Thanatos ante g¨¢nsteres y un voyeur que podr¨ªa ser Delvaux.

Tipos fumando luckies, y ¡°la mujer del largo abrigo rosa se quit¨® los tacones. Los balanceaba en un dedo al alejarse de m¨ª por Trace Street¡±, un Ford de 1940 con los Stones a todo volumen, benzedrinas y otras chucher¨ªas beat, un jeep aparcado en un motel de Chattanooga, im¨¢genes made in USA junto al recuerdo de Kurosawa y un ejemplar del malogrado Bruno Schulz, meridianos de sangre, soledad, desierto, sexo anhelado y traicionero onirismo, mon¨®logos crepusculares y di¨¢logos de guion que brillan m¨¢s que las imaginarias cintas de las que parecen haberse escapado. Impagables los que mantienen La Chantajista, una lolita de nueva generaci¨®n, y el narrador errabundo.

Un Shepard desabrido que reniega de Resnais y de Bergman, de Capote y de Mailer, pero que aboga, como cuando empez¨®, por escribir, como sostuvo Nabokov, ¡°por placer est¨¦tico¡±. Un Shepard elegiaco y agorero ¡ª¡°?por qu¨¦ nadie te lleva aparte y te dice lo que se avecina?¡±, reza el ep¨ªgrafe de Foster Wallace¡ª haciendo gala de su proverbial plasticidad y de su intensidad psicol¨®gica, record¨¢ndose que tiene los d¨ªas contados y pensando en un whisky que encomie ¡°los buenos viejos tiempos de anta?o¡±. Y un Shepard evocador y de vuelta de casi todo que suscribi¨® aquella frase de Lennon: ¡°La vida es lo que te va sucediendo mientras haces otros planes¡±. No tienes ya que hacerlos, Sam, pero a cambio aquel Thelonious Monk que viste tocar le pone la banda sonora a tu sue?o eterno.

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Autor:?Sam Shepard (traducci¨®n de Jaime Zulaika).

Editorial:?Anagrama (2018).

Formato: tapa blanda y versi¨®n Kindle (216 p¨¢ginas).

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