?Veleidoso p¨²blico!
Oreja generosa para Luis David Adame en una corrida de bella estampa y deslucido juego de Torrestrella
La ausencia de aficionados es una enfermedad incurable y sus negativos efectos se notan una barbaridad. Sin su sapiencia y exigencia, la fiesta cambia de color y, muchas veces, se torna irreconocible.
El p¨²blico es soberano, faltar¨ªa m¨¢s, pero yerra con preocupante frecuencia. Por ejemplo, se ha equivocado en Bilbao y no una sino varias, y no leve, sino gravemente.
Los seis toros de Torrestrella fueron aplaudidos en el arrastre cuando ninguno de ellos -ninguno- hizo m¨¦ritos para tal honor. Y al ganadero, ?lvaro Domecq, le obligaron a saludar desde el callej¨®n al finalizar el festejo sin motivo justificado.
Bonitos los seis toros, preciosos, de irreprochable trap¨ªo, serios y muy ofensivos, que hicieron un juego muy desigual en varas y dificultoso y complicado en la muleta: inv¨¢lido y bronco el primero, que se dej¨® pegar en el primer puyazo; manso el segundo y violento en el tercio final; correcto el tercero en el caballo y noble en la muleta; bravo el cuarto en el piquero y sin clase despu¨¦s; manso el quinto y sin fijeza ni casta, y manso el sexto, muy descastado y sin clase. Pero bonitos, eso s¨ª, y duros a la hora de morir. Quiz¨¢, por eso el p¨²blico bilba¨ªno se decant¨® por ellos y quiso ver bravura donde solo hab¨ªa belleza exterior.
TORRESTRELLA / ROM?N, CABALLERO, ADAME
Toros de Torrestrella, bien presentados y bella estampa, serios y ofensivos, desiguales en los caballos, deslucidos y sin clase, a excepci¨®n del tercero, noble.
Rom¨¢n: casi entera tendida (ovaci¨®n); estocada trasera ¡ªaviso¡ª (ovaci¨®n).
Gonzalo Caballero: pinchazo y estocada (silencio); dos pinchazos ¡ªaviso¡ª y tres descabellos (silencio).
Luis David Adame: estocada atravesada y un descabello (oreja); estocada (ovaci¨®n).
Plaza de toros de Vista Alegre. 20 de agosto. Tercera corrida de feria. Un cuarto de entrada.
Ese mismo p¨²blico pidi¨® y consigui¨® la oreja de su primer toro para el mexicano Luis David Adame, que estuvo muy por debajo de la noble condici¨®n del tercero de la tarde. Dio lo que tiene, pero su patrimonio muleta en mano es superficial y vano.
Pero le pidieron la oreja; y, sin embargo, se olvidaron de Rom¨¢n, que estuvo hecho un ¡®t¨ªo¡¯ ante el muy complicado primero, con el que se jug¨® la vida a carta cabal. Pero el toro tard¨® en morir y el torero tuvo la ocurrencia de aplaudir la agon¨ªa del animal, lo que hizo que los tendidos se decantaran por el de la capa negra y arrinconaran al rubio torero valenciano.
?Veleidoso p¨²blico! Soberano siempre, pero no acertado.
Muy serio, muy firme y valiente se mostr¨® Rom¨¢n con el toro que abri¨® plaza, que embest¨ªa a media altura, con la mirada m¨¢s fija en el cuerpo del torero que en el enga?o, soso y con poca clase. Su trasteo tuvo el m¨¦rito del valor y el compromiso ante un animal brusco y nada f¨¢cil para el toreo actual. Rom¨¢n alarg¨® en exceso la faena y se gan¨® una espectacular voltereta a la hora de matar. Cuando parec¨ªa que asomar¨ªan los pa?uelos, los espectadores guardaron silencio y esperaron el arrastre del toro para dedicarle una sentida ovaci¨®n. La misma actitud mostr¨® el torero ante el soso cuarto, que embest¨ªa con la cara alta y se movi¨® con un derroche de soser¨ªa.
Gonzalo Caballero se enfrent¨® a un lote dif¨ªcil y mostr¨® las carencias propias de un valeroso torero con escaso oficio. Torea poco y se le nota demasiado; sobre todo, con toros dificultosos como estos de Torrestrella. Muy exigente fue su deslucido primero, y ped¨ªa a gritos una muleta poderosa, que no es la que en este momento posee Caballero. Dio muchos pases y pocos muletazos al quinto, otro toro con m¨¢s fachada que fundamento. Adem¨¢s, en el primer pinchazo se lesion¨® el hombro derecho, pero pudo matar el toro en un alarde de verg¨¹enza torera.
Y Luis David es talentoso con el capote: ver¨®nicas, navarras, zapopinas, caleserinas¡ Toda una variada y lucida lecci¨®n capotera; pero su tauromaquia se desinfla con la muleta en las manos. Le toc¨® en suerte el mejor toro, el tercero, y a todo su quehacer le falt¨® hondura y prestancia. Lo intent¨® de nuevo ante el sexto, que acudi¨® largo en los estatuarios iniciales, pero pronto se vino abajo y la ilusi¨®n se evapor¨®.
Cuando los toreros ya hab¨ªan abandonado la plaza, los tendidos irrumpieron en una larga y cerrada ovaci¨®n hacia el ganadero, quien, obligado por la intensidad de las alabanzas, salud¨® a los admiradores con el sombrero del mayoral en la mano.
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