Murillo a la fresquita
Desde el Hospital de la Caridad a Santa Mar¨ªa la Blanca, Sevilla organiza visitas para descubrir al pintor
¡°?Pero mira si ah¨ª est¨¢ fulanito, el hijo del panadero! ?Si esa se parece a la vecina!¡±, recrea entusiasmado el catedr¨¢tico de Historia del Arte Enrique Valdivieso de lo que dir¨ªan los sevillanos del siglo XVII se?alando los rostros del cuadro La multiplicaci¨®n de los panes y los peces, de Bartolom¨¦ Esteban Murillo. ¡°El pintor tomaba de referencia a las personas de las calles de Sevilla, y despu¨¦s la gente se reconoc¨ªa entre ellos. Nos dej¨® una enorme riqueza con esos retratos¡±, considera uno de los mayores expertos del artista durante la celebraci¨®n de los 400 a?os del nacimiento del pintor en el A?o Murillo. La obra, de cerca de cinco metros de largo, se muestra reci¨¦n restaurada y a la altura de los ojos en una sala acondicionada del Hospital de la Caridad de Sevilla, a una temperatura que se agradece al entrar incluso de noche, cuando se celebra una de las visitas a la actual residencia de mayores.
Los m¨¢s de 40 grados que alcanza Sevilla en los meses estivales no son impedimento para que se pueda disfrutar de sus obras y su vida. Lo mejor es empezar con la brisa de la ma?ana con un sombrero y una botella de agua y visitar el Museo de Bellas Artes, la Catedral o el Archivo de Indias, epicentros de las iniciativas organizadas para la efem¨¦rides, en la que ya han participado 1,7 millones de personas. Pero tambi¨¦n por las noches, ¡°a la fresquita¡±, como se dice en la ciudad, se pueden hacer rutas, salir a cenar platos inspirados en la comida recogida en sus cuadros o leer algunas de las publicaciones escritas sobre el autor a la luz anaranjada de una farola.
En una de las visitas nocturnas, en plena oscuridad, con peque?as l¨¢mparas en forma de candil, los visitantes andan a tientas por el patio de fuentes de m¨¢rmol del Hospital de la Caridad mientras un enorme port¨®n se cierra de un estruendoso golpe. ¡°Me gusta que sea de noche, le da un toque misterioso, y es guay ir iluminando al andar¡±, dice Daniel a sus ocho a?os tras se?alar las definidas sombras que una escultura marca sobre una gran pared blanca. ¡°Esto tambi¨¦n es lo bueno de venir de noche, adem¨¢s de la temperatura¡±, a?ade la madre, la sevillana Bel¨¦n Congregado, que destaca la importancia de que alguien interprete la obra del autor. ¡°Es much¨ªsimo mejor, aprendes y valoras m¨¢s los detalles pict¨®ricos y el mensaje de cada cuadro¡±, dice de esta ruta organizada por Engranajes Culturales.
Mujeres con abanico mueven el aire oscuro del sal¨®n donde los 33 hermanos del cabildo toman las decisiones de la Hermandad de la Santa Caridad fundada en 1578. En la amplia sala, una tabla de organizaci¨®n de tareas pintada por Murillo muestra la inusual escena de un cortejo f¨²nebre. Enterrar a los muertos es una de las obras de misericordia que abandera esta hermandad impulsada en el siglo XVII por el noble Miguel de Ma?ara, quien implic¨® a los adinerados de la ciudad para que donaran sus riquezas y as¨ª pudieran fallecer con el alma salvada. ¡°Ma?ara le ten¨ªa p¨¢nico a la muerte. Asumi¨® que ning¨²n rico entrar¨ªa por la puerta del reino de los cielos¡±, dice Valdivieso mientras se?ala un t¨¦trico cuadro de Vald¨¦s Leal situado en la iglesia del Hospital, donde pueden contemplarse siete obras de Murillo.
El Hospital de la Caridad tambi¨¦n est¨¢ incluido en los dos itinerarios municipales dise?ados por Valdivieso. Se recomienda empezar en la Casa del pintor, recoger el pasaporte Murillo, y adentrarse en el viaje temporal y art¨ªstico por la veintena de lugares hist¨®ricos vinculados con el autor para trascender m¨¢s all¨¢ de sus obras y pisar lo que el autor pis¨®, procurar sentir las experiencias que vivir¨ªan sus contempor¨¢neos; por ejemplo, en Santa Mar¨ªa la Blanca, una antigua sinagoga jud¨ªa transformada en iglesia en 1660. ¡°Este espacio tiene algo hermos¨ªsimo y barato: una ingeniosa yeser¨ªa en blanco dise?ada por tracistas que crearon un ambiente suntuoso a base de sencillez y humildad. No es dif¨ªcil imaginar entrar por la puerta y ver los techos claros, con la m¨²sica del ¨®rgano, las velas y el incienso y pensar que se estaba en la entrada del cielo¡±, se?ala el experto.
Y para acercarse m¨¢s al autor, la Asociaci¨®n Sevillana de Empresas Tur¨ªsticas ha organizado decenas de iniciativas como tapas elaboradas con ingredientes de la ¨¦poca, catas o men¨²s. El de la Taberna del Alabardero sirve sobre una mesa de velas sopa de tomate especiada con mel¨®n y arenque presentada en una cazuela de barro como las que pinta Murillo; alboron¨ªa con ragout de cordero y membrillo emplatado en una cuchara de maderay olla podrida. Valdivieso recuerda que las obras de Murillo nunca se hicieron para decorar, sino para transmitir mensajes. Unos mensajes que cuatro siglos despu¨¦s todav¨ªa conmueven al espectador, y en cualquier ¨¦poca.
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