Julio Mayo: no todo fue Robert Capa
Recuerdo emocionado del que fuera uno de los mejores fotoperiodistas del mundo
Un d¨ªa se estrell¨® una avioneta frente a la casa que ten¨ªa Julio Mayo en Ciudad de M¨¦xico. La esposa de Mayo, hist¨¦rica, llam¨® a mis padres, que viv¨ªan a tiro de piedra y all¨¢ nos fuimos a ver la avioneta siniestrada. La fachada principal de la casa daba a un parque en el que hab¨ªa intentado aterrizar el piloto. Eso debi¨® ser a finales de los setenta. Cuando entramos vimos a Julio Mayo descompuesto, maldici¨¦ndose a gritos porque no hab¨ªa hecho una foto del momento en que el aparato reventaba contra el parque. Las im¨¢genes que ten¨ªa eran de la avioneta estrellada, las mismas que estaban tomando dos docenas de fot¨®grafos que ya estaban en el lugar.
Julio Mayo era reconocido desde hac¨ªa d¨¦cadas como uno de los mejores fotoperiodistas del mundo. Con sus hermanos hab¨ªa fundado una agencia primero en Madrid y luego en M¨¦xico. Muchas de las mejores im¨¢genes de la Revoluci¨®n de Asturias y de los frentes de batalla en la Guerra Civil son de los hermanos Mayo, que una vez en el exilio fundaron el fotoperiodismo en M¨¦xico.
Julio Mayo, que hab¨ªa nacido en 1917 en A Coru?a, ten¨ªa m¨¢s de 60 a?os cuando aquella avioneta se estrell¨® frente a su casa, el ¨²nico lugar donde no llevaba la c¨¢mara colgada del cuello. ?l y sus hermanos hab¨ªan fotografiado a Trotski, a La Pasionaria, a Gary Cooper, a Cantinflas, a Ram¨®n Mercader, a Marilyn, a Kahlo, a Siqueiros, a tribus ind¨ªgenas en selvas inaccesibles, a braceros que intentaban cruzar a EE. UU., a internos en campos de concentraci¨®n en Espa?a y en Francia; hab¨ªan vendido fotos al Time, a la agencia Tass o a Paris Match; hab¨ªan recorrido miles de kil¨®metros para captar un instante; hab¨ªan fotografiado en incontables ocasiones el momento exacto en que un bate de b¨¦isbol impactaba contra una bola, un futbolista disparaba a puerta o a un boxeador le reventaban la boca, pero cuando una avioneta se fue a estrellar frente a su casa no sac¨® la foto. Por eso se maldec¨ªa. La vio venir hacia ¨¦l, echando humo y montando un estruendo. Corri¨® a por la c¨¢mara, pero no lleg¨® a tiempo.
Era el segundo accidente de aviaci¨®n que le tocaba cubrir. El primero fue en 1949, en la ladera del volc¨¢n Popocat¨¦petl. Tuvo que escalar hasta el lugar del impacto, unos 5.000 pies, y hacer las fotograf¨ªas. Se ven un par de cad¨¢veres junto a los restos del fuselaje. Le hab¨ªan encargado el reportaje a su agencia porque era la mejor y porque en el avi¨®n viajaba Paco Mayo, su hermano. No hab¨ªa supervivientes. Particip¨® luego en las labores de rescate y al regresar al estudio hizo unas fotos terribles, las de la c¨¢mara destrozada de Paco y junto a ella un negativo velado y las fundas de dos carretes.
Los hermanos Mayo no se apellidaban Mayo ni eran todos hermanos de todos. Tres de ellos, Paco, Julio y C¨¢ndido se apellidaban Souza Fern¨¢ndez y los otros dos eran los madrile?os Faustino y Pablo Del Castillo Cubillo, que se incorporar¨ªa muchos a?os despu¨¦s, hacia 1950. Decidieron utilizar el apellido Mayo por el mismo motivo que The Ramones el Ramone: para potenciar su marca. La agencia se llamaba en principio Foto Souza, pero tras unas famosas fotograf¨ªas de la represi¨®n militar en Asturias en 1934 y tras sufrir varios registros en su estudio, cambiaron la direcci¨®n y el nombre de la agencia por Hermanos Mayo, en honor al D¨ªa del Trabajo. Tras el golpe franquista, Julio se present¨® voluntario al ej¨¦rcito republicano y se hizo artillero para poder documentar el frente, mientras su hermano Paco se dedicaba a la fotograf¨ªa a¨¦rea en un avi¨®n militar y C¨¢ndido cubr¨ªa la resistencia en Madrid y luego en Valencia. Faustino del Castillo ya trabajaba con ellos.
Al finalizar la Guerra Civil, tres de los cinco Mayo acabaron en campos de concentraci¨®n en Francia. Su hermano Paco, el que morir¨ªa en el Popocat¨¦petl, se encarg¨® de ir reuniendo a todos los Mayo y a sus familias para trasladarse a M¨¦xico, destino de miles de exiliados. Lo consigui¨® en poco tiempo con todos salvo con Julio, que fue encarcelado durante tres a?os y pas¨® otros tres haciendo servicio militar en un regimiento. En 1996 le cont¨® a Elena Poniatowska que en esos a?os de presidio compart¨ªan entre cinco una lata de sardinas y pasaban tanta hambre que se com¨ªan las hojas de unos almendros que hab¨ªa en el recinto de la prisi¨®n, y que luego, los otros tres a?os que pas¨® en el ej¨¦rcito, los exsoldados republicanos eran humillados cada d¨ªa, se?alados siempre como rojos y traidores. ?Era una venganza ruin y asquerosa, pero en fin, fue m¨¢s o menos soportable?.
Cuando fue liberado lleg¨® a Madrid, a su antigua casa. All¨ª no hab¨ªa nadie desde hac¨ªa a?os, ni nadie supo darle noticias de su familia ni de sus socios. Vendi¨® una mesa y un armario que quedaba por ah¨ª para poder comer hasta que encontr¨® un sueldo como fot¨®grafo de cine. Trabaj¨® en Los ¨²ltimos de Filipinas, en El desembarco de Alhucemas y en El Verdugo, que obviamente no es la de Berlanga, sino una estrenada en 1948, cuando Julio ya hab¨ªa conseguido reunirse en M¨¦xico con el resto de los Mayo.
Julio lleg¨® en 1947. Su hermano Paco nunca hab¨ªa dejado de buscarlo. Cuando supo que Julio estaba libre y en Madrid, le hizo llegar un mensaje: viv¨ªan todos en M¨¦xico y ten¨ªan una agencia de la que Julio era socio y en la que pod¨ªa trabajar si as¨ª lo quer¨ªa. El problema era que a Julio Mayo no le permit¨ªan viajar y menos a M¨¦xico, que no reconoci¨® al gobierno franquista hasta 1977. Entre Paco y Julio urdieron una estrategia: Julio se casar¨ªa con su novia Isabel, siempre que ella estuviera de acuerdo, y desde M¨¦xico, Paco mover¨ªa a sus contactos para que el matrimonio obtuviera un permiso para salir de Espa?a de luna de miel. En Nueva York ten¨ªan papeles y dinero y en M¨¦xico estaba todo organizado para que les permitieran la entrada. As¨ª se hizo y por una vez en muchos a?os todo le sali¨® m¨¢s o menos bien.
El secreto de los Mayo, primero en Espa?a y luego en M¨¦xico eran las c¨¢maras Leica, que revolucionaron el fotoperiodismo en todo el mundo. Hasta entonces la c¨¢mara m¨¢s ligera pesaba casi cinco kilos, llevaba flash de magnesio y se montaba sobre un tr¨ªpode. Hacer una foto requer¨ªa toda una preparaci¨®n. Tomar una docena de im¨¢genes con aquel aparato monstruoso llevaba una ma?ana. Es ese tiempo, con una Leica vaciaba unos catorce carretes en cinco escenarios diferentes. La Leica era ligera, se llevaba al cuello, era discreta y permit¨ªa a Julio Mayo volver a disparar como un artillero.
Julio lleg¨® a M¨¦xico de madrugada, despu¨¦s de una traves¨ªa de tres semanas en barco y dos d¨ªas tirado con su esposa en Nueva York en una estaci¨®n de tren. Era s¨¢bado y los papeles y el dinero que le esperaban no se los daban hasta el lunes. Luego, un interminable viaje en tren hasta M¨¦xico. All¨ª lo recibi¨® su hermano Paco con unas autoridades. Paco le dio un abrazo y le dijo que al d¨ªa siguiente, temprano, tendr¨ªa que hacer otro viaje de varias horas para hacer un reportaje de un convento. As¨ª supo Julio Mayo que la agencia de la que un mes antes ni sab¨ªa que era socio, trabajaba para 33 peri¨®dicos y 20 revistas.
Los cinco Mayo jam¨¢s llegaron a trabajar juntos. Como los Ramones. Fueron cuatro hasta el final de la guerra, tres hasta que Julio lleg¨® a M¨¦xico y volvieron a ser cuatro, otra vez tres cuando Paco se estrell¨® en aquel avi¨®n y nuevamente cuatro cuando Pablo se incorpor¨® varios a?os despu¨¦s. Paco y Pablo ni se conocieron. Lo que todos los Mayo ten¨ªan en com¨²n era la lucha por causas perdidas, las del obrero, las del pobre, las del refugiado y las del fot¨®grafo. Dignificaron la profesi¨®n al negarse a vender los negativos. Eso requer¨ªa mucho trabajo de laboratorio, pero solo entregaban fotos reveladas.
Cuando Julio Mayo, el que sobrevivi¨® a todos, negoci¨® la venta del archivo de Hermanos Mayo al gobierno mexicano, se hablaba de una cantidad que superaba los cinco millones de negativos que cubr¨ªan seis d¨¦cadas de historia de Espa?a y M¨¦xico. Sigui¨® trabajando ya en solitario hasta el pasado 27 de junio, a punto de cumplir 101 a?os. Los peri¨®dicos le recordaron como el ¨²ltimo fot¨®grafo de la Guerra Civil. Un reconocimiento, al fin, de que no todo fue Robert Capa. Sobre el f¨¦retro del ¨²ltimo hermano Mayo, colocaron una bandera de la Espa?a republicana y otra de M¨¦xico, sus dos patrias. Pidi¨® que sus cenizas fueran vertidas sobre el Popocat¨¦petl para reencontrarse con su hermano.
Al morir se record¨® tambi¨¦n su foto m¨¢s famosa. Una que dio la vuelta al mundo. Estaba Marilyn rodando en M¨¦xico y concedi¨® una rueda de prensa. La sala era poco espaciosa y los fot¨®grafos, unos 30 de todo el mundo, entraron en tromba. Mientras todos se mataban a codazos, Julio Mayo, que era calvo, bajo y delgado y ten¨ªa un bigotillo como los que dibuja Ib¨¢?ez, se col¨® entre todos ellos y se tir¨® al suelo, frente a las piernas de la actriz. Ella se estir¨® para coger una copa e involuntariamente separ¨® las rodillas durante un instante. El fot¨®grafo buscaba la cara de Marilyn, que estaba radiante, con una sonrisa perfecta. En ese mismo momento, dispar¨®.
Cuando lleg¨® al laboratorio, vio lo que ten¨ªa. Una bomba: a Marilyn con las piernas abiertas y sin ropa interior. ?No fue nada. Ni siquiera quise hacer esa foto?, me dijo un d¨ªa. ?Solo sirvi¨® para demostrarle al mundo que Marilyn Monroe no era rubia natural. Adem¨¢s, hab¨ªa otra foto casi igual, de otro compa?ero peque?ito que tambi¨¦n se hab¨ªa colado. Circul¨® la m¨ªa porque nosotros ya ten¨ªamos muchos clientes en el extranjero y porque me sali¨® un poco mejor, la verdad. F¨ªjate, mi foto m¨¢s difundida me sali¨® sin querer. Nunca fue mi preferida, ni siquiera una de las que yo elegir¨ªa para una exposici¨®n, pero todos se empe?aban en sacarla una y otra vez. El mismo d¨ªa en que ella muri¨®, corr¨ª al estudio y destru¨ª el negativo. Ten¨ªa miedo de que empezara a valer mucho dinero y yo soy un obrero de la fotograf¨ªa, no un especulador. Ahora me dicen que la imagen est¨¢ por todas partes. Cualquiera la puede ver desde su casa y gratis. Uno ya no es due?o ni de sus fotograf¨ªas?.
Mucho tiempo despu¨¦s del accidente, visit¨¦ a Julio Mayo en M¨¦xico en aquella misma casa frente al parque, poco antes de que se trasladara a Puebla. Me asom¨¦ a la ventana y le pregunt¨¦ si recordaba el d¨ªa que aquella avioneta se hab¨ªa estrellado ah¨ª mismo. Primero volvi¨® a maldecirse por no haber hecho aquella foto. Luego se puso triste: ?Los aviones estrellados me hicieron pasar muy malos ratos. Uno, en el peor d¨ªa de mi vida, el de Paco, por tener que hacer aquella foto; el otro, el de aqu¨ª, por no poder hacerla?.
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