El ¨²ltimo viaje de Robert Kennedy
Hace 50 a?os, los estadounidenses se despidieron del pol¨ªtico asesinado acerc¨¢ndose al tren que lo conduc¨ªa a su entierro. Dos exposiciones muestran el trabajo del fot¨®grafo Paul Fusco, ¡®empotrado¡¯ en un vag¨®n
Robert Kennedy hizo su ¨²ltimo viaje subido a un tren. Fue el 8 de junio de 1968. Dos d¨ªas despu¨¦s de su asesinato en un hotel de Los ?ngeles, tras haber ganado las primarias dem¨®cratas en California, un convoy funerario condujo los restos mortales del senador desde la Catedral de San Patricio, en Nueva York, hasta el cementerio militar de Arlington, en las afueras de Washington, donde ser¨ªa enterrado. El fot¨®grafo Paul Fusco, futuro integrante de la agencia Magnum, se encontraba en ese tren. Las im¨¢genes que recogi¨® a lo largo de aquel viaje son recordadas este verano, en el 50? aniversario del asesinato de Kennedy, en dos exposiciones distintas, en Nueva York y Arl¨¦s.
Ambas rememoran aquel d¨ªa en que la poblaci¨®n sali¨® a la calle para despedirse de un pol¨ªtico que logr¨® suscitar un ¨¢pice de esperanza en un tiempo marcado por la violencia y las tensiones raciales, tras la muerte de su hermano, el presidente John F. Kennedy, cinco a?os atr¨¢s, y la de Martin Luther King, solo dos meses antes. El asesinato de Bobby, perpetrado por un palestino desequilibrado que dijo haber actuado por su pa¨ªs, dej¨® claro que la oscuridad era casi total. ¡°Hay vidas que tienen el valor de iluminarse cuando llega la muerte¡±, escribi¨® una vez Norman Mailer sobre ese hombre ¡°con dientes de conejo¡± y ¡°ojos de un azul lechoso¡±, a quien el pueblo estadounidense termin¨® amando ¡°cinco veces m¨¢s estando muerto que vivo¡±.
Ese d¨ªa, Fusco hab¨ªa llegado temprano a la redacci¨®n de Look, la revista ilustrada para la que trabajaba como reportero. Era s¨¢bado, una jornada tranquila. Hasta que su editor le llam¨® al despacho. ¡°Paul, hay un tren que sale de Penn Station para llevar el f¨¦retro de Bobby a Washington. S¨²bete a ese tren¡±, le orden¨®. El fot¨®grafo se arm¨® de dos Leicas, una Nikon y treinta carretes Kodachrome. Su cometido era retratar las dos ceremonias oficiales. Tampoco le hab¨ªan dejado otra opci¨®n: ten¨ªa prohibido salir de su vag¨®n para acercarse al f¨¦retro. Pero cuando el veh¨ªculo cruz¨® el r¨ªo Hudson y se adentr¨® en Nueva Jersey, sus planes se torcieron. ¡°Cuando el tren sali¨® de los t¨²neles, descubr¨ª a centenares de personas en luto, amontonados en los andenes y arrimados al tren para estar cerca de Bobby. Me sobrecogi¨®. No lo esperaba en absoluto¡±, expresar¨ªa despu¨¦s. Fusco salt¨® entonces de su butaca. Baj¨® la ventanilla y empez¨® a retratar a la multitud, pese a la velocidad acelerada del tren. Ya ten¨ªa costumbre: hab¨ªa aprendido a disparar su c¨¢mara en movimiento durante la Guerra de Corea, cuando tuvo la misi¨®n de fotografiar las posiciones del enemigo desde un avi¨®n.
Lo que vio a trav¨¦s de su visor fueron miles de ciudadanos esparcidos por el paisaje de la Costa Este (entre uno y dos millones, seg¨²n las estimaciones). Hab¨ªa viejos y j¨®venes, blancos y negros, monjas y militares. Se sub¨ªan a vigas de madera para ganar visibilidad, sosten¨ªan emotivas pancartas de despedida y tiraban las monedas que llevaban en sus bolsillos, uno de esos ritos inexplicables que suele generar la muerte. Algunos gritaban y otros lloraban. Dos personas fueron arrolladas por un tren que circulaba en el sentido contrario. Otra m¨¢s se electrocut¨®. El ata¨²d de Kennedy iba en el ¨²ltimo vag¨®n y fue elevado para que todo el mundo pudiera verlo. A su lado viajaba su viuda, Ethel, con un rosario en la mano. Dicen que fue la ¨²nica vez que la vieron llorar. Fue un momento de comuni¨®n inhabitual en la historia reciente del pa¨ªs y un reflejo perfecto de su primer lema nacional: E pluribus unum. De muchos, uno solo.
Cuando el tren alcanz¨® Washington, con cinco horas de retraso respecto al programa, Fusco hab¨ªa acumulado un millar de im¨¢genes. Las primeras estaban perfectamente expuestas e impregnadas de las tonalidades intensas de ese d¨ªa de finales de primavera. Las ¨²ltimas, realizadas casi al anochecer, se volv¨ªan sombr¨ªas y borrosas, pr¨¢cticamente abstractas. ¡°Me di cuenta de que los temas de esta historia eran el paso de la luz a la oscuridad, de la esperanza a la p¨¦rdida, del amor a la tragedia y el dolor. Con esta vida quebrantada, todo un universo de luz, esperanza y amor tambi¨¦n se hab¨ªa hecho a?icos¡±, asegur¨® luego el fot¨®grafo. ¡°Nos escondemos la mayor parte del tiempo. No queremos que los dem¨¢s sepan lo que sentimos. Pero ese d¨ªa muy poca gente se escond¨ªa¡±.
Aunque resulte inexplicable, nadie se interes¨® por las fotograf¨ªas de Fusco. Solo dos de ellas, realizadas durante la misa f¨²nebre en San Patricio, terminaron siendo publicadas en Look. Las que tom¨® en el tren no salieron a la luz hasta tres d¨¦cadas m¨¢s tarde. En 1998, una joven editora de Magnum las rescat¨® de los archivos de la agencia y las propuso a la revista George, fundada por John Kennedy Jr., el hijo de JFK, que tendr¨ªa otro tr¨¢gico final meses despu¨¦s. Aun as¨ª, no alcanzaron la suficiente popularidad hasta que la editorial Aperture public¨® en 2008 un cat¨¢logo con un tiraje reducido, convertido desde entonces en objeto de culto para todo fot¨®grafo.
¡°Funcionaron mal como fotograf¨ªas de actualidad, pero muy bien como documentos hist¨®ricos. Es un fen¨®meno habitual: casi ninguna de las im¨¢genes m¨¢s ic¨®nicas del siglo XX llegaron a ocupar portadas. En general, fueron descubiertas y celebradas con retraso¡±, expresa Cl¨¦ment Ch¨¦roux, conservador de fotograf¨ªa del Museo de Arte Moderno de San Francisco (SFMOMA) y comisario de la muestra The Train, que recupera las copias originales de Fusco en el marco de los Encuentros de Arl¨¦s, festival fotogr¨¢fico de referencia que se celebra en la ciudad francesa hasta el 23 de septiembre. La exposici¨®n tambi¨¦n indaga en la influencia de esta serie exhumada en otros artistas. Por ejemplo, el franc¨¦s Philippe Parreno, astro del arte contempor¨¢neo, quiso recrear hace una d¨¦cada el trayecto del f¨¦retro de Kennedy en una pel¨ªcula de siete minutos, titulada June 8, 1968, donde un centenar de figurantes interpretan a los an¨®nimos de la serie de Fusco. Su voluntad fue reflejar ¡°el punto de vista del muerto¡±.
Por su parte, el artista holand¨¦s Rein Jelle Terpstra, apasionado por la fotograf¨ªa vern¨¢cula, se percat¨® de que muchos de los personajes de Fusco llevaban c¨¢maras fotogr¨¢ficas para inmortalizar el paso del tren. Decidi¨® recorrer los pueblos y ciudades que hab¨ªa cruzado el convoy en 1968 para encontrar algunas de las im¨¢genes que fueron capturadas aquel d¨ªa. Tard¨® cuatro a?os en conseguirlo. Con la ayuda de las redes sociales, el artista logr¨® localizar 200 fotograf¨ªas, que han dado lugar a su proyecto The People¡¯s View (2014-2018), que figura en la muestra en Arl¨¦s pero tambi¨¦n protagoniza una segunda exposici¨®n hasta el 2 de septiembre en el International Center of Photography de Nueva York.
Terpstra considera que las im¨¢genes de Fusco lograron subvertir el canon del fotoperiodismo. El protagonista del reportaje deb¨ªa ser Kennedy, pero terminaron si¨¦ndolo quienes estaban acostumbrados a quedar fuera de plano. ¡°Es un p¨²blico diverso, aunque predomine la clase obrera. En realidad, fue la gente corriente la que sali¨® a la calle. Por ejemplo, no hay representantes de las contraculturas, pese al apogeo del flower power¡±, se?ala Terpstra. ¡°Lo impactante es que muchos de los hijos y nietos de los protagonistas de las fotos de Fusco hoy votan por Trump, que es lo opuesto a Kennedy y su defensa de los derechos civiles. Cuando les preguntas c¨®mo es posible, te responden que se sienten ignorados¡±, concluye el artista.
El tren m¨¢s melanc¨®lico
El tren que une Nueva York y Washington sigue circulando por las mismas v¨ªas que el que llev¨® a Kennedy hacia su sepultura en 1968. Recorre 225 millas (360 kil¨®metros) del corredor ferroviario del norte de la Costa Este, que fue terminado en 1911, y cruza un mosaico de industrias deca¨ªdas, campos de b¨¦isbol desiertos, tiendas de licores y cultivos de ma¨ªz, adem¨¢s de ciudades como Newark, Filadelfia y Baltimore. Es un paisaje triste, aunque tal vez todos lo sean cuando uno va en tren. ¡°Desde el tren, uno siempre se siente melanc¨®lico. Estamos de luto por la p¨¦rdida del paisaje que tenemos ante los ojos, que desaparece inmediatamente¡±, sostiene el comisario Cl¨¦ment Ch¨¦roux, autor de distintos textos cr¨ªticos sobre la relaci¨®n entre los trenes y la cultura visual. Cuando fue nombrado conservador fotogr¨¢fico del Museo de Arte Moderno de San Francisco, en 2016, su primera adquisici¨®n fueron 26 fotograf¨ªas de la serie de Paul Fusco. ¡°Es un trabajo fundamental en la historia de la fotograf¨ªa, pero tambi¨¦n en la estadounidense¡±, justifica Ch¨¦roux. Su autor tiene 88 a?os y su estado de salud es fr¨¢gil. Vive en una residencia cerca de San Francisco. Dicen que apenas se acuerda de la serie que le dio la fama.
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